martes, 30 de junio de 2015

"A nosotros mismos", por Rafael Reig

¿Vamos a callarnos porque no somos griegos?

El Diario, 29/06/201


Grecia tiene razón y es quien en este momento mantiene en pie la poca, muy poca dignidad que le queda a Europa. Si Europa es capaz de gastar el dinero de todos para rescatar a la banca y deja hundirse a Grecia, Europa no merece existir. Si Europa tiene la desvergüenza de defender el pago de los intereses a una caterva de usureros por encima de la vida de los ciudadanos de Grecia, Europa debedesaparecer. Si, como dice Tsiripas, Europa confirma que quiere que haya dueños y esclavos, entonces Europa es una infamia.

Claro que, para infamias, la de la prensa española. El País aseguraba el domingo que un referéndum es “ una falsa salida. Los referendos los carga el diablo del azar y/o la pasión”.

La verdad es que, cuando el referéndum de la OTAN, en el que hasta Sánchez Ferlosio confesó (años depués) haber perdido el honor al apoyarlo, ese mismo periódico tenía en su editorial otra visión de los referendos (la que más le convenía entonces por supuesto): “ La realidad es que el referéndum ofrece a los españoles la oportunidad, escasa incluso en las democracias de mayor tradición y más estables, de pronunciarse por cuestiones que afectan a la política exterior y a la defensa, y esa oportunidad no puede ser desaprovechada de ninguna manera por quienes valoren el sistema democrático y confíen en las urnas”.

Ya sé, ya sé que ese diario no valora el sistema democrático ni confía en las urnas y, en consecuencia, desconfía de los referendos (si no favorecen a sus intereses); lo sé, pero no deja de alarmarme que hayamos llegado hasta aquí, que hayamos dado tantas vueltas para concluir que la democracia está muy bien, siempre que voten lo que nosotros queremos.

Tanto interés (o intereses creados) tiene El País en que triunfen los acreedores y Grecia quede humillada y empobrecida, que ayer lunes machacaban con otro editorial en el que, como el matón de patio de colegio, amenazan a los ciudadanos griegos: “ Ellos decidirán si les conviene correr el riesgo de apearse del euro y relegarse a un rincón irrelevante -y hostil- de Europa”.

Pero en fin, la cobardía interesada, el servilismo, la chulería pedante, la incongruencia cínica y en general la falta de escrúpulos de la derecha española ya la conocíamos, tanto en El País como en el PP o en el PSOE.

Mi pregunta va por tanto dirigida a todos los demás, a los españoles, a nosotros mismos: ¿vamos a dejar sola a Grecia?¿Nos vamos a callar puesto que no somos griegos?

Ha llegado el momento en que hay que decidir: o se está con la dignidad de todos y con Grecia o se está con eso que llaman Europa, es decir, los tipos que regatean cuántos inmigrantes van a aceptar, los que pretenden poner de rodillas a unos cuantos países para que sigan aumentando los beneficios de los inversores, los que defiende la libre circulación del capital, pero no la de las personas.

Por mi parte estoy del lado de Grecia y las instituciones europeas me importan un comino, aunque con la nueva Ley de Orden Público (más severa que la franquista) quizá también sea delito pasarse a la troika, sus pompas y sus lujos por el arco de triunfo.

Digamos algo, digamos que no, digamos que Grecia tiene razón y recordemos aquel poema que, como al parecer todo el mundo sabe, jamás escribió el bueno de Brecht:

Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.

Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.

Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.

Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.

Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada.

http://www.eldiario.es/cartaconpregunta/mismos_6_403919629.html

viernes, 26 de junio de 2015

"¿Puedo odiar al ministro del Interior sin que me detenga?", por Isaac Rosa


¿Puedo odiar al ministro del Interior sin que me detenga?

La libertad de expresión, amenazada por un ministro integrista que ve por todas partes "incitación al odio".

Isaac Rosa, 25/06/2015 

¿Puedo, en uso de mi libertad de expresión, odiar al ministro del Interior, compartir ese odio con los demás, incluso incitaros a que también vosotros lo odiéis? ¿Me sirve esa libertad para desacreditar o menospreciar a Fernández Díaz? ¿Puedo hacer un chiste humillante sobre el ministro? ¿Y puedo tuitearlo? Veamos si podemos usar nuestra libertad de expresión sin que el ministro nos acuse de todo aquello que acusa a Zapata y a otros: incitación al odio, descrédito, menosprecio, humillación, tal como están recogidos en el Código Penal.

En principio, el ministro no es una víctima. Ni del terrorismo, ni del antisemitismo. Si lo fuese del franquismo, tendríamos barra libre para humillarlo, pero no es el caso. Salvada esta primera línea roja, no pensemos que ya podemos mofarnos de él alegremente, no.

Con el actual Código Penal en la mano, deberíamos tener especial cuidado con que no parezca que al meternos con Fernández Díaz difundimos “informaciones injuriosas” o provocamos “a la discriminación, al odio o a la violencia contra grupos o asociaciones” por “motivos racistas, antisemitas y otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la pertenencia de sus miembros a una etnia o raza, su origen nacional, su sexo, orientación sexual, enfermedad o minusvalía”. Solo faltó que añadieran la coletilla: “y cualesquiera otros motivos”, pues ahí ya cabe casi todo.

Es decir, que en el caso del ministro, ya deberíamos andar con pies de plomo si nuestro chiste, tuit o artículo se refiere por ejemplo a su mítica conversión al catolicismo más integrista durante una visita a Sodoma-Las Vegas. Cuidadito con que parezca que lo menospreciamos por su condición de miembro del Opus Dei, de misa diaria, rezo del rosario y pertenencia a grupos ultracatólicos.

Pero si además tardamos unos días en meternos con el ministro, cuidado que entrará en vigor la nueva redacción del Código Penal, que achica aun más los límites de la libertad de expresión. A partir del 1 de julio las conductas punibles serán tantas, y sobre todo tan interpretables, que la libertad de expresión se va a convertir en una pequeña nota al pie del Código Penal. De verdad, léete la nueva y extensísima redacción del artículo 510, y verás cómo corres a revisar tus tuits antiguos y borrar como loco. Porque con ese texto en la mano, un ministro talibán podría lanzarse a una cruzada implacable si le apetece.

Y esa es parte del problema: que tenemos un ministro talibán. Un integrista, si prefieren. Y quizás estoy pisando ya la difusa línea roja, pero me arriesgo. ¿De qué otra forma llamamos a un ministro que ha dicho que vive la política “como un magnífico campo para el apostolado y la santificación”? A un tipo así, que sale cada mañana de misión, lo colocas al frente de la policía y le pones en la mano un Código Penal con una manga tan ancha, y en dos días deja Twitter reducido a una sucesión de fotos de gatitos y comentarios al último Master Chef.

Antes de la ‘leyes mordaza’, ya estaba penado ofender, discriminar o incitar al odio contra víctimas y otros colectivos. Pero en casos de poca monta la interpretación de los jueces solía primar la libertad de expresión. Hasta que llegó el ministro apóstol y empezó a ver "incitaciones al odio" por todas partes: una pitada al himno, un chiste, burlas por el accidente de un avión, tuits de mal gusto, amenazas indefinidas. Y llegaron las detenciones de tuiteros: el community manager superenrrollado de la Policía se transmutó en agente que se presenta en casa de un chaval bocazas (menores de edad a veces) y lo detiene. Un chaval, o un músico, en redadas fantasmales como esa ‘ Operación Araña’.

Si ya está pasando con el actual Código Penal, esperen a ver lo que es capaz de hacer con el nuevo texto un ministro apóstol, con una fiscalía a su servicio, y con asociaciones tan integristas como él dispuestas a poner la denuncia. Yo, por si acaso, declaro aquí que el señor ministro es una bellísima persona, al que deseo lo mejor. Amén.

http://www.eldiario.es/zonacritica/ministro_interior_tuits_6_402519769.html

"¿Fue el franquismo un fascismo?", por Pedro A. García Bilbao



¿Fue el franquismo un fascismo?

Vejar a las víctimas del franquismo sale impune pues no están reconocidas legalmente como tales víctimas y humillarlas no es delito.

