miércoles, 29 de abril de 2020

Recuperar el relato de la historia, por Juan Manuel Aragüés



Recuperar el relato de la historia

Juan Manuel Aragüés. InfoLibre, 27/04/2020


contacta@infolibre.es @JArags


Que el papel lo aguanta todo es una expresión habitual de nuestro idioma. Con ella queremos poner de manifiesto la a veces evidente distancia que existe entre una declaración, una posición política, una propuesta, y el perfil o intenciones de quien la enuncia. Como el papel va perdiendo, a marchas forzadas, el privilegio comunicativo que en otras épocas tuviera, bien podríamos decir que esa capacidad de aguante, de sostenimiento, se extiende por igual a todo discurso público. Cada vez, en esta época de la posverdad, constatamos con mayor frecuencia la propensión fabulatoria de buena parte de nuestros actores sociales y políticos, atentos, en todo momento, a construirse el discurso que más se ajuste a sus necesidades, aunque este poco tenga que ver con la realidad. Y hacer hegemónica una mirada sobre la realidad garantiza la eficacia política de quien la detenta.

En los últimos años, la derecha española, en sus diferentes versiones, ha perdido buena parte de los complejos que arrastraba desde la Transición y ha comenzado a retirar todos los velos que cubrían su visión del mundo. Tras jugar durante un tiempo al juego del centrismo, como modo de adquirir legitimidad democrática, ha abandonado ese campo para regresar a un discurso profundamente reaccionario que, en muchas ocasiones, no oculta sus querencias franquistas. La crisis territorial que estamos viviendo ha ayudado mucho en esa dirección. Pero hay un campo, el de la historia de España, en concreto el período de la II República y de la Guerra Civil, en el que la derecha ha mantenido un discurso constante que los sectores progresistas de este país no han querido, o sabido, afrontar y que, entiendo, están detrás de muchas de las posiciones que en la actualidad la extrema derecha puede defender con una cierta aquiescencia social.

En efecto, la derecha, cuyo cordón umbilical con el franquismo siempre se ha mantenido activo, ha presentado el período de la II República como un episodio de caos, de violencia y desgobierno que desembocó, de modo casi necesario, en una intervención militar cuyo resultado fue el restablecimiento de la paz social en el país, aunque para ello fuera precisa una desgraciada Guerra Civil en la que, dicen, "ambos bandos cometieron barbaridades", como ocurre en toda guerra, añaden. Se convierte, de este modo, la primera experiencia democrática seria de nuestro país, con innegables logros políticos, sociales y culturales, en una época sobre la que pasar de puntillas y cuyo recuerdo resulta, incluso, incómodo. Y la Guerra Civil en un juego de equidistancias en el que no merece la pena entrar. Y así, mientras para la II Guerra Mundial nos queda muy claro dónde se encontraba la defensa de la libertad, cuando de la Guerra Civil se habla esta perspectiva desaparece por completo. Desde mi punto de vista, ese relato histórico, a pesar de nuestros tiempos democráticos, no ha dejado de ser hegemónico.

Recuerdo mis años de escolar. Cuando Franco muere, yo contaba diez años. Y recuerdo mi estupor cuando en casa, antes de la muerte del dictador, se me explicó que la Guerra Civil la había provocado un golpe de Estado encabezado por Franco. Tal como se me habían explicado las cosas en el colegio, yo había entendido que Franco siempre había sido la autoridad legítima y que la guerra la provocan quienes se sublevan contra él. Recuerdo también haber hablado de la cuestión con algún compañero de clase y cómo me contestó que Franco había traído la paz a España. Paradójico que quien provocó una guerra sea presentado como pacificador. No es de extrañar, claro, que la escuela del momento, como aparato ideológico de la dictadura, transmitiera esa versión falseada de la realidad histórica. Lo sorprendente es que, consolidada la democracia, la versión hegemónica de ese momento histórico no fuera en exceso diferente de la que transmitía la escuela franquista.

No es de extrañar que la derecha, con el respaldo de ciertos sectores sociales cargados de ingenuidad, nos haya repetido que no hay que mirar al pasado. Evidentemente, no les interesaba revisitar un pasado cuyo relato habían hegemonizado y popularizado. Ya lo decía Walter Benjamin, la historia la escriben siempre los vencedores y algunos, en este país, no han dejado de vencer.

