martes, 23 de febrero de 2016

"La mentira considerada como una de las bellas artes", por Francisco Carantoña



FRANCISCO CARANTOÑA ÁLVAREZ. Publicado en Asturias 24,
Martes, 23 de febrero de 2016


No sé si en Madrid existirá una Sociedad de Conocedores de la Mentira que, como la de Conocedores del Asesinato del Londres de De Quincey, esconda bajo un eufemismo, más que a eruditos, a verdaderos amantes de ese arte. No me sorprendería, en cualquier caso, que abundasen los que la consideran no como una maña, sino como una de las bellas artes. Al fin y al cabo, el nuestro es un país en el que políticos, articulistas, ensayistas y hasta académicos definen así a actividades como perforar el lomo de un toro con una pica, confeccionar un botillo o cantar una copla. Seguro que puede encontrarse belleza en una mentira bien contada y artes, aunque sean malas, hacen falta para convertirla en creíble.

El embuste debe ser tan antiguo como la humanidad y el periodismo no ha podido desprenderse de él desde su nacimiento. Espero que nadie entienda esto como un ataque a una profesión que admiro y de la que no puedo prescindir ni como historiador ni como observador de la actualidad. Mi padre disfrutaba con Luna nueva y con Primera plana, dos películas, en muchos sentidos, extraordinarias, entre otras cosas porque constituyen la excepción que confirma la regla: ambas son remakes y, aunque parezca imposible, magníficas. Eso solo suponía que conocía el lado oscuro de su profesión y tenía sentido del humor.

Cuando comenzaba a trabajar en mi tesis doctoral, utilicé, en la hemeroteca que dirigía Patricio Adúriz, la colección del Procurador general de la Nación y del Rey, un periódico absolutista que aprovechaba la libertad establecida por las cortes de Cádiz para combatirla. En 1814, “descubrió” a un general francés, Louis Audinot, que habría venido a España, enviado por Napoleón, para proclamar la república en colaboración con Agustín Argüelles y otros conspicuos liberales. Era todo una patraña, el supuesto general era un antiguo fraile francés, llamado Jean Barteau, que se prestó a colaborar en una campaña de intoxicación contra el nuevo régimen constitucional. Como señala Gil Novales, del famoso caso pasó a nuestro idioma el término “audinotada” que, aunque no haya sido nunca incorporado por la RAE a su diccionario, viene muy al caso en estos días.

Audinotada fue la que un importante diario madrileño organizó con el asunto de las calles de la capital. Todo comenzó el 10 de febrero, cuando unos periodistas encontraron en el blog personal del historiador Antonio Ortiz, que colabora con la cátedra de la Memoria Histórica, pero no forma parte de su dirección, un listado de personajes vinculados con el franquismo o con la derecha más conservadora de la Segunda República y lo publicaron como si fuese la relación que proponía la cátedra y utilizaría el ayuntamiento para modificar el callejero. En su información indicaban también que la cátedra había cobrado casi 18.000 euros por el trabajo. La algarabía comenzó de inmediato, llovieron los artículos que recogían la justa indignación de quienes lo consideraban un acto de sectarismo que, además, no se correspondía con lo dispuesto por la ley de memoria histórica. Intervino el presidente de la Xunta de Galicia para defender a Cunqueiro. Aparecieron acusaciones de ilegalidad en el pago, los más radicales lanzaron todo tipo de denuestos contra el ayuntamiento y la historiadora que dirige la cátedra, que ni siquiera es española y encima es “hijastra de Fidel Castro”. Que la alcaldesa considerase el listado “un disparate” no la puso a cubierto.

La cátedra desmintió que hubiese elaborado ninguna propuesta, se demostró que no se había firmado el contrato, que el ayuntamiento no había pagado nada y que Mirta Núñez no es hijastra de Fidel Castro, sino hija de la primera mujer del expresidente cubano y un político conservador. Todo fue inútil, todavía siguen apareciendo artículos en los periódicos contra el sectarismo de Podemos y la cátedra de la Complutense. Hay incluso algún historiador que parece no haberse enterado de que todo fue una patraña. El periódico no ha rectificado, ni siquiera se ha disculpado por haber publicado la información sin contrastarla con la propia Mirta Núñez y el ayuntamiento.

Casi simultáneamente había estallado el escándalo de los titiriteros. En este caso había un punto de partida real: se había representado un espectáculo de títeres inadecuado para niños ante unas decenas de personas y un grupo de padres había protestado. Todo lo demás fue un dislate, se atribuyó a los artistas, incluso por parte de la fiscalía, haber sacado una pancarta que decía “Gora Eta”, fueron detenidos, encarcelados durante días sin juicio y acusados de apología del terrorismo. La televisión mal llamada pública fue utilizada por el gobierno para dedicarle más minutos que a cualquier otra noticia en sus informativos. Ni era cierto que hubiesen exhibido esa pancarta ni razonable que se los acusase de enaltecer el terrorismo. Si periodistas y fiscales se hubiesen molestado en saber por qué un pequeño cartel, con texto diferente, había aparecido en el teatrillo la cosa no habría pasado de un incidente menor.

Por si todo fuera poco esperpéntico, la policía de nuestro muy sectario ministro del Interior se dedicó a detener y denunciar ante la Audiencia Nacional a peligrosos delincuentes que, en apoyo a los detenidos, llevaban pancartas con lemas tan claramente subversivos como “Gora Malagueta”. Quizá, en esta época de recortes, el gobierno quiera convencernos de que sobran policías, fiscales y jueces, ya que tienen tiempo suficiente para dedicarse a perderlo.

La verdad no importa, solo desacreditar a esos “radicales” que han tenido la osadía de presentarse a unas elecciones e incluso ganarlas. Son dos llamativas audinotadas, pero no las únicas y no todas afectan a Podemos o Ahora Madrid. Carezco de espacio para hacer una relación más exhaustiva, pero sí me atrevo a recomendar al público prudencia con las noticias, especialmente a quienes opinan después honestamente y sobre todo si lo hacen por escrito, mejor esperan, antes de que la precipitación los lleve a hacer el ridículo o a convertirse en cómplices de una injusticia. Como mínimo, ya que estamos en año cervantino, a desgastarse luchando contra molinos de viento.

http://www.asturias24.es/ideas/francisco-carantona-alvarez/posts/la-mentira-considerada-como-una-de-las-bellas-artes#

"A vueltas con el monolito y la ley de memoria histórica", por Rafael Escudero


Rafael Escudero. El Diario.es, 22/02/2016



Evitar conflictos políticos con el Partido Popular no es la mejor forma de garantizar la recuperación de la memoria histórica y la reparación a las víctimas de la dictadura.