El estado español actual sigue considerando legales las acciones del estado franquista que llevaron a la deportación de miles de españoles a los campos nazis, homenajea a los veteranos que juraron voluntariamente fidelidad a Hitler y mantiene la legalidad y validez de los tribunales y sentencias emanadas del golpe que asesinaron a más de 150.000 personas. El estado español combina estas acciones con una pretendida autoimagen de normalidad democrática y la forma de evitar contradicciones es comportarse como si no existiesen y hacer lo posible para que no afloren en el debate público. No incorporar esta dimensión al debate académico es falsear la realidad. España es el único país de Europa donde aparecen fosas con decenas o cientos de personas atadas con alambre, los huesos rotos a culatazos y con los cráneos con agujeros de bala y ni la policía, los jueces, los fiscales o las autoridades gubernamentales ven preciso intervenir de alguna forma. Esta es la realidad que circunda el debate. Una realidad donde las cientos de miles de víctimas siguen siendo consideradas como culpables de rebeldía y sin derecho a ser reconocidos como víctimas; negarles, despreciarles, calumniarles, sale impune pues no están reconocidas legalmente como víctimas; vejarlas no es delito

Se hace preciso preguntarse si el franquismo fue un fascismo. He aquí una de las cuestiones más polémicas en las discusiones sobre la naturaleza de la dictadura implantada por la guerra civil española. Buena parte de los acercamientos a este problema vienen con una finalidad ideológica, ideológica en el sentido de justificar o legitimar una impostura, la de que el régimen de Franco fue «necesario» y en última instancia el que construyó las bases sociológicas de la democracia actual «al crear una clase media» en los años sesenta del pasado siglo. Estas dos ideas que califico de impostura están muy extendidas y representan el núcleo del legado fraquista que ha calado en las mentes de muchos españoles. Expuestos al fuego simbólico y cultural de la dictadura durante casi tres generaciones, destruido todo el tejido social de la izquierda, ocupada la calle, el aula, la prensa, las instituciones y hasta la propia vida por un régimen totalitario basado en el nacional-catolicismo, con una represión que llegó a la aniquilación física de cientos de miles, los españoles, incluso los resistentes, han tenido que convivir con las explicaciones que para tanto horror el régimen desarrollo.

El franquismo sociológico lo componen las categorías explicativas de la realidad destiladas por el régimen, transmitidas por osmosis cotidiana a toda la población y que interiorizadas por ésta orientan todavía hoy parte de su conducta o impregnan su explicación de la historia colectiva. La actual batalla por la memoria se produce sobre este campo de lid: la interpretación del pasado como clave para construir el futuro. Pero uno de los problemas del franquismo sociológico consiste en que caló al conjunto de la población hasta lo más profundo, de la misma forma que el odio y la violencia ejercidos sobre una persona maltratada pueden causar una rotura moral: la derrota de la República fue interiorizada por muchos de los supervivientes, la generación nacida en la guerra, los niños de los años cuarenta y cincuenta crecieron en un mundo basado en el holocausto de la generación de sus padres, y en la infamia permanente hacia su recuerdo; el pasado republicano y democrático fue anulado, decretado su olvido y demolidos sus restos hasta casi hacerlos desaparecer. Han tenido que pasar 70 años para levantar cabeza y que la lucha por recuperar la memoria colectiva pudiera avanzar significativamente.

Que el franquismo fuera un fascismo significaría que se le asociaría a un concepto político, a una ideología y unos regímenes que fueron abyectos y criminales, pues como abyectos y criminales han pasado a la historia y a la memoria colectiva de los pueblos europeos. No hay exoneración posible para Franco si resultase que fue fascista. La memoria de los crímenes del fascismo es parte de la identidad colectiva de los europeos, existiendo un consenso ciudadano básico en toda Europa que lo condena y hasta combate institucionalmente toda manifestación pública por el nazismo o el fascismo.

Pero el origen de la consideración negativa del fascismo como algo inherente a la identidad democrática de los europeos es algo que arranca tanto de la experiencia vivida de las dictaduras y guerras del pasado como del hecho cierto de que la victoria aliada de 1945 posibilitó educar a la ciudadanía en el recuerdo de los horrores del nazifascismo y sus crímenes. En España, la victoria de Franco en la guerra civil y los largos años de su régimen, por el contrario proscribieron esa interpretación. Sólo los ecos de la derrota nazifascista procedentes del extranjero llevaron a extender en España que esos regímenes fueron criminales y que en sus ideologías latía con claridad la guerra, el racismo y el genocidio de los diferentes. La longevidad del régimen de Franco forzó su adaptación a otros discursos y matices y hasta obras de autoría del propio dictador, como fue el guión de la película «Raza», fueron censurados y reescritos para negar el origen fascista del régimen y —si recogemos su propia autoimáge— reconvertirlo en algo «netamente español, autoritario, duro en ocasiones pero adaptado a la idiosincracia del pueblo hispano». El régimen intentó lavar sus orígenes y negar su pasado, construyendo una historia mítica de sus inicios y de las causas y motivaciones de la Guerra Civil. Una población en estado de shock, golpeada por una guerra y una represión atroz y sometida a un ferreo control ideológico mediante la escuela, el púlpito y la necesidad de sobrevivir cada cada día, acabó por creer realmente que España era diferente, que aquí no hubo fascismo sino «otra cosa» y que los nazis y fascistas italianos que vinieron a combatir a la República eran «menos nazis» o «menos fascistas» que los que combatieron en la Segunda Guerra Mundial.

Pero España no es diferente, ni existe en un mundo aislado, la historia fluyó en España por otros derroteros, eso es todo. Y los Estados Unidos apoyaron al régimen franquista a  cambio de concesiones militares y económicas que vulneraron lo más básico de nuestra soberanía nacional y ayudaron a maquillar a los antiguos verdugos y formaron a sus hijos en las escuelas de negocios y las redes empresariales desde 1959, poniendo las bases ideológicas, el software, de la futura transición.

En el marco de la Guerra Fría, los Estados Unidos promovieron un frente de lucha contra el comunismo que incluyó reescribir la historia y hacer olvidar, cuando no negar, la complicidad y claudicaciones de las potencias democráticas (Francia, Inglaterra, Estados Unidos) ante el ascenso del nazismo y el fascismo. Los años de la alianza con la URSS para lograr derrotar a Hitler y el Eje fueron pasados a segundo plano y se desarrollaron planes para influir en el mundo académico, social e intelectual y extender una visión interesada y falsa: comunismo y fascismo como equivalentes. Se trataba de hacer pasar al olvido la responsabilidad de las clases dirigentes occidentales en el ascenso del nazismo, ocultar su apoyo y simpatía iniciales por los nazis y fascistas, pero sobre todo combatir el prestigio de la URSS como campeona de la lucha antifascista, pues ese prestigio era «peligroso» en el contexto de la Guerra Fría. Millones de doláres fueron gastados en reclutar escritores, académicos, intelectuales y periodistas para extender esa «homologación» entre ambas ideologías o sistemas. Nace así la relectura del término «totalitarismo» para identificar con una sola palabra a comunistas y nazis. Nombres eminentes de las ciencias sociales, H. Arendt, I. Berlin, D. Bell y muchos otros, recibieron becas, honores, invitaciones, cursos y estancias académicas en una labor de años y gran coste que lograse reinterpretar los hechos del pasado. Esto incluía redefinir muchos conceptos, olvidar unos, inventar otros, pero sobre todo, controlar el pensamiento controlando el lenguaje, los medios de masas y los sistemas de reproducción del conocimiento como las universidades.

El fascismo y el nazismo estaban grabados a fuego en la vida y las mentes de los europeos como la quintaesencia del horror y era imposible rebajar o transformar esa valoración. Se optó por reducir ambos fenómenos a la categoría de mal demoniaco absoluto y aislarlos de su contexto social de origen y de las complicidades sociales y de clase que posibilitaron la existencia de las dictaduras alemana e italiana. Según esto, Hitler actuó sólo, Mussolini fue un enajenado, si acaso la sociedad de sus naciones se vio fascinada por las imagenes y ensoñaciones y cayeron en un sueño criminal, pero en el que las clases dirigentes europeas nunca tuvieron responsabilidad alguna. Reducido a la condición de mal absoluto y autoreferente, el nazifascismo pasaba a ser una patología psiquiatrica en la que la psicología social era la clave para su explicación y no los intereses de clase y las ideologías de los poderosos que se aprovecharon de su ascenso y pretendieron utilizarles para destruir a la izquierda y, atención, a la URSS.

Si pretendieron mostrar al nazifascismo como una patología psiquiátrica, aislada de conxiones con los viejos poderes y clases, la operación de la Guerra Fría incluía dos pasos más: el segundo fue ocultar celosamente ante la opinión pública el reclutamiento y reciclaje de los antiguos nazis, fascistas y colaboracionistas que podrían ser de utilidad, y en tercer lugar, igualar a comunismo y fascismo. Si se conseguía traspasar al comunismo la carga negativa del fascismo, la batalla cultural de la Guerra Fría podría ganarse.

Si estos eran los terminos de la Guerra Fría fuera de las fronteras españolas en los años cincuenta y sesenta, podremos comprender que las oportunidades y el glamour de Franco y su régimen entre sus nuevos protectores imperiales eran grandes. Sometida a una dictadura brutal, fruto de una guerra de aniquilación y con años de sangrienta represión encima, la opinión pública no contaba y estaba además inerme.

Un profesor español, Juan Linz Storch de Gracia recibió en los años cincuenta becas y ayudas para completar sus estudios en Estados Unidos. Esta colaboración académica se realizó en el marco de los planes de la CIA para su estrategia de lucha cultural e ideológica. El profesor Linz cumplió su tarea: sus escritos sobre el totalitarismo y los fascismos son hoy clásicos en las ciencias sociales y concluyente en aspectos clave. El franquismo no fue un régimen fascista según las ciencias sociales escritas al dictado de la Guerra Fría. Y tampoco fue, según Linz, un régimen totalitario. poco importa que Primo de Rivera, el propio Franco o los preámbulos de numerosas leyes de los años 40 afirmasen ufanas la pretensión o el carácter totalitario de su estado.