Pero lo que aquí planteo no es un problema historiográfico, sino político. Y muy serio. Porque esa hegemonía en la interpretación de la historia da alas a Vox para utilizar un discurso guerracivilista en el que el peligro son los socialcomunistas en el gobierno a los que se acusa, incluso, de dar un golpe de Estado o de practicar una "feroz eutanasia" con los ancianos, mientras la extrema derecha se presenta como defensora de la Constitución. El mundo al revés, en efecto, pero no tan al revés para aquellos que han aceptado el relato del caos izquierdista de la II República y el restablecimiento del orden, la paz y la ley por parte de Franco. Delirios que, sin embargo, forman parte del sentido común de una parte de la población española.

Está claro que llegamos con enorme retraso, porque una izquierda en exceso timorata no supo reivindicar una parte del pasado y explicar las atrocidades de otra. Parar a la extrema derecha pasa, también, por generar otra visión hegemónica de nuestro pasado que impida a quienes destruyeron la democracia presentarse bajo la piel de cordero de defensores de la Constitución. Porque cuando se quiten la piel de cordero puede que ya sea demasiado tarde.

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Juan Manuel Aragüés es profesor de Filosofía en la Universidad de Zaragoza

https://www.infolibre.es/noticias/opinion/plaza_publica/2020/04/25/recuperar_relato_historia_106196_2003.html

martes, 14 de abril de 2020

La impunidad del franquismo no guarda cuarentena



La impunidad del franquismo no guarda cuarentena
Los bulos son hoy también el vehículo de transmisión de la mentira, en una trama expresamente urdida por la derecha española con el objetivo de convertir el miedo en odio.


publicado en elestado.net, 14 abril 2020 

Hace algunos años, durante la presentación de un libro sobre la represión franquista de posguerra, un catedrático madrileño de Historia Contemporánea hizo una afortunada comparación: entre los historiadores profesionales que investigan la República, el franquismo y la guerra civil por un lado, y por otro, la larga nómina de publicistas recauchutadores de mitos franquistas, hay la misma distancia que entre los astrónomos y los astrólogos.

La materia prima es similar, los acontecimientos del pasado. Pero lo demás difiere radicalmente: honestidad, profesionalidad, formación, metodología de trabajo.. y sobre todo, fines y objetivos…

El estudio de la historia de la 2ª República, la Guerra civil y el franquismo es el principal campo de batalla entre «astrofísicos» y «astrólogos». Falsificar la historia, mentir y calumniar sale gratis en España, especialmente cuando el objetivo de los ataques son los defensores de la República, los luchadores antifranquistas, o las víctimas de la dictadura.

No vamos a repetir, por ejemplo, los exabruptos emitidos hace unos meses por un concejal madrileño de extrema derecha sobre las Trece Rosas, o por la presidenta de la Comunidad de Madrid sobre la quema de iglesias, pero no podemos por menos que calificar sus palabras como expresión de indigencia intelectual y de bajeza moral.

Lo que los demócratas debemos preguntarnos es ¿porqué lo hacen? Y la respuesta es simple: porque pueden. Cuando hablamos de impunidad no sólo nos referimos a la impunidad penal de los criminales franquistas; o a que la familia Franco y tantas otras puedan seguir disfrutando aún del producto del expolio y de la corrupción.

Otra de las formas que adopta la impunidad del franquismo, consiste en que representantes políticos y publicistas de los mitos franquistas puedan permitirse decir y publicar esas barbaridades, sin consecuencias penales ni políticas.

El principal pecado original de nuestra democracia es que la derecha española no es antifascista. Siempre ha considerado que España es suya en exclusiva, por concesión divina y por derecho de conquista. La derecha de Europa occidental participó en la lucha y en la victoria contra el nazismo y los fascismos, y posteriormente, en la construcción de las democracias de la posguerra y en el proceso fundacional de la unidad europea. Sus referentes son Adenauer, De Gasperi, De Gaulle, Monnet…

El referente de la derecha español es Manuel Fraga, quien, entre otras fechorías conocidas, fabricó un dossier inculpatorio ad hoc tras la detención de Julián Grimau, para legitimar las torturas, la defenestración, y finalmente, el asesinato “legal” del dirigente comunista.