La decisión del Ayuntamiento de Madrid de  reponer el monolito al alférez provisional situado en el barrio de los Jerónimos ha causado perplejidad entre no pocas de las personas que se hallan comprometidas con la reparación de las víctimas del franquismo y la recuperación de la memoria histórica. Inicialmente retirado el pasado 2 de febrero, ha sido la presión del Partido Popular y de su “caverna” la que, al parecer, ha motivado que el Ayuntamiento dé marcha atrás y haya decidido volver a colocar el monolito. Todo ello, con  el aplauso del grupo municipal socialista y el gran alborozo de grupúsculos como la Fundación Francisco Franco.

Erigido en 1960, este monumento homenajea a este cuerpo militar compuesto por personas que se alistaron voluntariamente en el ejército golpista y que, debido a su elevada formación, accedieron directamente a su oficialidad. Es, pues, un monumento que ensalza a dicho cuerpo, cuyo origen y filosofía no es otra que la adhesión a la causa franquista. Pero, por si esto no fuera suficiente, en la base del monolito se inscribió la frase “por Dios y por España”; lema cuyo texto y contexto nadie puede negar que entronca directamente con la simbología franquista.

Por tanto, este monolito encaja en lo dispuesto en el art. 15.1 de la conocida como ley de memoria histórica, que ordena a las Administraciones públicas “adoptar las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”. Es, pues, una obligación del Ayuntamiento cumplir con este mandato legal. Entonces, ¿cuál es el problema? ¿Por qué, una vez retirado, se ha vuelto a reponer en las mismas condiciones en las que estaba?

Tras la retirada, el Gobierno de la Comunidad de Madrid anunció su voluntad de denunciar los hechos ante la Fiscalía, arguyendo que el monolito se encuentra en una zona protegida: el eje Prado-Recoletos, declarado Bien de Interés Cultural. Con carácter previo, nótese bien que la Comunidad de Madrid no alude a las razones artísticas que, según el art. 15.3 de la ley de memoria histórica, pueden alegarse como excepción para la retirada de simbología franquista. El rechazo que el PP ha mostrado siempre por esta ley le lleva a ignorarla e, incluso, desconocer su literalidad y posibilidades.

La razón esgrimida por el Gobierno de la Comunidad trasciende, pues, los márgenes de la ley de memoria histórica. Según arguyó su Dirección General de Patrimonio, el motivo de la ilegalidad de la primera decisión de la alcaldía se encuentra en la vulneración de la competencia y legislación autonómica sobre patrimonio histórico. Al estar en un entorno físico protegido por la ley autonómica de patrimonio (aunque el vestigio sea, como la propia alcaldía manifestó, de titularidad municipal), cualquier decisión al respecto debe pasar por la citada Dirección General, que tendrá así la clave para decidir sobre su mantenimiento o retirada.

Resumiendo, la situación es la siguiente. Por un lado, existe la obligación legal de retirarlo, al tratarse de un caso de simbología conmemorativa o exaltadora de la sublevación militar y del franquismo. Es un mandato de actuación positiva dirigido a todas las Administraciones públicas; en este caso, al Ayuntamiento de Madrid, que es el titular del vestigio y en cuya vía pública se encuentra. Por otro lado, la normativa de patrimonio histórico de la Comunidad de Madrid atribuye a su Dirección General la competencia sobre cualquier decisión que afecta a los espacios y entornos protegidos, como es el referido eje Prado-Recoletos.

Es claro que se está en presencia de un conflicto normativo. ¿Cómo y dónde puede resolverse? Pues en el lugar adecuado para resolver los conflictos entre normas o entre distintas interpretaciones sobre las normas, es decir, en los tribunales. Así, el Ayuntamiento podía haber mantenido su decisión inicial y, si la Comunidad decidía recurrir judicialmente la retirada del monumento franquista, alegar ahí las razones legales que motivan su actuación. Por su parte, el Gobierno de Cristina Cifuentes presentaría las suyas favorables al mantenimiento de ese monolito y, finalmente, serían los tribunales quienes tendrían que resolver el conflicto. Como corresponde en cualquier Estado de Derecho, en los jueces reside la competencia de resolución de los conflictos de interpretación y/o aplicación de normas.

Quizá este conflicto se hubiera evitado de haberse cumplido con lo dispuesto en el art. 15.2 de la citada ley de memoria histórica, según el cual el Gobierno debe colaborar con las Administraciones autonómicas y locales para elaborar un catálogo de vestigios relativos a la guerra civil y la dictadura a los efectos de determinar cuáles deben retirarse y cuáles excepcionalmente no. Como es bien sabido, a lo máximo que se llegó durante los primeros años de vigencia de la ley -entonces bajo Gobierno socialista- fue a crear una comisión en el Ministerio de Cultura que decidiera sobre símbolos franquistas presentes en bienes de la Administración General del Estado, pero que no afectaba a bienes de las Administraciones autonómicas ni locales. Después, la llegada al poder del PP llevó la ley a vía muerta, con lo que esta previsión del art. 15.2 pasó, como el resto de su articulado, a ser papel mojado.

En situaciones como esta, siempre podría alcanzarse un previo acuerdo político que evitara el recurso a los tribunales. Pero ¿cabe llegar a acuerdos con el PP en materia de memoria histórica? La experiencia avala una respuesta negativa. El del monolito al alférez provisional es un ejemplo más dentro de una larga lista de actuaciones en las que las y los dirigentes del Partido Popular dejan sentir el peso de su mochila cargada de lazos afectivos e ideológicos con el franquismo.