Si se hubiera concluido que el franquismo fue un fascismo hubiera resultado que los Estados Unidos apoyaban a un fascista y esto era algo que la lucha de propagandas en la Guerra Fría exigía una contestación. Franco y su régimen eran —así lo explicaban— un régimen «autoritario», «paternalista», nacido de una convulsión «conservadora» de la parte «sana» de la nación ante «el peligro del comunismo» al que la República abocaba a España en una hora difícil. Linz fue el primero de los científicos sociales en defender esta teoría explicativa de la historia de España reciente y de la naturaleza de su régimen. Para la oligarquía que apoyaba a Franco y para las clases sociales poderosas que se beneficiaban de su régimen tal lavado de cara fue una bendición. Tal explicación de la naturaleza del régimen fue asumida por este y transmitida de forma masiva con notable éxito. El mundo nazifascista acabó en 1945 cuando el ejército Rojo tomó Berlín y aquella parte de la historia era agua pasada, el Franquismo y cuanto representaba se adaptaron a la nueva situación y aprovecharon el apoyo norteamericano, pues el capitalismo no necesitaba de la democracia para sobrevivir y un carnicero en Madrid era mucho más útil  y funcional para el juego imperial de los Estados Unidos que una España y u pueblo español soberano y dueño de sus destinos.

El régimen de Franco, fosilizado en sus instituciones y en su práctica hasta su misma muerte, vio su recambio garantizado por una curiosa mezcla de hijos de fascistas educados en las escuelas de negocios norteamericanas y alimentados en un liberalismo que no necesitaba de la democracia y era ferozmente anticomunista.

Esta conjunción entre los liberales campeones de la Guerra Fría y los cuadros del «Movimiento Nacional» fue la partera de la Transición política que basada en la desmemoria y el olvido pero, sobre todo, en la impunidad absoluta de quienes participaron de los crímenes fraquistas y se enriquecieron con su régimen, permitió superar el trauma «sucesorio» impuesto por el ciclo biológico vital del dictador.

Un Franco fascista implicaba un régimen apestado, impresentable. Para el mundo de su propia época lo fue precisamente por esa consideración, pero ua vez muerto el dictador la funcionalidad era otra y las clases dirigentes españolas, las mismas que se aprovecharon activa y directamente del dictador, precisaban salir del ostracismo de décadas y retornar al mundo civilizado. Siendo la impunidad una necesidad estructural de la Transición, detalles como la relación fundacional del régimen fraquista con el fascismo y el nazismo y su papel clave durante la guerra civil española  tenían por fuerza que ser olvidados.

En realidad. después de treinta años de Transición a lo que asistimos es a que, acabada la escenificación del olvido, entra con fuerza la visión revisionista de la historia. ¿Franco fascista? ¿Nazis en España? No, por favor, no…, el legado revisionista de la Guerra Fría pasa a ocupar su lugar y se denota como algo muy  práctico. Puede bastarnos con un ejemplo: el expresidente José María Aznar ha empleado en numerosas ocasiones  el apelativo «fascista» como algo negativo, asociado a crimen político, violencia, terror, prácticas antidemocráticas. La palabra forma parte de su actual credo cotidiano. Pero lejos de suponer esto una prueba de conciencia democrática, el uso y empleo del término por parte de la clase política conservadora española  es fruto tanto de la desmemoria como de las lecciones de factura neoconservadora procedentes del otro lado del Atlántico. Aznar ha olvidado conscientemente la imagen de su propio padre, Don Manuel Aznar, vestido con el uniforme del partido único, con su camisa azul y corbata negra, con su casaca blanca con las condecoraciones y toda la parafernalia simbólica de la letal variante hispana del fascismo. Las fototecas están ahí, no obstante, y son recuerdo notario del pasado.

Si la discusión sobre la naturaleza del franquismo y su ser o no fascista está llena de ideología, ¿puede imaginarse acaso un acercamiento técnico, más objetivo a la cuestión?

¿Qué nos dice la sociología, la ciencia política, las ciencias sociales, sobre el fascismo y sus encuentros/desencuentros con el franquismo?

Linz empleo años, esfuerzo y muchas páginas para separar el franquismo de los fascismos. Ya vemos en qué contexto y como resultado de qué clima.

El fascismo como epifenómeno, esto es, como realidad geográfica y temporalmente localizada, está perfectamente definido. El Diccionario de la Academia lo hace sucintamente: «Fascismo: Movimiento político y social de carácter totalitario que se produjo en Italia, por iniciativa de Benito Mussolini, después de la Primera Guerra Mundial.», en su primera acepción y en su segunda como la «Doctrina de este partido italiano y de las similares en otros países.»

Entiéndese por fascismo, ciertamente, un fenómeno social surgido en Italia en los años inmediatos a la primera guerra mundial y que se hace con el control del país, liquidando el sistema constitucional desde arriba y desde dentro de las instituciones. Como Credo Político, el fascismo no poseía un corpus estricto, es más, sus fundadores reclamaban su singularidad por no tenerlo y poder así habitar en la contradicción permanente.

El fascismo hemos de describirlo a partir de su práctica, desde sus discursos, desde su conducta, a partir de la cual podemos deducir su sistema de valores.

Variante irracional de la modernidad, reacción contra ella, el fascismo constituye uno de los más depurados monstruos generados en el interior de la sociedad burguesa del siglo XX. Si los valores son los que orientan las conductas, observando éstas podrémos conocer aquellos.

El fascismo niega los valores universales de libertad, igualdad y fraternidad. Niega que haya valores universales para todos los seres humanos y establece categorías entre ellos, algunos, sencillamente, son despojados de su misma humanidad. Es profundamente antidemocrático y hace del antiliberalismo una bandera. La fuerza, la voluntad, la violencia, lo mas primario y básico del ser humano, sus emociones mas primitivas son valoradas por el fascismo: es contradictorio y orgulloso de serlo. Para el fascismo, la idea de que la educación es la clave del progreso humano y de que los seres humanos no están determinados por nacimiento, es un horror. Educación, libre pensamiento, igualdad, universalidad, son objetivos a ser destruidos.

El epifenómeno fascista tuvo esos atributos y otros, pero desapareció como forma de estado capaz de orientar el futuro del mundo con la derrota alemana en 1944-45. Dejó de existir el estado fascista y su recuerdo, decíamos, evoca crímenes, abusos, genocidio, em toda Europa-

Si nos ponemos puristas con la interpretación técnica del fascismo, podremos concluir que el nazismo no fue lo mismo que que el fascismo. Incluso el propio Mussolini tampoco fue completamente fascista: mantuvo la dinastía de Saboya, acabó por pactar con el Vaticano y hasta con las clases parasitarias y atrasadas de la Italia de los años veinte y treinta. Mussolini hubiese sido coherentemente fascista sólo durante los meses de la República Social Italiana basada en Saló (Italia del Norte) y, quizá, poco más.

Hay que tener cuidado con los razonamientos pretendidamente técnicos.  El franquismo no fue «el fascismo», algo exclusivamente italiano, pero ¿fue «un fascismo»? Es decir, ¿constituye el fascismo una categoría política? La respuesta a esta última pregunta es claramente sí. El fascismo como fenómeno sociológico, las manifestaciones sociopolíticas del fascismo son reconocibles como un proceso y una práctica con efectos y funcionalidades concretas dentro de la estructura social de una nación sumida en un avatar de este tipo.

El fascismo como tal surgió en la Italia de los años veinte como resultado de una crisis moral y social muy profunda nacida de las contradicciones de la Gran Guerra. Educados en los valores burgueses, embrutecidos en las trincheras por una carnicería sin sentido, muchos veteranos se sintieron completamente desplazados de su vida de origen y de la sociedad que les envío a morir. Se abrió paso un odio profundo hacia la izquierda que negaba los valores patrios por los que habían luchado y muerto en masa y también hacia las oligarquias económicas y los poderes tradicionales a los que tachaban de corruptos y débiles. El fascismo nace de esas contradicciones y muy pronto las clases dirigentes creyeron poder emplear a aquella escoria resentida como fuerza de choque contra la izquierda y frenar cualquier peligro a sus intereses en los convulsos años posteriores a 1918. En el caso alemán, las hienas acabaron por devorar a quienes creyeron poder emplearlas a su servicio. En Italia la situación fue distinta, el fascismo creció y creció tras ser invitado a ocupar el gobierno del estado, llegando a inundar por completo la sociedad. El término «totalitarismo» surgió como un epíteto descriptivo de su discurso y su práctica y aunque el neologismo procede de un socialista italiano, complació a Mussolini y a los otros dictadores que llegaron a emplearlo ufanos y sin temor alguno, algo que contradice los esfuerzos de la Guerra Fría por reescribir la historia. En Italia, decíamos, el fascismo pareció llegar a una simbiosis con los poderes tradicionales y su dominación y ascenso se iba logrando por expansión cuasigaseosa, es decir, ocupando todos los espacios sociales, sin dejar un sólo espacio libre, sin ocupar. No devoró al poder tradicional, no. En Italia lo que ocurrió fue, que el fascismo en el poder, llevó al Estado italiano a participar en una guerra mundial total en la que la derrota sería también total. Puso en peligro al estado tradicional, a las clases dirigentes tradicionales, al asumir el peligro y riesgo de una contienda mundial vista como inútil e injusticada por todos salvo, quizás por el mismo Mussolini. El fascismo como aventurerismo y como aventura arriesgada, tuvo en la historia italiana su epítome. En el caso alemán, el fascismo muestra el peligro del aventurero fanático que lleva el poder, el terror y el sectarismo al extremo, hasta el punto de causar la mayor catástrofe de la historia humana hasta la fecha.

