El pasado 11 de noviembre, la señora Elvira Lindo tuvo a bien dedicarme su columna, que bajo el título Comunistas pretendía desacreditarme sobre la base de una entrevista que ELPAÍS.com publicó a raíz del congreso del PCE. Aprovechó así para verter (ése es su privilegio) toda una serie de tópicos anticomunistas, que personificó en mí.
Parece molestarle que siga habiendo comunistas y jóvenes comunistas. Pues siento darle una mala noticia: jóvenes y comunistas en este país, los hay a miles. En este siglo XXI, cuando la humanidad se enfrenta a una crisis global, lo que debería extrañar no es que una joven de 26 años que vive de su trabajo crea en el comunismo, lo que debería escandalizarnos es que se defienda lo actualmente existente.
Me ataca por "seguir la estela del asalariamiento político desde pequeños". Tengo 26 años, nunca he cobrado de IU, soy arqueóloga y no encuentro trabajo (como miles de jóvenes en este país). Los jóvenes de IU decidieron de forma democrática quién de nosotros podía aceptar una beca del Consejo de la Juventud de España durante cinco meses y me eligieron a mí, entre otras cosas, porque estaba en paro.
Además, me preocupa que Lindo exagere mis palabras para divertirnos con sus prejuicios anticomunistas. Cuando puse de manifiesto que ante la celebración de la caída del muro también había que recordar lo que de positivo tuvo la Revolución de Octubre, entre otras cosas, la victoria contra el fascismo y la liberación de los campos de concentración, debió parecerle un anatema y cargó contra mí con el argumento de que me olvido de los gulags.
Yo no defiendo el estalinismo, criticado por el PCE desde hace más de 50 años, en ninguna de sus formas. Sin embargo, en estos días hemos visto cómo Merkel, Sarkozy y Berlusconi se erigían como la nueva esperanza del mundo pregonando que no hay otra alternativa. Igual han convencido a la señora Lindo. A mí no. Creo que lo que realmente les molesta es que los comunistas españoles defendemos una sociedad consecuentemente democrática: trabajamos por tener una democracia real, participativa, que sea la expresión de la voluntad de todos y no sólo una democracia formal, bipartidista y monárquica que siempre defiende a los poderosos. Socialismo y libertad fueron siempre los lemas del PCE.
A Lindo no se le podía escapar el otro tema favorito de la literatura anticomunista: Cuba, pero sin preocuparse por Guantánamo, el lugar de la isla donde se produce la violación más execrable de los derechos humanos, ni para denunciar el bloqueo genocida. Yo ya sé que no todo es perfecto en Cuba (ni en ninguna parte) pero también sé que los niveles de educación y sanidad públicas conseguidas en Cuba son difícilmente igualables. Creo que lo que más les molesta es que no se rinden.
Y ahí va el tercer tópico: que no nos rendimos. Me acusa de aprender "las enseñanzas recibidas de los viejos camaradas: no desistir nunca". Y tiene razón: tenemos ganas de luchar, de combatir las injusticias, y sobre todo de combatir el capitalismo. Yo me hice comunista después de conocer de cerca a un guerrillero, de esos que persistieron, de los que no han desistido nunca, Quico Martínez -que sigue registrado con el calificativo de "bandolero" por defender la democracia en este país-.
Me sumo a su terquedad para cambiar las cosas en mí país. Con la misma persistencia que muchos comunistas tuvieron durante 40 años para combatir un régimen y traer a España derechos y libertades, entre ellas, la libertad de expresión de la que vive la señora Lindo.
Porque en tiempos como éstos en los que el capitalismo muestra su verdadero rostro, somos muchos, mal que le pese a cierta intelectualidad, los que vamos a hacer posible cambiar el mundo.
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