Bajo estas coordenadas resulta todavía más inexplicable, si cabe, la decisión final del Ayuntamiento de Madrid. Para evitar un presumible conflicto judicial con Cifuentes y el PP (¿reabrir heridas?), la alcaldía ha hecho lo que vienen haciendo la mayoría de las instituciones políticas del Estado español: despreciar la memoria histórica y postergar una vez más los derechos de las víctimas del franquismo. El Gobierno municipal presidido por Manuela Carmena no solo ha indicado el camino a seguir para aquellas Administraciones gobernadas por el PP reacias a aplicar la ley de memoria histórica, sino que además ha vuelto a demostrar la triste verdad de esa frase que dice que no hay peor censura que la autocensura.

http://www.eldiario.es/contrapoder/memoria_historica_6_487211293.html

viernes, 19 de febrero de 2016

"Memoria democrática, callejero franquista, justicia amenazante", por Bartolomé Clavero

Bartolomé Clavero. El Diario.es, 16/02/2016



Envueltos en pseudoinformación tendenciosa, abundan los intelectuales que desechan las causas del constitucionalismo democrático en holocausto de sus intereses partidarios.

Para ellos, calles franquistas y titiriteros, más que urgir memoria democrática y una justicia con garantías, revelan tinglados académicos y excesos poscomunistas.

Un veterano comentarista político (Antonio Elorza) publica en prensa un artículo titulado Calles, placas y títeres en Madrid donde, sin venir mucho a cuento, deja caer que los sucesos a los que alude (cambio frustrado de denominaciones de las calles madrileñas de resabio franquista, tratamiento represivo desorbitado de los titiriteros que han acabado satirizando en carne propia usos policiales, judiciales y políticos del antiterrorismo…), “encajan en una mentalidad que ha ido extendiéndose entre la juventud disconforme desde el fin del comunismo y de la que Contrapoder fue ejemplo y vivero”. Más no aclara.

Contrapoder fue la divisa de un grupo universitario. Hoy es el distintivo de un grupo de opinión que publica en este medio, el diario.es, y ha sido además el título del libro que el mismo colectivo ha publicado en vísperas de las pasadas elecciones generales levantando acta del devastador efecto de las políticas del último gobierno sobre el orden constitucional de derechos y garantías, así como del reto pendiente en cantidad de asuntos respecto al necesario cambio de rumbo: Contrapoder. Desmontando el régimen (Roca Editorial, 2015). Elorza parece referirse sólo a aquel grupo, pero todo lo segundo representa una materialización viva de la consigna que cuadra igualmente como diana de la insinuación. Interesa más ahora el ataque mismo y el contexto desde luego en el que se comprende.

Elorza comienza relatándonos que este último verano aceptó la invitación de la Cátedra de Memoria Histórica del Siglo XX de la Universidad Complutense a El Escorial significándose ante la concurrencia por defender sin éxito la “ponderación” de tomar en cuenta no sólo el genocidio franquista, sino también el republicano: “Cité Paracuellos”. Dice que se le discutió y es cierto. Por mi parte alegué que no estábamos con casos ya investigados, sino con los de la justicia pendiente sobre crímenes masivos de víctimas, a estas alturas, aún desaparecidas con las responsabilidades consiguientes del Estado conforme al derecho internacional de los derechos humanos. Elorza respondió eludiendo el argumento. No se dignó asistir al resto de unas jornadas en las que no dejó de profundizarse en dicha vertiente jurídica. Vino sólo a soltar su discurso.

Ahora eleva el tiro dirigiéndolo contra la misma Cátedra de Memoria Histórica, esa “extraña cátedra”. Le parece todo un engendro que poco menos que se dedica a malversar fondos universitarios, “un montaje confuso que margina recursos de la Universidad”, consecuencia a su juicio nada menos que del “viejo defecto de una izquierda corporativa que, como ahora vemos en el Ayuntamiento de Madrid (…), se encapsula en la asignación de puestos y recursos por afinidad”. Cito literalmente entre comillas porque de otro modo parecería que exagero. Recordemos que Antonio Elorza es catedrático emérito de Historia del Pensamiento Político de la misma Universidad Complutense a la que pertenece la Cátedra de Memoria Histórica.

A su respecto Elorza saca de su arsenal algo todavía más grave. Nos dice que sus reservas frente a la concesión de recursos a dicha cátedra nunca las ha ocultado. Ha llegado a comunicarlas por escrito en más de una ocasión al rector mismo de la Complutense sin haber recibido respuesta. Mientras tanto, acepta la invitación de la Cátedra de Memoria Histórica. Por tiempos estalinistas era frecuente tal combinación de colaboración y delación. Ahora intenta Elorza dar la puntilla aprovechando la fabricación y el hinchamiento de un escándalo.

Me refiero al provocado por la filtración de un borrador de lista de trabajo de medios de la Cátedra de Memoria Histórica sobre nombres franquistas del callejero de Madrid con independencia de que concurran méritos no políticos en los sujetos afectados, algo que, en todo caso, encierra un interés de memoria democrática siempre que se tenga una mínima sensibilidad al propósito. Bien lejos de este ánimo, los acontecimientos que Elorza contempla, éste de las calles y el de los títeres, se emplean como simples excusas a fin de arremeter contra una cátedra refractaria a sus enfoques y de pegar al paso un pellizco a una movida que, por poscomunista según dice, le pone por lo visto de los nervios.

Elorza se refiere a más asuntos pretendiendo que los colaciona para “superar la anécdota”, pero sin ofrecer el contexto que pudiera ayudar a hacerlo. La imagen que con esto se transmite es la que cunde por los medios en campaña contra el Ayuntamiento de Madrid. Así ocurre con su alusión a la equivocación enseguida rectificada de la retirada de una placa conmemorativa de frailes asesinados en el terrible verano del 36 en Madrid. Nada dice Elorza sobre la razón hoy principal para que dicha lápida deba respetarse tal cual, la de que su lenguaje es respetuoso sin permitirse expresiones de discurso de odio como la habitual en el caso de “hordas marxistas” y demás.

No falta otra alusión aún menos contextualizada, ésta al “penoso anticlericalismo visible en la toma de la capilla” sin añadir más. Se refiere obviamente al procesamiento de la portavoz del Ayuntamiento de Madrid por haber participado en una ocupación pacífica de la capilla católica de la Universidad Complutense reivindicándola como espacio universitario. Nada dice Elorza sobre el problema de fondo de que el código penal español siga tipificando como delito, ahora encubiertamente, lo que la iglesia católica considera sacrilegio. Tampoco tiene reparos Elorza sobre el desvío de recursos universitarios para objetivo menos justificable que el de la memoria democrática de los crímenes contra la humanidad de la dictadura franquista. Mejor estaría el inmueble de la capilla destinado a sede de la Cátedra de Memoria Histórica elevada a Fundación.