¿Y en España?

A diferencia de otras naciones, en España se instaura un régimen fascista, pues fascista fue su discurso, su apariencia, su estilo y hasta la estructura de su estado, como resultado de un golpe y una guerra. El golpe contra la República constitucional de 1931 no surgió como un golpe fascista, pues el fascismo español ideológicamente identificable como tal era extraordinariamente débil y no llegó a ser un fenómeno de masas. Fueron militares de ideología reaccionaria, nacional-católica y marcadamente antiliberales y antidemocráticos los que diseñaron un golpe de estado genocida. En ese objetivo, la actuación de los escuadristas fascista tuvo un cometido escueto; en un principio, se les precisó como verdugos vocacionales; en un segundo momento, como carne de cañon en los frentes de batalla y, finalmente, muerto el fundador de Falange, el militar que acabó asumiendo los poderes únicos entre los sublevados utilizó los recursos dramáticos del fascismo europeo en su variante española para dotar al teatro del nuevo estado «nacional» de música, letra y atrezzos diversos.

En España, a diferencia de Italia y Alemania, el fascismo y los fascistas estuvieron siempre bajo control del movimiento reaccionario , es decir el viejo sueño de los generales alemanes, o de la monarquía italiana y sus apoyos oligárquicos tradicionales. Fue un fascismo real a la vez que teatral  de quita y pon, que perduró en su tramoya externa hasta 1976, es decir, casi 30 años después de 1945 y la derrota del Eje. Pero estas características históricas no deben hacer olvidar algo terrible.

La variante hispana del fascismo, el régimen franquista, gran crisol de reaccionarios católicos, monarquicos tradicionalistas, fascistas estéticos y verdugos vocacionales, fue mucho más letal y mortífero que el original fascismo italiano. En España, el fascismo franquista se instauró mediante un espantoso baño de sangre y construyó la legitimidad de su régimen a través del terror, el trauma de la guerra de la guerra y la represión y la aniquilación de la memoria. Si decir fascismo en Europa es decir muerte, dictadura y represión, decir franquismo es su sinónimo. Sólo la suerte histórica del franquismo, vencedor en su guerra fundacional gracias a la ayuda nazi-fascista, y superviviente con éxito en la Guerra Fría merced a los Estados Unidos, ha llevado a pretender separarlo de sus regímenes homólogos de Hitler y Mussolini, que fueron sus contemporáneos, en los que se inspiró y a los que superó en crueldad para con su propio pueblo, pues para instaurarse tuvo que provocar y mantener una guerra de aniquilación.

El franquismo fue un fascismo funcional. Funcionó como tal, adoptó sus formas y su discurso, sirvió bien a las clases dirigentes aniquilando toda oposición y destruyendo la democracia. En el caso español, el fascismo se hibridó con el catolicismo más reaccionario, la seña de identidad de la comunidad hispana a juicio de los militares golpistas y del propio pensamiento de Primo de Ribera. La variante española del totalitarismo se construyó con una doble cara simultánea: nacional-catolicismo como cemento ideológico de la dictadura y estética fascista. Sólo la herencia de la Guerra Fría que se resiste a desaparecer en la actualidad, mantiene la confusión sobre la naturaleza del franquismo, al que podemos considerar sin equivocarnos como un  fascismo…

https://memoriaguadalajara.wordpress.com/2015/06/26/fue-el-franquismo-un-fascismo-pedro-a-garcia-bilbao/

miércoles, 17 de junio de 2015

"Las verdaderas preguntas sobre Rita Maestre y la capilla de la Complutense", por Ignacio Escolar

¿Qué pinta una capilla católica en una universidad pública de un Estado aconfesional? ¿Acaso hay también una mezquita? ¿Una sinagoga? ¿Un rincón de rezos al espagueti volador?


16/06/2015 

La pregunta no es si la concejal y portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre, tiene que dimitir. Ni tampoco si debe pedir disculpas, o si fue un error ponerla en las listas estando imputada. Las grandes preguntas de este caso son otras.

¿Qué pinta una capilla católica en una universidad pública de un Estado que en su Constitución se dice aconfesional? ¿Acaso hay también una mezquita? ¿Una sinagoga? ¿Un rincón de rezos al espagueti volador?

¿Qué clase de Código Penal tenemos en España para que una protesta pacífica –sí, pacífica: corear consignas o enseñar las tetas dista mucho de ser violencia, aunque se digan palabrotas o se elogie el sexo oral entre mujeres– pueda ser condenada con un año de cárcel cuando “ofende a los sentimientos religiosos”? ¿Por qué razón el “sentimiento religioso” debe estar presente en la ley? ¿Cabe el delito de blasfemia en un país democrático y aconfesional?

¿Por qué es ahora, justo ahora, cuando transciende que el fiscal pide un año de cárcel contra Rita Maestre en un escrito de hace un año por un proceso judicial que se inició hace cuatro años?

¿Qué entendían por "Je suis Charlie" los que hace nada repetían que eran Charlie? ¿Nunca leyeron la revista o es que no hablan francés?

¿Por qué la justicia rusa es tiránica y totalitaria cuando encarcela a las Pussy Riot pero no lo es la española cuando pide un año de cárcel por una protesta similar? ¿Cuál es exactamente la diferencia entre una "asaltacapillas" –como califica la derecha a Rita Maestre– y unas "luchadoras por la libertad"?

¿Alguien sabe explicar por qué razón toda la prensa de papel es unánime en destacar los tuits de Guillermo Zapata en sus portadas, pero ni uno solo de los periódicos tiene un hueco en ellas para contar que el caso Gürtel será juzgado por dos jueces nombrados por el PP?

¿Por qué la misma prensa que es tan comprensiva con el dinero negro y las cuentas en Suiza es tan contundente con el humor negro y las cuentas en Twitter?

¿Por qué razón el PP considera motivo de dimisión hacer mofa de las víctimas del nazismo, mientras mantiene como portavoces a dos diputados –Rafael Hernando, Pablo Casado y tantos otros más– que se han burlado de las víctimas del franquismo y no han pedido disculpas jamás? ¿Es que Alemania nos pilla más cerca que las cunetas de este país?

¿Cómo es posible que un ministro de Interior que  no ve problemas en homenajear a la División Azul y se recoge a “meditar” en la tumba de Franco, el Valle de los Caídos, se atreva a dar lecciones a los demás?

¿Cómo tolerar que el mismo PP que ha hecho propaganda electoral xenófoba pretenda denunciar los tuits de Zapata en el Parlamento Europeo por “racistas”?

Las respuestas a estas preguntas son bastante obvias. Tan obvias como la campaña organizada de la derecha política y mediática contra las candidaturas que legítimamente gobiernan en Barcelona, en Zaragoza, en Santiago, en Cádiz, en A Coruña, en Valencia y en Madrid.

No les han dado ni 24 horas de plazo. No van a parar.

http://www.eldiario.es/escolar/verdaderas-preguntas-Rita-Maestre-Complutense_6_399370111.html

"Respuesta a Rafael Reig: una candidatura de Unidad Popular para las elecciones generales podría cambiar este país", por Alberto Garzón

Respuesta a Rafael Reig: una candidatura de Unidad Popular para las elecciones generales podría cambiar este país

"Con muchas otras personas, fuerzas políticas y movimientos sociales tenemos la necesidad moral y política de ponernos de acuerdo en un programa mínimo y cooperar para implantarlo", afirma el autor en respuesta a Rafael Reig

Alberto Garzón Espinosa   - Candidato de IU a la presidencia del Gobierno
09/06/2015

Compañero Rafael, tengo que comenzar diciéndote que sí creo que estamos viviendo una segunda transición. Está ya en marcha, y no sólo es de naturaleza política sino que es sobre todo de naturaleza económica. Desde hace ya varios años sufrimos los efectos de un proceso constituyente dirigido por la oligarquía económica y política que consiste, en lo esencial, en adaptar todas las instituciones políticas y jurídicas a las necesidades actuales del capitalismo. Adaptación que se logra a través de la aprobación y ejecución de las llamadas reformas estructurales. Hablo de las reformas laborales, financieras, de educación y sanidad, de pensiones, de la administración e incluso de las constitucionales. Todas ellas buscan constituir un nuevo entramado institucional que permita la vuelta de los beneficios de los llamados mercados, consiguiendo así que prosiga su curso esta rueda que es el capitalismo y en cuyo seno somos como hámsteres que corremos más deprisa para correr aún más deprisa. No hace falta decir que este proceso constituyente –que destituye el anterior– implica un nuevo orden social, pues los sacrificios recaen sobre las espaldas de las gentes trabajadoras y de la mayoría social. Un nuevo orden social de precariedad sistémica y crisis permanente es lo que se dibuja en ese horizonte. La consolidación del neoliberalismo como ideología y modelo de vida. No hace falta abundar en muchos datos, pues la calle es mejor reflejo de ello que cualquier estadística.