Durante más de 40 años el llamado franquismo sociológico ha estado representado políticamente en exclusiva por el Partido Popular, fundado como Alianza Popular por los llamados “7 magníficos”, el grupo de exministros franquistas en torno a Fraga.

No es un sector de la sociedad minoritario o marginal: Franco no hubiera ganado la guerra ni se hubiera mantenido en el poder durante 40 años sin contar con un importante respaldo social. Muchos de aquellos que vivieron con “extraordinaria placidez” durante la dictadura lo hicieron gracias al estatus alcanzado mediante su participación o complicidad con las diferentes formas que adoptó la represión durante la guerra y la posguerra.

Posteriormente fueron los grandes beneficiarios de un sistema caracterizado por la corrupción y las redes clientelares a todos los niveles, y se aprovecharon de las condiciones brutales de explotación a las que se sometió a la clase trabajadora derrotada y diezmada en 1939.

Hoy, muchos herederos de aquellos franquistas disfrutan de los réditos y la herencia de lo expoliado durante la dictadura, lo que explica en buena parte su actual estatus social y económico, así como la continuidad de tantos apellidos franquistas en la política, la justicia, los consejos de administración…

Actualmente, uno de los principales objetivos a batir por las derechas como manifiestan sus discursos y las políticas de las instituciones que gobiernan, junto a los derechos de mujeres, migrantes y refugiados, es la Memoria Histórica, porque sus reivindicaciones de Verdad, Justicia y Reparación para las víctimas del franquismo, señalan simultáneamente a los responsables de los crímenes cometidos entre 1936 y 1977 y dejan en evidencia el grado de impunidad del que han gozado.

Cuando las organizaciones de derechos humanos y los colectivos de memoria histórica habamos del derecho de las víctimas del franquismo a la Verdad, la Justicia y la Reparación, habitualmente dejamos a un lado las Garantías de No Repetición, definidas como «el conjunto de iniciativas y políticas orientadas a la conciencia colectiva de un pueblo sobre un conflicto ocurrido en su historia, a la promoción de la convivencia entre los ciudadanos y a la paz«.

El Modelo Español de Impunidad impuesto durante la transición a la democracia, consistente en la ausencia de cualquier tipo de Justicia efectiva o recriminación social para los golpistas del 36 y para sus herederos y beneficiarios, ha dejado claro a las derechas que calumniar y sabotear al gobierno legítimo, actuar arteramente para sustituirlo, no sólo sale gratis sino que lleva como premio décadas de monopolio del poder e inconmensurables beneficios económicos.

Lo que estamos viviendo estos días no deja de tener paralelismos con el comportamiento de la derecha en la primavera de 1936, tras la victoria electoral del Frente Popular (salvando las diferencias evidentes).

Los bulos son hoy también el vehículo de transmisión de la mentira, en una trama expresamente urdida por la derecha española con el objetivo de convertir el miedo en odio.

La diferencia de actitud y comportamiento con las fuerzas políticas opositoras de otros países, que apoyan a sus respectivos gobiernos en estas horas tan difíciles, tiene una explicación: la impunidad del franquismo como ejemplo y modelo. Aquí no ha habido ni Verdad, ni Justicia, ni políticas de depuración y lustración, ni por supuesto un Nüremberg.

Al fascismo se le combate con la Verdad. Acabar con la sensación de impunidad de las derechas españolas, con comportamientos y políticas incompatibles con los derechos humanos y las recomendaciones de los organismos internacionales, no tiene una solución judicial, sino fundamentalmente política.

Sólo el reconocimiento jurídico de las víctimas del franquismo a partir de una Ley Integral de Víctimas, permitirá que, al igual que sucede con las víctimas del terrorismo, aquellos que calumnien o menosprecien a los víctimas del franquismo y a los combatientes por la democracia, puedan acabar condenados por un tribunal.

Y también es una decisión política la eliminación de todas las trabas jurídicas que sustentan la impunidad, permitiendo que los responsables de crímenes contra los derechos humanos que aún viven, se sienten como acusados en los banquillos de los tribunales españoles.