No entremos sin embargo al trapo poniéndonos a debatir aquí y ahora proyectos y logros en la trayectoria de la Cátedra de Memoria Histórica desde los tiempos de Julio Aróstegui y bajo la dirección actual de Mirta Núñez. Todo tiene su tiempo y su sede. Lo que no guarda sentido es la arremetida de un compañero de claustro académico contra una iniciativa plausible de cooperación entre la Universidad y asociaciones civiles, como es el caso de dicha cátedra, y que se haga además con la excusa de un escándalo cocinado por el propio medio periodístico donde el agresor escribe. Elorza se comporta como cooperador innecesario de la envenenada embestida periodística. Si acudiésemos a la discusión en base a tanto dato sesgado seríamos también cómplices gratuitos.

Confieso que, con toda la consideración que merece el Elorza universitario, no me explico su actual papel periodístico. No sé si le guía el rencor personal o la inquina política. Otras explicaciones no diviso. Tampoco es que, con aprecio y todo, la cuestión personal me desvele. Llega un momento en el que la simpatía humana se agota. Elorza descubre últimamente los estudios sobre genocidio sin molestarse en conocer lo que otros llevamos tiempo trabajando ni interesarse por casos actuales con cuota de responsabilidad española, tanto de Estado como de empresas. Lo que le preocupa ahora es “el genocidio” republicano como contrapeso del franquista.

El problema entiendo que no radica en la penosa deriva intelectual de una persona, sino en la cerrazón política más que individual frente a la toma de conciencia sobre los problemas surgidos del estancamiento y la regresión constitucionales en curso, de esa conciencia que hoy puede representar entre tantas otras iniciativas ciudadanas, Contrapoder, tenga conocimiento o no Elorza de éste de eldiario.es. La agresión obsesiva a la memoria democrática reputándola unilateral resulta piedra de toque.

Elorza no es en efecto un caso singular. Hay un conjunto de intelectuales hijos de la inmediata posguerra y padres de la demediada transición, situados entonces y luego en posiciones de izquierda institucionalizada, contagiados hoy por un síndrome de contrapoderofobia con viraje descontrolado hacia la derecha… Digo lo mismo. El problema no parece de infatuación de individuos, sino de discapacidad de grupo.
Permítaseme todavía un par de toques. La práctica de comentar sin ningún escrutinio crítico la ficción transmitida por los órganos de prensa que están convirtiendo la información misma en opinión descarada (calles, placas, títeres, capillas…) tampoco es exclusiva de algún que otro individuo, sino característica de un grupo generacional, sería injusto decir que de una generación por entero.

Finalmente no olvidemos que una portavoz y unos titiriteros (Rita Maestre, Raúl García Pérez y Alfonso Lázaro) están procesados bajo imputaciones de fondo político. Los comentaristas que dan por ciertos unos montajes periodísticos no están ayudando a su defensa ni a la nuestra, la de las libertades amenazadas de toda la ciudadanía.

http://www.eldiario.es/contrapoder/contrapoderofobia_6_485111519.html

martes, 16 de febrero de 2016

"De los titiriteros a Los Galipoteros", por Paco Gómez Nadal


Vivimos en una sociedad que tolera el fascismo con increíble facilidad pero que se ofende ante cualquier tweet sarcástico en el que se combine cualquier término con las palabras eta o bomba.


Paco Gómez Nadal. El Diario,   15/02/2016 


Qué suerte tiene la gente en Santoña. Allí no hay policía nacional, ni fiscales, ni radares de la ilegalidad. Qué suerte tienen de que el juez Ismael Moreno esté en la Audiencia Nacional y no en los juzgados de Santoña. Qué suerte tienen los muy varoniles miembros de la murga Los Galipoteros de que en este país no haya leyes que sancionen con contundencia la apología del fascismo y que las que existen contra los delitos de odio no puntúen cuando se anima al linchamiento de artistas 'progres' o se alimenta el anticatalanismo de los muy españolistas carnavaleros.

Qué suerte tienen Los Galipoteros de no ser titiriteros.

Los pongo en situación, una banda de 20 descabezados (o con la cabeza muy concentrada en el fascismo) se ponen delante de una retrato gigante del dictador y de un caballo de cartón piedra con el "generalísimo" representado por uno de ellos, animan al público que asiste al concurso de murgas de Santoña a hacer el saludo fascista ("la mano derecha arriba, los mayores y los niños"), añoran a Franco en sus canciones y reparten leña a todo lo que les huela a separatismo.

Después de 21 minutos de despropósitos tratan de camuflar su apología del fascismo pasando de la bandera del aguilucho tuneado a la constitucional y diciendo que los extremismos son malos y tal y tal… Eso se puede hacer en este país de opereta en el que el poeta Aitor Cuervo, el músico César Strawberry, el líder social y concejal Guillermo Zapata, o los titiriteros Raúl García y Alfonso Lázaro pueden ser encausados por enaltecimiento del terrorismo y otras zarandajas, mientras en Santoña se puede cantar lo que vomitan Los Galipoteros y salir a la calle, en desfile patrocinado por el Ayuntamiento, vestidos de falangistas y "disfrazando" de esa guisa a menores de edad que me hielan la sangre cada vez que levantan el brazo en pose que quisiera olvidar.

Uno podría apelar a la libertad de expresión para defender a la murga y a su show 'Los fachas de antaño', pero resulta que los fachas de antaño sometieron a este país a una oscura noche de 40 años y a una ola de venganza y violencia que aún no hemos superado.
No pasa nada. Estamos en Santoña, donde la Ley de Memoria Histórica no aplica, donde Carrero Blanco compite con las anchoas, donde no pasa nada. Uno podría apelar a la libertad de expresión para defender a la murga y a su show 'Los fachas de antaño', pero resulta que los fachas de antaño sometieron a este país a una oscura noche de 40 años y a una ola de venganza y violencia que aún no hemos superado. Uno podría decir que no es un problema de Santoña sino de Los Galipoteros, pero resulta que el público no se quejó e, incluso, se animó con vivas a España cada vez que estos personajes mentaban la madre a Cataluña o a Fernando Trueba.