Como economista de inspiración clásica, la de Smith-Ricardo-Marx, considero que es aquí, en las condiciones materiales de vida de la gente, donde se pueden encontrar las mejores pistas que expliquen el comportamiento electoral. La conspiración siempre existe en política, desde luego, sea en los pequeños asuntos o en los más grandes, pero no vale como única explicación de por qué se producen convulsiones tan fuertes en el panorama electoral. Y sobre todo, recurrir a la conspiración como explicación nos lleva a un terreno de análisis que es casi cualquier cosa menos científico.

Efectivamente, allá por verano de 2013 las encuestas dieron en alguna ocasión a IU una intención directa de voto superior a la que tenía el PSOE. Incluso el FMI público en agosto un informe sobre España advirtiendo de los riesgos que conllevaba, para la correcta aplicación de las reformas estructurales, la pérdida de popularidad del bipartidismo. Lo sé bien porque yo mismo pude comprobar una y otra vez, y en cada debate, los miedos de mis adversarios políticos en el hemiciclo: Guindos, Montoro, Draghi, etc. Por entonces, muchos exigíamos un salto cualitativo en las prácticas de nuestra organización así como no contentarnos con el 15% que pronosticaban esas encuestas. Y ello porque de una parte asumíamos errores, a pesar del crecimiento electoral aparente, y por otra entendíamos que transformar esta sociedad requería un apoyo bastante más amplio que el de un 15%. Pero, sobre todo, pensábamos que había un espacio de ruptura que permitía que el proceso constituyente fuera dirigido por las izquierdas, por la mayoría social. Y eso requería adaptar los instrumentos políticos al nuevo contexto –el del desguace del Estado Social y la descomposición de la Estructura Social del país–.

Fíjate, compañero Rafael, que ya en marzo de 2013 le contesté a la periodista Olga Rodríguez, en una entrevista publicada en este mismo diario, que "la gente necesita un instrumento: o Izquierda Unida se convierte en ese instrumento, o si no, la gente buscará otro. Por eso IU tiene que mostrarse atractivo, demostrar que puede aglutinar a la gente a través de un proceso de refundación como el que se planteó en el pasado". Perdón por la autocita, pero se me antoja útil para el debate repasar en estos momentos aquella entrevista. Y no sólo por esa respuesta, pues allí también volvía a insistir en la necesidad de lo que ahora llamamos Unidad Popular. Y, claro, no existía aún Podemos.

Lo que está claro, a mi juicio, es que Podemos tampoco es el instrumento que necesita la mayoría social y sobre el que pensábamos en 2013. Creo que el instrumento es la Unidad Popular, que es mucho más que Podemos y que IU. Yo saludé la iniciativa de Podemos cuando surgió, aun no estando de acuerdo con tal hecho, porque entendía que podía ayudar a construir un movimiento de izquierdas rupturista que evitara la consolidación neoliberal. Pensaba que podríamos cooperar desde nuestra autonomía y que todo ello sería un catalizador de cambios necesarios en toda la izquierda. El programa era idéntico al nuestro y la mayoría de sus integrantes eran compañeros de trinchera. Pablo era el compañero Pablo, aunque se presentara en otra formación.

De un tiempo a esta parte, sin embargo, ha sido preocupante tanto el vaciado ideológico del discurso oficial de Podemos como la desmovilización social que se ha producido. Pero no hay Unidad Popular si no hay calles movilizadas, si no hay mareas, marchas por la dignidad y manifestaciones reivindicativas. Y no hay solución a la crisis si el vaciado ideológico acaba desembocando en una suerte de socialdemocracia laxa que todavía no asume que ya no tiene cabida en esta Unión Europea. No obstante, estas estrategias discursivas de laboratorio no terminan de calar en la gente, aunque sus dirigentes lo intenten, porque las encuestas también dicen que según la opinión pública Podemos está más a la izquierda que IU. Por alguna razón, compañero Rafael, en el imaginario colectivo la socialdemocracia somos también nosotros. Y eso me preocupa. Porque yo soy comunista.

Quizás sea porque en IU hemos cometido errores. Errores como una excesiva institucionalización, neutral en la mayoría de los casos y cancerígena en el caso de Madrid y la gestión de Caja Madrid. Errores que en esta etapa estamos resolviendo con enorme rapidez para poder ser un instrumento útil para la transformación social, que es lo que buscamos. Atrás quedan ya esos rasgos del marxismo-ladrillismo, la vicepresidencia en CajaMadrid-Bankia, la fundación de Ángel Pérez y otros errores de bulto. Lo que queda somos 30.000 militantes honestos y dispuestos a dar la batalla para cambiar este país, con más de un millón de votos en las últimas elecciones y más de dos mil concejales en todo el territorio.

Pero no tenemos la capacidad para lograr nuestros objetivos en solitario. Por eso con muchas otras personas, fuerzas políticas y movimientos sociales tenemos la necesidad moral y política de ponernos de acuerdo en un programa mínimo y cooperar para implantarlo. En ese sentido, poco ha cambiado desde 2013. Los retos políticos también son los mismos.

Por suerte, más allá de los errores de IU, de Podemos y de otras formaciones, la gente que lucha ha logrado ponerse de acuerdo en espacios de Unidad Popular de cara a las pasadas elecciones municipales. No ha sido fácil, pero muchas experiencias han tenido éxito y han arrojado luz sobre el camino a seguir. Allí donde han cooperado las gentes de IU, Podemos, Equo, Anova, ICV… y gentes sin afiliación pero con las ideas muy claras, se ha logrado romper la espina dorsal del bipartidismo. Se han abierto procesos de esperanza que enfrentaran nuevos y más difíciles retos, el de construir la alternativa y con la oligarquía en contra.

Y se da además la circunstancia de que hoy la realidad –no las encuestas– han reflejado también que Podemos tampoco podrá cambiar nada relevante en solitario, pues un 14% de media en votos es claramente insuficiente para cualquier empresa emancipadora. Pero también es verdad que hasta el momento sus dirigentes –no así la mayoría de sus militantes de base– parecen ignorar toda propuesta de cooperación.

Me preguntas, compañero Rafael, si sé entonces dónde nos metemos. Estoy convencido de que sí, con la convicción de quien ha defendido siempre lo mismo.

Una candidatura de Unidad Popular para las elecciones generales podría cambiar este país, evitar la transición neoliberal y poner en marcha un proceso de esperanza para las gentes trabajadoras. No es fácil, y el camino está lleno de obstáculos. Como candidato a la presidencia del país soy plenamente consciente de ello, pero he aprendido a ser coherente con mis ideas y a ignorar los insultos de quienes desde el sistema, desde dentro o desde fuera tratan de ponernos zancadillas. Por eso decimos que nos vamos a dejar la piel en intentarlo.

Tenemos también muy claro que este país no puede repetir la experiencia italiana, pues la ausencia de una izquierda organizada e ideologizada sólo trae monstruos. Las luchas de nuestros padres, madres, abuelos y abuelas no pueden caer víctimas del tacticismo, ni de unos ni de otros. De ahí que le demos tanta importancia a la Unidad Popular. De ahí, compañero Rafael, que sepamos lo que queremos.

http://www.eldiario.es/zonacritica/Unidad_Popular-generales-cambiar_pais-alberto_garzon_6_396920356.html

"Balada triste de Felipe", por Alejandro Fierro

Balada triste de Felipe

10 jun 2015

Alejandro Fierro
Periodista español residente en Caracas

En los años 70, muchos cantantes españoles ya pasados de moda se refugiaban en el mercado latinoamericano. Solían pertenecer al subgénero denominado indistintamente “canción melódica”, “canción romántica” o “canción ligera”. A su llegada a Latinoamérica eran recibidos por decenas de fotógrafos y periodistas, a quienes contaban la fábula de una fama que hacía tiempo que había desaparecido o que simplemente nunca existió. La mayoría eran baladistas de segunda o tercera fila. En aquellos tiempos, sin Internet ni televisión por cable, el relato era prácticamente imposible de contrastar y, a decir verdad, los medios tampoco estaban muy interesados en hacerlo. Preferían surtir de referentes extranjeros a una frágil clase media colonizada culturalmente que ansiaba a toda costa diferenciarse de unas mayorías populares invisibles para el sistema.

El aterrizaje de Felipe González en Venezuela el pasado domingo recordó al de aquellos artistas. La prensa de derechas –lo que equivale a decir la práctica totalidad de la prensa- lo saludó como “el Campeón de la Democracia”. Las informaciones lo sitúan como un actor político principal en la escena española actual, con una influencia similar a la de Mariano Rajoy. Ojeando las crónicas que se publicaron estos días en Venezuela, el lector tiene la sensación de que la política española sigue capitaneada por el expresidente del Gobierno. Da la impresión de que España continúa en los 80.