Algunos periodistas solo quisieron escuchar la tonadilla contra la violencia machista pero se quedaron sordos ante el resto, normalizaron lo anormal, metieron en sus crónicas a Los Galipoteros como una atracción más de tan mentado carnaval. No pasa nada en este país tan facha como los fachas de antaño. Lo ocurrido en Santoña (no será la última vez) no será noticia de Canal 13 ni de El Mundo, no escucharemos a Inda o a Marhuenda exigir que se cumpla la ley y se lapide a los osados… no pasará nada. Como no pasa cada vez que la autodenominada asociación cultural Alfonso I (otro concierto para delinquir y sembrar el odio) organiza sus Galernas fascistas en el Ateneo de Santander o en los hoteles del muy noble grupo Sardinero…

Vivimos en una sociedad que tolera el fascismo con increíble facilidad pero que se ofende ante cualquier tweet sarcástico en el que se combine cualquier término con las palabras eta o bomba; nos indignan las ofensas a las víctimas del terrorismo (de ETA) pero no nos molestan las ofensas cotidianas a los miles de represaliados y ejecutados que yacen en cunetas y fosas comunes; nos parece terrible que un activista haya sido invitado a Venezuela pero nos encanta que nuestros reyes o nuestros empresarios vayan con el todo incluido a países violadores de todos los derechos humanos como Arabia Saudita; una sociedad que finge minutos de silencio por cada mujer muerta por la violencia masculina pero que no parece tener problema con la discriminación salarial de las mujeres, la publicidad sexista o con los obispos que animan el feminicidio…

Los Galipoteros igual son nuestro simple reflejo en el espejo esperpéntico de esa Santoña autocomplaciente…. Espero que no.


http://www.eldiario.es/norte/cantabria/primerapagina/titiriteros-Galipoteros_6_484411584.html


"Cinco días en prisión demuestran que los titiriteros tenían razón", por Ignacio Escolar


La España de la ley mordaza deriva peligrosamente hacia la Hungría de Orbán o la Turquía de Erdogan.

Si los titiriteros querían denunciar con su obra que el poder utiliza el espantajo del terrorismo como excusa para aplastar cualquier disidencia, sin duda lo han conseguido


Ignacio Escolar . El Diario, 10/02/2016

Si los titiriteros querían denunciar que el poder utiliza el espantajo del terrorismo como excusa para aplastar cualquier disidencia e imponer su modelo de sociedad, sin duda lo han conseguido. Los cinco días y cinco noches que han pasado estos dos jóvenes entre rejas han convertido su parodia en realidad, el trapo de sus muñecos en su propia carne. En su obra de ficción, un policía colocaba una pancarta con el “Gora Alka-ETA” a otro de los títeres para incriminarle. En el mundo real, un juez y una fiscalía han hecho exactamente lo mismo: encarcelar a dos titiriteros por un delito de ficción, endosándoles el cartel que portaba uno de sus muñecos.

Como escribe Juan Diego Botto en este artículo imprescindible, criminalizar la ficción es propio de las peores dictaduras. Violar a una marioneta, o ahorcarla, o matarla a porrazos no es un delito. Tampoco es un delito asesinar a garrotazos a cinco bebés de trapo recién nacidos; si fuese un crimen, el culpable sería Federico García Lorca porque exactamente eso sucede en el 'Don Cristóbal' que escribió para su teatro de marionetas. Ahorcar a un títere vestido de juez es una imagen chocante, pero no menos que pasar a un títere policía por una picadora de carne para hacer salchichas, como sucede en el clásico británico de los títeres, 'Punch y Judy'.

¿Era ofensiva esta representación? Depende, ofenderse es una libertad individual. A mí me ofenden mucho más las mentiras sobre estos títeres, la manipulación con la que se ha vestido este muñeco en tantos medios de comunicación, el discurso del odio que propagan quienes utilizan el dolor provocado por el terrorismo para criminalizar a sus rivales políticos y dividir a la sociedad. Me indigna, e indigna a cualquier definición de la palabra justicia, que la reacción de la Fiscalía y la Audiencia Nacional no sea ni parecida cuando un locutor de radio lamenta no tener un arma para disparar a varios diputados. Pero que los ofendidos puedan no solo censurar una obra de ficción sino también encarcelar a sus autores demuestra que la España de la ley mordaza deriva peligrosamente hacia  la Hungría de Orbán o la Turquía de Erdogan.

El ' todo es ETA' sigue siendo el garrote con el que la derecha golpea todo aquello que le viene mal, desde  las protestas contra los recortes hasta aquellos pactos de Gobierno que mandan al PP a la oposición. Todo es ETA, sin grises, y por eso a los titiriteros les aplicaron en prisión el mismo protocolo de presos extremadamente peligrosos que recibe cualquier terrorista; como si en vez de muñecos de trapo les hubiesen incautado media tonelada de explosivos y unos cuantos kalashnikov.

Dirigir 'El hundimiento' no es apología del nazismo. Protagonizar 'Ocho apellidos vascos' no es tampoco apología del terrorismo. La única apología que hasta ahora se ha demostrado es la del disparate: encarcelar a dos titiriteros en prisión sin fianza por un episodio así, cuando no existía riesgo de destrucción de pruebas ni de reincidencia ni de fuga; como si los dos titiriteros se fuesen a escapar con el resto de los 'alkaetarras' a Siria o Afganistán. Esto ha pasado en España, en la Unión Europea, en el año 2016, y la rectificación parcial del juez y la fiscalía no le quita a este episodio toda su gravedad: los titiriteros están al menos en libertad, pero los gravísimos cargos contra ellos continúan.

La obra de los dos titiriteros no era apta para menores, así lo asumían los propios artistas en su web. Representarla para niños es un error que el Ayuntamiento está obligado a depurar:  alguien dijo una cosa en el programa –que era para todos los públicos– y la contraria en Facebook –que era solo para adultos–. Alguien ocultó información o no hizo bien su trabajo. Pero es un error político, no un delito de terrorismo.

Los titiriteros aún se enfrentan a penas de cárcel extremadamente duras y tendrán que firmar cada día en el juzgado. Mientras tanto, en este teatro del absurdo llamado España,  Jordi Pujol sigue en libertad sin fianza y el PP blinda a Rita Barberá como aforada en el Senado. No miren las marionetas, sino a quien mueve los hilos. 

http://www.eldiario.es/escolar/dias-prision-demuestran-titiriteros-razon_6_483011732.html

"El carnaval ha muerto", por Javier Gallego

Ahora los jueces, fiscales y policías van a decidir las ficciones que se pueden escribir y una liga del buen gusto determinará lo que está bien visto.

Aparte de la ignominia de encarcelar a dos titiriteros, lo más preocupante es que nos retrata como país inquisitorial que no admite la crítica y como sociedad poco formada que no entiende siquiera la diferencia entre ficción y realidad.

Javier Gallego . El Diario, 09/02/2016

El carnaval es esa época del año en el que las autoridades conceden al pueblo llano una bula momentánea para que les hagan befa y mofa bajo la protección de las máscaras. Ése es el sentido de estas fechas que nacieron como necesaria vía de escape antes del recogimiento de la Cuaresma. Por unos días, se le otorga al populacho la libertad para convertirse en bufones y reírse del rey y de lo más sagrado que durante el resto del tiempo está vedado. Pues bien, ese contrato social acaba de romperse en España con la detención de los dos titiriteros. Españoles, el carnaval ha muerto, hemos enterrado la sardina antes de tiempo.

La muerte es doble porque el guiñol también ha sido siempre una bufonada en la que la broma macabra, el esperpento y la cachiporra servían para decir lo que no se podía decir y dar los golpes que en la realidad no pueden darse. De ahí la expresión “no dejar títere con cabeza”. En el guiñol, no se salva nadie. El teatro de marionetas no son solo dragones, reyes y princesas sino también un retablo de los rincones más oscuros de una sociedad que admite la afrenta porque son unos muñecos los que lo dicen. Es una prerrogativa que sólo tienen los títeres, los sátiros y los cómicos.

Pero en España, y no es la primera vez, la policía, la fiscalía, o sea el gobierno, y un juez, han decidido ponerle fin al carnaval, al guiñol y la crítica con el aplauso de la prensa y sociedad más retrógradas y la dócil aceptación de una parte de las fuerzas progresistas que admiten el mantra falso de la apología del terrorismo que no está en la obra y repiten que el argumento era intolerable y horrible. Ahora los jueces, fiscales y policías van a decidir las ficciones que se pueden escribir y una liga del buen gusto determinará lo que está bien visto. Mi calendario dice 2016 pero creo que se equivoca en cientos de años.

Luego está la desmesurada alarma por la salud mental de los niños por la violencia de la obra, como si no estuvieran expuestos cada día a películas, videojuegos y telediarios mucho más violentos. Cuánta hipocresía. ¡Lo que está haciendo Europa con los refugiados, las imágenes de niños muertos en las playas, eso sí que les destroza la cabeza! Yo me crié viendo los títeres de La Bola de Cristal, cargados de dinamita política, y no voy por ahí ensalzando a terroristas. Aunque soy un poco radical, eso es cierto. Pero no se preocupen los padres, que hoy a la Bruja Avería no la dejarían hablar. El mal va ganando.

Y tanto. Además de que los titiriteros avisaron del contenido político y adulto de su espectáculo al ayuntamiento y al público, se me ocurren muchas formas de protestar contra la función antes que avisar a la policía, desde la queja al organizador, al abucheo o simplemente marcharse. La delación es propia de un estado policial. Siglos de represión católica, franquismo y mordazas, se acaban notando. Tenemos una larga tradición de censores e inquisidores. ¡Bravo, ya tenemos entre rejas a estos peligrosos titiriteros para que no vayan por ahí aterrorizando con sus manoplas parlanchinas y sus incendiarias pancartitas!

Aparte de la ignominia de encarcelar a dos titiriteros, lo más preocupante de este asunto es que nos retrata como país reaccionario, represor y censor y como sociedad poco formada que no entiende la diferencia entre ficción y realidad, no admite la sátira y no permite la libertad de expresión ni siquiera literaria. Los guiñoles somos nosotros en un retablo en el que nos damos sin parar con la cachiporra hasta descabezarnos.

Columnistas, políticos y representantes de víctimas, hacen el ridículo más espantoso justificando que se detenga a los autores de una obra de ficción. ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? ¿Aún hay que explicar que no es real, que lo que dice un personaje ficticio no es necesariamente lo que piensa el autor? Un país en el que hay que explicar las perogrulladas, un país de Perogrullos, es un país atrasado, obvio, sin ironía, mostrenco. Hablemos de Barberá o Rato, que sí son reales. Pero a los que mueven los hilos, les interesa que miremos a las polichinelas, en lugar de buscar la mano que las mueve.

Cervantes, que era un visionario, ya nos veía venir y nos retrató hace cinco siglos en el Quijote. En el capítulo 22, el ingenioso hidalgo arremete contra el retablo de marionetas de un tal maese Pedro y las destroza porque confunde la ficción con la realidad. Don Quijote estaba loco pero incluso él acaba dándose cuenta de que se ha equivocado y acusa a los espíritus encantadores de haberle nublado el juicio. Finalmente indemniza al titiritero por el destrozo de sus títeres. Pues eso. Este país se ha vuelto loco y el encantamiento pergeñado por editorialistas y políticos le ha sorbido el seso a muchos, demasiados.

Pero a diferencia del Quijote, me temo que ninguno admitirá nunca haberse equivocado y ser víctima de un engaño. Ni mucho menos indemnizarán a los titiriteros por los destrozos.

Hoy a las 12h en www.carnecruda.es, con la ayuda de los compañeros de Hoja de Router, hablamos de otros espectáculos menos polémicos: deportes virtuales y robóticos.

http://www.eldiario.es/carnecruda/lo-llevamos-crudo/carnaval-muerto_6_482661769.html

martes, 9 de febrero de 2016

"Campañas rastreras", por Francisco Espinosa Maestre



07-02-2016

Francisco Espinosa Maestre, 
Historiador

Para Mirta Núñez


Transcurridas ya casi cuatro décadas desde la transición sabemos con certeza que el franquismo no pasó en vano. La España que surgió de esos años que van de 1977 a 1982, por más que volviera a ser una democracia formal, carecía de relación alguna con la España aplastada por el golpe militar de julio de 1936, por la guerra y por la interminable represión. Esto afecta a todos los partidos pero muy especialmente a la izquierda, aniquilada sin contemplación alguna. Sin embargo, ocurre algo curioso: la derecha surgida de la dictadura y de la transición tiene relación con el franquismo. No sólo es que la antigua AP (creada por conocidos franquistas) o el PP que le sucedió no hayan abordado nunca algo parecido a una ruptura con el pasado franquista, sino que incluso algunos de los principales líderes del PP asumen tranquilamente aquel régimen. Esta actitud ha ido a más con el tiempo. Incluso hemos podido ver  cómo se negaban a realizar mapas de fosas o cómo no aplicaban la descafeinada normativa legal tras la aprobación de la ley de memoria histórica. Estamos una vez más ante el viejo lema de la derecha española: acato pero no cumplo.