Otro rasgo que destacó la prensa opositora fue su supuesta dilatada trayectoria en defensa de los Derechos Humanos. Aparte de fundadas sospechas sobre su responsabilidad en el terrorismo de Estados de los GAL, lo cierto es que ni como presidente ni en la actualidad, Felipe González se ha significado en esa tarea. Si así fuera, cabría preguntarse por qué no se ha interesado por los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos, por los 5,3 millones de refugiados de la vecina Colombia, el segundo país del mundo con más desplazados después de Siria, o por la situación del Marruecos regentado férreamente por Mohamed V como antes lo fuera por el íntimo amigo de Felipe, el rey Hassan II. En lugar de eso, sus esfuerzos en los últimos años se han centrado en asesorar a la multinacional energética Gas Natural Fenosa desde su consejo de administración, cultivar la amistad de empresarios como el mexicano Carlos Slim, segunda fortuna del mundo según la revista Forbes, o convertirse en conferenciante de tarifa millonaria.

Si Felipe González decidió asesorar simbólicamente a los presos Leopoldo López, Daniel Ceballos o Antonio Ledezma no fue por motivos humanitarios, sino por la comunión de intereses económicos, políticos e ideológicos que mantiene con las élites venezolanas. Por eso en ningún momento se anunció un encuentro con el Comité de Víctimas de la Guarimba (venezolanismo para designar las actividades de agitación callejera). Este Comité aglutina a cerca de 300 familiares de personas asesinadas en aquellos turbulentos meses de 2014, cuando López, Ceballos y Ledezma, entre otros, llamaron a desestabilizar el país hasta que Nicolás Maduro renunciara. De los 43 asesinados, siete lo fueron por disparos atribuidos a las fuerzas de seguridad, por lo que más de una veintena de policías permanecen detenidos y a la espera de sentencia. Los 36 restantes murieron por causas no atribuibles a la actuación policial y, en algunos casos, directamente por la acción de los manifestantes: no menos de una decena de agentes asesinados; once personas a las que dispararon cuando intentaban desmantelar una barricada para acceder a sus domicilios; varios motoristas decapitados por alambres tendidos de lado a lado de la calle…

Sin embargo, la derecha se arroga la representación de las 43 víctimas, las caracteriza sin matices como jóvenes estudiantes que pedían libertad y culpa de todas las muertes al Gobierno de Maduro, con la anuencia acrítica de cancillerías e instituciones internacionales y el respaldo unánime de la prensa mundial. Esta manipulación interesada, y el subsiguiente agravio en el apoyo internacional, fue lo que la esposa de un policía asesinado le afeó a Lilian Tintori, mujer de Leopoldo López, en un encuentro fortuito en la reciente Cumbre de las Américas. La conversación fue hurtada por la mayoría de los medios, tanto de dentro de Venezuela como de fuera, a sus audiencias.

Felipe González declaró en el aeropuerto de Maiquetía que Venezuela necesita “mucho diálogo”. Se trata de una obviedad, puesto que el diálogo es consustancial a cualquier sistema democrático, sea el venezolano, el español o el estadounidense. La democracia no es la administración de consensos impuestos, sino la gestión de conflictos inevitables en la pluralidad. Y esta gestión debe darse desde el lugar en el que el pueblo, mediante elecciones libres, ha colocado a cada actor político y con respecto al marco legal del que cada país, de forma democrática, se ha dotado.

El Estado venezolano ha aducido razones para sospechar que López, Ledezma y Ceballos conspiraron para quebrar ese marco legal y, por ende, la voluntad democrática del pueblo. Es un delito contemplado en los códigos penales de todas las democracias. Se entiende que éstas tienen derecho a defenderse de quienes quieren subvertirlas. En España se ha aplicado con profusión. También en Estados Unidos, sentenciando a cadena perpetua e incluso a pena de muerte a decenas de personas al abrigo de la paranoia terrorista. Pero es Venezuela la que escandaliza al mundo cuando lo utiliza.

Antes de arribar a Caracas, Felipe González ya sabía que no podía asistir jurídicamente a Leopoldo López, al no cumplir los requisitos que exige la ley venezolana, empezando por la colegiación (al igual que un letrado de Venezuela no puede ejercer en España sin ciertos trámites). Su regreso apresurado este martes fue, siguiendo con el símil musical, un playback malo por previsible, repetitivo y poco original. En todo momento lo único que ha importado es ocupar tiempo informativo, prescindiendo de la calidad de la pieza interpretada.

Lo que no captan estas construcciones político-mediáticas interesadas es que la Latinoamérica del siglo XXI no es la de los años 70. Sus pueblos ya no están dispuestos a escuchar la triste balada de un intérprete de medio pelo llegado del otro lado del océano y prefieren componer ellos mismos su propia música. Más allá del reducido círculo de sus fans incondicionales, la visita de la supuesta superestrella Felipe González no fue recibida con rechazo por parte de las mayorías sociales, sino con algo mucho peor para cualquier artista que se precie: la indiferencia.

http://blogs.publico.es/dominiopublico/13618/balada-triste-de-felipe/

sábado, 6 de junio de 2015

Comentario al comunicado del Foro por la Memoria de Guadalajara

Como no podía ser menos, la Federación Estatal de Foros por la Memoria apoya y hace propio el comunicado del Foro por la Memoria de Guadalajara.

Denunciamos que mientras el actual jefe del estado español, de cara a la galería internacional, homenajea en París a los combatientes republicanos y antifascistas de “La Nueve”, en el ámbito doméstico las sentencias represivas del franquismo siguen siendo firmes y legales; que docenas de miles de compañeros de los republicanos que en 1945 derrotaron al nazismo, permanecen sepultados en fosas comunes clandestinas; que en las calles de nuestros pueblos y ciudades se sigue rindiendo homenaje a los verdugos, a aquellos que mantuvieron secuestrada la soberanía nacional gracias al apoyo de los regímenes nazis y fascistas, tal y como declararon las Naciones Unidas en 1948. 

Entendemos que para la monarquía borbónica resulte imposible condenar el franquismo: cuestionar la legalidad del mismo supondría cuestionar también la Ley de Sucesión de 1969, su legitimidad de origen.

Y nos comprometemos a hacer todo lo que esté en nuestra mano para que, más pronto que tarde, los homenajes a los héroes de “La Nueve”, así como a todos los combatientes contra el franquismo y el nazifascismo, se hagan en nombre del pueblo español, por las autoridades legítimas de la 3ºRepública, heredera de la legalidad y de la memoria de la 2ª. Por las instituciones y honrando los símbolos (himno, bandera…) que nos fueron arrebatados por los militares perjuros.

Arturo Peinado, presidente de la Federación Estatal de Foros por la Memoria


Enlace al comunicado:
https://memoriaguadalajara.wordpress.com/2015/06/04/comunicado-ante-la-presencia-de-felipe-borbon-en-homenaje-a-la-nueve/


Comunicado: Ante la presencia de Felipe Borbón en homenaje a «La Nueve»

4 de Junio de 2015


COMUNICADO


Ante la noticia de la reciente inauguración oficial en París de un parque dedicado a la memoria de «La Nueve» con presencia de Felipe Borbón, actualmente Rey de España, el Foro por la Memoria de Guadalajara  y las organizaciones y ciudadanos que lo hacen suyo, desean exponer ante la opinión pública española y francesa lo siguiente:

1º Al dedicar el Ayuntamiento de París y la República Francesa este espacio a la memoria de los combatientes españoles que en las filas del ejercito francés contribuyeron a liberar París, han realizado un acto de justicia que honra a Francia.


2º Sin embargo, la presencia del actual Jefe de Estado Español, el ciudadano Borbón, actualmente Rey de España, solamente puede explicarse en los términos propios de la cortesía diplomática que lleva un jefe de estado extranjero a participar en actos de homenaje valorados en el país que se está visitando, aunque en el país de procedencia tal acto fuese impensable.

3º Debe recordarse que es la primera vez en toda su vida que Felipe Borbón, Rey de España, ha acudido a un acto oficial en el que se ha hecho homenaje público a los combatientes antifascistas españoles.

4º El primer acto de este tipo en el que ha participado Felipe Borbón es, para su vergüenza pública, un acto institucional francés, no español.

5º La opinión pública francesa debe saber que en España no existe ningún monumento público institucional que esté dedicado a la memoria de los defensores de las libertades republicanas y su constitución y a cuantos murieron en su defensa, sea en la guerra civil o en la resistencia contra la dictadura.

6º El ciudadano Borbón jamás ha hecho referencia pública ninguna a los cientos de miles de víctimas de la dictadura franquista, condenado a aquel régimen o denunciado al dictador. No ha tenido  nunca ni el menor gesto público de piedad, empatía o sentimiento alguno por las víctimas, al igual que su padre, Juan Carlos Borbón.

7º Es por ello que consideramos que la actuación de Felipe Borbón en el transcurso de su viaje oficial a París es, sencillamente, un acto de profunda hipocresía política que deshonra la memoria de cuantos lucharon por la libertad de Francia, españoles o franceses.

8º Debemos recordar públicamente que el terreno del monumento memorial en el campo nazi de Mathausen dedicado a los españoles muertos en la deportación, se encuentra erigido en terreno donado por la República Francesa, en acto de fraternidad francés con los deportados españoles ante la actitud despreciativa del Estado Español. Es difícil que honrar pueda a los combatientes españoles por la libertad, quien se niega a condenar el franquismo y niega a sus víctimas.