La cautela de los primeros tiempos fue desapareciendo a medida que la derecha aumentaba su poder, llegando a extremos preocupantes en la legislatura 2000-2004 y en la que ahora toca a su fin. Todo esto supuso una deformación constante de las palabras, que, como es sabido, no se quejan de nada. Fue así como el PSOE pasó por un partido de izquierda siendo un moderado partido de centro y el PP por ser de centro mientras la realidad mostraba constantemente que caminaban por casi inexistente  línea que en España separa a la derecha de la ultraderecha. La izquierda simplemente se adaptó a las nuevas circunstancias, aunque esto supusiese romper con su historia y con sus señas de identidad. Cuatro décadas de dictadura y una transición controlada por la derecha supusieron el abandono de las ideas y principios que guiaron a la izquierda española hasta 1936. Todo ello fue amputado del cerebro de la mayoría de sociedad española. O sea que mientras que la izquierda partía de la transición, la derecha hundía sus raíces en el franquismo.

Este fenómeno ha supuesto que la derecha y sus medios –toda la prensa en papel y parte de la electrónica, más conocidos como “la caverna mediática”– mantengan unos tics que serían rechazados en cualquier país democrático. Me refiero, por ejemplo, a los ataques directos contra aquellas personas que por cualquier motivo les producen rechazo o contra aquellas que intervienen en iniciativas que no son de su agrado. Son ataques sin límite alguno, en los que las falsedades y calumnias juegan  papel primordial. Si luego se demuestra que la realidad es otra les restaran importancia o simplemente pondrán alguna pequeña nota perdida en uno de sus medios. Pero ya el daño ha sido hecho. En esto la derecha mezcla el viejo dicho  “calumnia que algo queda” con la conocida frase de Goebbels “una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad”.

Recientemente estamos asistiendo a una de estas campañas, en este caso dirigida contra la profesora de la Universidad Complutense y directora de la Cátedra de la Memoria Histórica Mirta Núñez Díaz-Balart. Tiene tres niveles esta campaña. En la base estaría el odio que la derecha ha mostrado desde un principio contra el movimiento en pro de la memoria histórica. Odio que demuestra una vez más su enraizamiento con el franquismo. A la derecha española no le importa nada que decenas de miles de personas permanezcan a estas alturas bajo la condición de desaparecidos en multitud de fosas comunes esparcidas por todo el país. Lo que quisiera la derecha es que todo esto se olvidara definitivamente. Las declaraciones de los dirigentes PP en este sentido desbordan ampliamente la zafiedad. El segundo nivel se refiere a la alcaldesa de Madrid Manuela Carmena. La derecha/ultraderecha aún no ha asumido, con Esperanza Aguirre en cabeza, la pérdida de la alcaldía de Madrid y la campaña permanente contra Carmena funciona desde antes de que ésta tomara posesión del cargo y no acabará hasta que lo deje.

El tercer nivel es el que desde hace varias semanas afecta a Mirta Núñez. La cuestión de fondo no es otra que el cambio de una serie de nombres del callejero de Madrid asociados al golpe militar y a la dictadura, nombres que debieran haber caído hace mucho tiempo. La derecha y la utraderecha no soportan estos cambios que parecen arrebatarle su historia. Lo grave es que como carecen de argumentos razonables optan por el recurso a la mentira, al insulto y a la calumnia.

En los últimos días de enero y los primeros de febrero han sido numerosos medios los que al referirse a Mirta Núñez han aludido a ella como “la hijastra de Fidel Castro”. La intención es clara: la “comunista” Carmena pone en manos de una “hijastra de Fidel Castro” y de los de la memoria histórica, todos comunistas, el cambio de calles en Madrid. ¡Horror! ¡Nuestro querido callejero, fiel reflejo de nuestra sagrada historia patria, en manos de la horda roja! ¡Otra vez el Frente Popular! ¿Surgirá de nuevo, como siempre en nuestra historia, una Esperanza de Aragón que nos libere del yugo extranjero?

De hijastra hablaron, entre otros, una tal Tatiana Rivas en ABC (27/01/2016); La Vanguardia (29/01/2016), recogiendo la opinión de la delegada de gobierno en Madrid Pilar Dancausa (EFE); Actuall (29/01/2016), medio que se define como provida, profamilia, liberal conservador y cristiano (esta página se creó por iniciativa de otra  similar denominada Hazteoir, declarada “asociación de Interés Público” por el ministerio de Interior encabezado por el opusdeista Jorge Fernández Díaz en 2013); un Alejandro Vara de Voz Populi (30/01/2016), quien aludió a la  “al parecer hijastra de Fidel Castro”; El Mundo (01/02/2016), recogiendo la opinión de Esperanza Aguirre (Europa Press) y diversos medios como Telemadrid o El País (Bruno García Gallo), que aludieron a la “hijastra” sin problema alguno y sin aclarar que no había tal hijastra.

Cualquier persona con una cultura media sabe que hijastro/a es el hijo o la hija aportado a una nueva relación por alguno de los miembros de la pareja. Como bien indica su primer apellido Mirta Núñez es hija de un matrimonio posterior de la primera esposa de Fidel Castro, por lo cual es imposible que sea o pueda ser catalogada como “la hijastra de Fidel”. La causa de que haya sido así considerada no puede deberse a otra cosa que al odio y la mala baba de la derecha y la ultraderecha ante el hecho de que el Ayuntamiento presidido por Manuela Carmena haya contado con la Cátedra de la Memoria dirigida por Mirta Núñez para cambiar una serie de nombres del callejero de Madrid. Puro franquismo no ya sociológico sino militante.