9º No debe olvidarse que el Estado Español cuya máxima representación ostenta Felipe Borbón, sigue considerando legales las disposiciones del gobierno franquista que condujeron a la muerte a cientos de miles de españoles, al igual que a la deportación a los campos nazis de miles de soldados y población civil española detenida en la Francia ocupada.

10º Por todo ello, como españoles, como antifascistas y desde los valores republicanos compartidos, solicitamos a las asociaciones, partidos, sindicatos y a todos los ciudadanos de Francia que se sienten identificados con la lucha antifascista y la Francia Libre en cuyas filas nuestros respectivos compatriotas lucharon juntos, que declaren persona NON GRATA a Felipe Borbón, Rey de España, en cualquier acto público relacionado con el antifascismo, la deportación o el antisemitismo mientras el Estado Español no declare nulas las leyes y tribunales franquistas que siguen considerando rebeldes a los combatientes de La Nueve y a cuantos se enfrentaron a la dictadura, y expresen hoy públicamente su rechazo a este acto hipócrita que lejos de acercar nuestros países, lo que hace es despreciar a los que lucharon por la Libertad de Francia y la liberación de España.

A todos os llamamos, difundid estas palabras y que no haya acto público donde no se recuerden.

Solicitamos expresamente que quienes compartan este comunicado envíen una adhesión que haremos pública.
[ foroporlamemoriaguadalajara@gmail.com ] [nombre, localidad/país, organización]

En memoria de los combatientes españoles y Franceses de la Francia Libre y de la Resistencia Antifranquista.

Viva la República!!

En ausencia de las autoridades legales de la Tercera República

"Memoria y Unidad Popular", por José Mª Pedreño

José Mª Pedreño Gómez. La Trinchera Roja,


Memoria y Unidad Popular

José Mª Pedreño. La Trinchera Roja, 6 junio 2015


Se hace necesario decir algo en estos momentos, en los que el movimiento memorialista democrático parece haber decaído después de tiempos de esplendor, ocultado por otros movimientos cívicos vinculados a una situación de emergencia social en la que están en juego las necesidades básicas de millones de personas. Hay que recordar que, años atrás, cuando la mayoría social pensaba que éramos los nuevos ricos -aunque algunos predecíamos la hecatombe a la que nos llevaba el neoliberalismo, y así tratábamos de explicarlo en nuestros escritos-, el memorialista era uno de los pocos movimientos sociales capaz de romper los cercos mediáticos y de movilizar a muchos sectores de la sociedad. Estamos viviendo un proceso histórico en el que más que nunca se ha evidenciado que deshistoriar las relaciones sociales y políticas es uno de los instrumentos más eficaces con los que cuentan las clases dominantes para mantener su dominio cultural y, a través de él, su dominio económico y político. Esa es la importancia principal de mantener vivo el movimiento memorialista democrático.

Como militante comunista, siempre he pensado y creído firmemente que mi obligación era luchar contra la injusticia allá donde se encontrara. Creo que en un mundo plagado de injusticias lo más decente que puede hacer una persona es ser comunista, y esto, para mí, no sólo es una cuestión semántica, sino que supone un compromiso firme con unas convicciones ideológicas y una forma de entender la vida muy determinadas que chocan con la cultura dominante. A menudo, se está diciendo, desde la izquierda, que la bandera roja y la hoz y el martillo, o la bandera tricolor, son símbolos del pasado que asustan a la gente, pero los símbolos son muy importantes. Al igual que la cara es el espejo del alma, los símbolos son el espejo del pensamiento. Ocultarlos, argumentando cuestiones tácticas o estratégicas, forma parte del discurso de la ambigüedad que podrá proporcionar votos, pero con el que no se conseguirán grandes cambios si a la hora de la verdad no hay un horizonte claro: un proyecto político en el que se diseñe un nuevo modelo de estado, un nuevo modelo social y un nuevo modelo económico. Un proyecto político que hunda sus raíces en las ideas y sueños de los que nos precedieron en la lucha por la Justicia y la Libertad y adaptado a los nuevos tiempos. Los votos deben conseguirse por haber ganado la hegemonía, no por adaptar el discurso a la cultura dominante, ya que la cultura dominante es -como decía Karl Marx- la cultura de la clase dominante. Y en estos momentos ,buena parte de los de abajo -como se está llamando a las clases populares- tienen bien arraigada en su pensamiento y su forma de actuar en la vida cotidiana, la cultura dominante. La ruptura de los cercos mediáticos, a la hora de ganar la hegemonía es fundamental, ya que la mayor parte de los medios de comunicación están en manos de los de arriba -tal como se está denominando a las clases dominantes y a la oligarquía-. La comunicación a través de Internet, es un elemento no desdeñable, pero no podemos olvidar que son los de arriba los que controlan las comunicaciones y también usan la red para divulgar su ideología.

Los Foros por la Memoria nacieron con la idea de que la Memoria Democrática -en aquellos momentos la denominábamos Memoria Histórica-  fuera uno de los ejes de reconstrucción de la izquierda –desde y con su pluralidad, y entendiendo el anarquismo como parte de la misma- tras la derrota sufrida por las clases populares al final del siglo XX, y ante la evidencia clara de que, tras la caída de los regímenes denominados de socialismo real del centro y este europeos, la aseveración de Fukuyama sobre el “fin de la Historia” y la desaparición de las ideologías, se habría paso lo que se ha dado en llamar “pensamiento único” que, en la práctica, no es otra cosa que mantener que los postulados del neoliberalismo (democracia formal, en apariencia, más mercado libre y desregulado), como ideología del capitalismo, son lo único aceptable, negando todo pensamiento que contradiga estos principios. En esos mismos momentos, Jorge Bush (hijo) hablaba de la implantación del “nuevo orden mundial”, que no era otra cosa que imponer, por activa (mediante la guerra), o por pasiva (a través de “revoluciones” naranjas), el marco necesario para el desarrollo del capitalismo global. Al mismo tiempo, la derrota provocó la desaparición de referentes reales y el desarme ideológico de la izquierda europea en general –y de la española en particular, con sus peculiaridades-, que se dejó arrastrar por las tendencias ideológicas triunfantes tras la larga lucha que se desarrolló a escala mundial durante todo el siglo XX. Ante esta situación, influidos por diversas lecturas (Antonio Gramsci, Marta Harnecker, Peter Weiss, Howard Zinn, James Petras, Chomsky y otros), análisis sobre la realidad que nos rodeaba y la práctica militante de base que desarrollábamos en el Centro Social Haydée Santamaría, que nos daba resultados positivos, algunos llegamos a la conclusión de que se hacía muy necesario buscar referentes históricos positivos que ayudasen a la izquierda a reconstruirse ideológicamente y ser capaz de luchar contra la cultura dominante, para reconstruirla también organizativamente, con el objetivo de que las clases populares dominadas pudieran dotarse de los instrumentos de lucha y organizaciones necesarios para combatir la implantación de un régimen político y económico injusto, basado en el “darwinismo” social, implantado a través de una aparente democracia en unos casos y de la fuerza en otros.

Nuestros objetivos eran y son todavía:
1.- Construir un frente masas en el ámbito de la lucha cultural e ideológica.
2.- Recuperar la ilusión por la utopía.
3.- Recuperar principios éticos, sociales y políticos
4.- Luchar por los Derechos Humanos, tanto políticos, como sociales y económicos.
5.- Superar el lastre de la denominada Transición.
6.- Recuperar el prestigio de la izquierda y del movimiento libertario por su lucha contra el fascismo, a través de la puesta en valor de la historia de sus militantes.
7.- Recuperar el trabajo de base como elemento principal de lucha.
8.- Recuperar la Memoria Democrática.

Todos estos años he trabajado bajo esas premisas, con aciertos y errores, pero intentando siempre hacer honor a la palabra coherencia, y es lo que he tratado siempre de transmitir a la organización. Es el primer valor que un comunista debe mantener intacto en todo momento: coherencia. Y la coherencia no es, ni más ni menos, que mantener en consonancia lo que se dice con lo que se hace, alejándose del posibilísimo y del oportunismo con el que habitualmente se actúa en la sociedad en la que vivimos y, por ende, en muchas organizaciones sociales, sindicales y políticas, en las que se confunde pragmatismo con posibilísimo y se actúa con oportunismo ya que, en vez de mantener el rumbo hacia objetivos y fines propios, se actúa en base a al momento, sin evaluar los efectos a medio y largo plazo sobre los fines. Como se ha constatado en numerosas ocasiones, hay que mantener el rumbo hacia el horizonte marcado, sin desviarse, por muy difícil que sea, sabiendo que la condición humana es un factor a tener en cuenta a la hora de trabajar, ya que la condición humana lo condiciona todo.

A pesar del los vaivenes a los que el día a día nos somete, la Federación Estatal de Foros por la Memoria durante todo ese tiempo no se ha hecho más débil, sino que se ha fortalecido con cada trabajo y cada propuesta. Contra viento y marea, con muy pocos recursos, ha sido capaz de realizar trabajos que parecen imposibles una vez pasado el tiempo. Es más, el día que hagamos el relato sobre los centenares del miles de quilómetros y los miles y miles de horas dedicados, tratando de hacer compatibles la acción política y social con nuestros trabajos habituales, a algunos les parecerá increíble saber que existen personas capaces de dedicar todo su tiempo libre a la lucha, sin pedir nada a cambio. Es porque nuestra forma de entender la militancia no se basa en tener un carnet, asistir a alguna que otra asamblea y, mientras tanto, no hacer nada, sino que para nosotros, ser militante, es estar activo continuamente. Desde la primera exhumación hasta la última, pasando por las exposiciones, proyectos de investigación, artículos, libros, películas, homenajes, monumentos, centenares de chalas de divulgación y conferencias, demandas judiciales, jornadas, concentraciones, manifestaciones, actos de desobediencia civil pacífica, nuestras páginas web, referentes en el movimiento durante mucho tiempo, y el Primer Congreso de Víctimas del Franquismo, fueron posibles gracias a la firme voluntad de militantes dispuestos a acabar con la impunidad del franquismo y poner en valor las ideas de todas y todos aquellos que nos precedieron en la defensa de la Justicia y la Libertad. Activistas muy activos, eso es lo que hemos aportado a la lucha por cambiar las cosas durante todos estos años. Nuestra voluntad era contribuir a la  construcción de la izquierda del siglo XXI, del bloque histórico, del que hablaba Antonio Gramsci y que hoy llamamos Unidad Popular que, para que algunos lo entiendan, no se trata sólo de configurar coaliciones electorales, sino la forma en que muchos creemos que tiene que organizarse el pueblo para construir la sociedad justa, libre y civilizada con la que soñamos. Las coaliciones a las que se está dando ese nombre -aunque se llamen “Ganemos”, “Ahora” o cualquier otra nombre- deben ser la representación electoral de esa Unidad Popular; del pueblo organizado para ejercer el poder desde abajo. Construir Unidad Popular es construir poder popular.

Hemos dado respuestas meditadas, debatidas, analizadas y, por tanto, muy serias y sensatas, a cada cuestión relacionada con la memoria democrática; desde la forma de entender las exhumaciones, pasando por las cuestiones jurídicas, el rigor en la investigación o las cuestiones ideológicas; todo ha sido meticulosamente estudiado para elaborar propuestas y dar respuestas a la sociedad en su conjunto y al movimiento memorialista en particular. Creo, sinceramente, que nuestra aportación durante estos años, sin menospreciar la de otros colectivos, ha sido fundamental para que los principios de Verdad, Justicia y Reparación para las víctimas del franquismo se hayan asentado en el movimiento y en las fuerzas políticas y sociales democráticas, para poner en valor las ideas que defendieron y encontrar los nexos existentes entre el presente y el pasado, así como dar un fuerte impulso al entendimiento de lo que significan los Derechos Humanos en nuestra sociedad.

Nuestros principios se asentaron en un Ideario, elaborado para marcar las líneas políticas e ideológicas alrededor de las que se movería la organización. Y eso ha sido la columna ideológica plural alrededor de la que se ha construido la organización. Somos una organización político-social, ideológicamente plural y apartidista, muy bien definida en nuestro ideario, que quiere ser un instrumento para todas las ideologías emancipadoras, por lo que no somos excluyentes con las mismas, pero entendemos que la mejor forma en que podemos ayudar en esta lucha es siendo independientes de todas ellas y generar un consenso y una cohesión interna entre los compañeros y compañeras que, desde distintos pensamientos, se vinculan a nosotros. Queremos hacer verdad aquello de que “no entierran hombres, sino semillas” y evitar los errores que en el pasado nos llevaron a la desunión en la lucha contra el enemigo común, en especial el sectarismo. Nuestra función no es ser apéndice de otros, sino influir en otros para cambiar las tendencias y que asuman nuestros planteamientos que son el resultado de las experiencias, prácticas, estudios y análisis desarrollados a lo largo de estos diez últimos años.

Siempre he mantenido que todos los cargos de dirección política y los cargos públicos - en especial si son remunerados- deben estar limitados, a lo sumo, en diez o doce años; en cualquier partido, sindicato y asociación y, por supuesto en el Foro por la Memoria y la propia Federación. Asimismo que quien debe dirigir las organizaciones tiene que ser un ejemplo de trabajo y de coherencia. Por eso decidí que mi obligación era dar paso a otros compañeros y empezar poco a poco a centrarme en otros frentes de lucha aportando mi experiencia de tantos años de militancia en movimientos sociales. Desde el movimiento vecinal hasta el movimiento memorialista democrático, pasando por el Centro Social Haydée Santamaría y el Foro por la Memoria he tratado de mantener una coherencia sin renunciar a mi ideología y sintiéndome orgulloso de ser comunista. Tal vez mis posiciones, como activista socio-político, puedan haber entrado en contradicción en algunas ocasiones con las políticas a corto plazo del Partido al que pertenezco (con periodos de exclusión en los que me he seguido considerando miembro del mismo), pero siempre desde la lealtad a los fines del mismo: un sociedad justa y libre. También mi obligación era ser leal a todos los compañeros y compañeras de la organización, teniendo en cuenta la pluralidad ideológica de la misma.

Ahora, dejando de lado componendas personales, voy a volver a la cuestión fundamental de este escrito: la situación de la Memoria Democrática, su papel en estos momentos de cambio político y algunas ideas sobre cuestiones políticas a desarrollar, así como la forma en que algunos entendemos que debe construirse la acumulación de fuerzas políticas y sociales -lo que Gramsci llamaba el bloque histórico”- necesarias para derrotar a las fuerzas políticas que sostienen el actual régimen y el proyecto político ultraliberal y ultraconservador que encarnan y que lleva en su seno un modelo basado en la exclusión social de una gran parte de la población para aumentar el enriquecimiento de una minoría.

En primer lugar, deseo realizar, desde una posición constructiva, una llamada de atención a las fuerzas políticas que hablan de la ruptura del Régimen del 78. Quiero recordarles que hablar de ruptura del Régimen del 78 sin acabar con la impunidad del franquismo, sin liquidar la institución monárquica, reinstaurando la República, sin nacionalizar los sectores estratégicos de la economía, usurpados por las oligarquías a la sombra de la dictadura y la nada “modélica Transición”, y sin recuperar la soberanía nacional frente a las élites económicas mundiales y sus aliados políticos, no es más que un “brindis al Sol”. Luchar para cambiar las cosas de verdad es luchar contra el Régimen del 78, sin disfraces y sin ambigüedades. Se habla mucho de ello, pero muy poco sobre lo que supone la ruptura y la hoja de ruta para llevarla a cabo. Porque defender el Régimen del 78, en estos momentos, no es ni más ni menos, que defender el “Nuevo Orden Mundial Imperial” que se está imponiendo desde la caída de los regímenes de socialismo real del Este y Centro Europa, por parte de las élites económicas, a través de gobiernos títeres, elegidos por los pueblos, pero que actúan a espaldas de los pueblos.

Si bien, hoy por hoy, no podemos acabar con el capitalismo, sí que podemos luchar contra él para hacerlo retroceder y esto supone entender cuestiones esenciales. Por un lado comprender que el fin del capitalismo no es el de crear riqueza, sino el de acumular riqueza y, la especulación es la mejor forma de acumular riqueza. Desde que se cambió el patrón oro, por el patrón moneda, la especulación se ha transformado en la forma más usual de extracción de plusvalías, frente a la forma productiva. El cambio nuevamente del patrón moneda, para volver al patrón oro, es fundamental para acabar con las políticas económicas de carácter monetaristas que facilitan la especulación y regresar a políticas económicas basadas en el valor real de la riqueza existente para construir un nuevo tejido productivo. Esto sólo puede hacerse con políticas fuertemente reguladores realizadas por un estado fuerte que controle todos los sectores estratégicos de la economía para ponerlos al servicio del pueblo. Ahora bien, para poder romper la  situación actual es muy necesario conocer el proceso histórico que nos ha llevado hasta hoy, para entender donde está el origen del problema; ahí entra en juego el papel de la Memoria Democrática, no sólo de nuestro país de países, sino también del mundo. No se trata sólo de hablar de víctimas, sino, también de quienes fueron los verdugos y de como se han ido adueñando de todo aupándose sobre el exterminio de millones de hombres y mujeres que, deseando un mundo libre y justo, se oponían a ellos.

La mejor aportación que el Movimiento Memorialista Democrático puede hacer a la construcción y cohesión de la Unidad Popular es unirse. Pero no utilizar la palabra “unión” como algo vacío, sino concretarlo en acuerdos mínimos sobre cuestiones básicas. Para ello, se debería realizar un gran congreso o conferencia donde todos vayamos con la mente abierta y hagamos un gran ejercicio de generosidad para poder plasmar en un documento único cuales son los factores de unión de todos y un plan de trabajo. Un acuerdo de mínimos que sirva para fortalecer el procesos de unidad del pueblo. La Memoria de los que nos precedieron en la lucha debe formar parte de la argamasa, para hacerla más fuerte, de la construcción de la Unidad Popular y la Historia debe ser elemento fundamental para identificar la raíz del proceso que nos ha llevado a la situación actual para actuar sobre la base que sustenta las relaciones de dominio actuales.