La trayectoria de la profesora e historiadora Mirta Núñez Díaz-Balart la convierte en la persona indicada para dicha tarea. Aguirre y la ultraderecha que representa carecen de argumento alguno. Ante esto, la táctica siempre suele ser la misma: se busca algún error real o ficticio, achacable o no a quien se quiere atacar, y se retuerce a capricho, se infla y se explota hasta la saciedad. La intención es que no se note la falta de solidez de los argumentos ni se ponga al descubierto más de la cuenta la ideología reaccionaria de los denunciantes. De este modo, aunque lo que se quiere es frenar el proyecto objeto de discusión, el objeto de ataque pasa a ser la persona a la que se adjudica su realización. El fin justifica los medios.

¿Acaso la prensa, agencias y periodistas aludidos le pedirán disculpas a Mirta Núñez Díaz-Balart por haber mentido sobre su inexistente relación familiar con Fidel Castro? ¿Le enviarán una nota reconociendo su error el concejal del PP Pedro Corral y Esperanza Aguirre? Esta última, que aún no ha superado ver a Manuela Carmena ocupando la alcaldía que pertenece por tradición a los de su clase, se permitió incluso llamarla Mirta Díaz-Balart, saltándose así el apellido del padre. Total, qué más da. Ellos van a lo que van: España es suya desde hace siglos.

Pensemos que lo que está en juego no es otra cosa que la memoria histórica de la derecha española. Cuando dicen que “hay que respetar la historia” lo que realmente quieren decir es que hay que respetar su historia y cuando afirman que “no hay que reabrir heridas” lo que están diciendo es que todo lo relativo a las víctimas del fascismo, incluidos sus responsables, debe seguir oculto. Nada debe moverse: ni las fosas, ni el callejero, ni los vestigios de la dictadura. Por ejemplo, la lápida de los ocho carmelitas asesinados en Carabanchel Bajo debería estar dentro del cementerio, pero ellos la quieren fuera. ¿Se imaginan lo que dirían si se decidiese colocar en la fachada del mismo cementerio los nombres de los vecinos asesinados por los fascistas, que no fueron precisamente ocho? Que todo esto ocurra en un momento en que su partido, el PP, se desmorona corroído por la corrupción interna a causa del saqueo permanente de las arcas públicas puede indicar que necesitan desviar la atención de la gente hacia otras cuestiones que les permitan respirar un poco. Aunque sea a costa de mentir una vez más.

http://blogs.publico.es/memoria-publica/2016/02/07/campanas-rastreras/

"Títeres de cachiporra: una historia centenaria y violenta", por Marta Peirano


El Pulcinella, Punch o guiñol nació para pegarle a los ricos y reírse de las autoridades, una la proyección popular de la libertad contra la opresión

En España la estrella es Don Cristóbal, un viejo verde, infanticida y lascivo creado por Federico García Lorca

Marta Peirano . El Diario.es, 08/02/201

Los títeres de cachiporra son políticos de nacimiento y violentos por definición: son la proyección popular de la libertad contra la opresión. Se reconocen porque no son de cuerda sino de guante, y porque siempre pegan al poderoso, al rico, al policía, a la autoridad. Su tradición en Europa es centenaria; aquí se llaman de cachiporra pero en Francia son guiñoles, Pulcinella en Italia, Don Roberto en Portugal, Kaspar en Alemania y Polonia, Karagoöz en Turquía y en Inglaterra se llama Punch. Todos protagonizan una trama simple de fondo antiautoritario que resuelven a base de violencia, ingenio y pillerío.

Su poder contra el poder son el absurdo y la risa. Tienen colores y formas grotescas, con personajes robados de los cuentos populares infantiles y gastan bromas muy chuscas. Pero es todo una farsa diseñada para la denuncia, la radicalidad política. La infantilización de las formas es la estrategia que protege a los actores y a la compañía teatral de la censura y la persecución. Como hemos comprobado este fin de semana, con algunas autoridades no siempre funciona.

"El títere de cachiporra es un género, una convención que se encuentra en todas las tradiciones europeas tiene unos lados oscuros y unos lados luminosos -explica Toni Rumbao, titiritero y autor del libro Rutas de Polichinela. - En el Don Cristóbal español están los cristobitas, muy alegres, vistosos y que tienen este lado oscuro que es el Don Cristobal Polichinela, un viejo verde que compra a la mujer, etc. En el Punch, Judy le da un bebe a cuidar a Punch y como no tiene paciencia, lo tira por la ventana. Punch y Judy tiene también un gag clásico con una máquina de hacer salchichas, por la que empuja a un policía, un cocodrilo, etc".

El guiñol de Federico García Lorca

En España el títere de cachiporra tiene mucha tradición, probablemente porque requiere pocos medios y menos personal. Hay muchas compañías de uno; el mismo que monta el escenario representa a todos los personajes, cambiando de voz según exige el guión. La obra más famosa se representó por primera vez en Granada el día de Reyes de 1923, y fue una coproducción de Manuel de Falla con Federico García Lorca: La niña que riega la albahaca y el príncipe preguntón, más adelante ampliado y retitulado El Retablillo de don Cristóbal.  Sigue siendo muy popular.

"Oigan señores el programa de esta fiesta para niños, que yo pregono desde la ventanita del guiñol, ante la frente del mundo", dice Lorca. Su Don Cristobal es un viejo verde que se casa con la bella Rosita en contubernio con la codiciosa madre de la muchacha, que le pega los cuernos con cuatro amantes hasta que queda embarazada de cada uno de ellos. A medida que van saliendo los niños, Don Cristobal les sacude un porrazo porque cada uno es de un hombre distinto. Esto es sólo el comienzo de un largo relato de enredos, cachiporrazos y crueldades sin fin.

El espectáculo que representaron los tiriteros encarcelados llevaba un cartel que ponía "A cada cerdo le llega su San Martín" e incluía dos obras, Contra la democracia (de Grupos Anarquistas Coordinados) y Manifiesto SCUM, en referencia al texto que escribió Valerie Solanas antes de disparar a Andy Warhol. En este contexto, los titiriteros han sido acusados de un presunto delito de enaltecimiento del terrorismo del art. 578 del C.P. por la exhibición "de una pancarta con la leyenda «GORA ALKA-ETA»" y de un delito de incitación al odio del art. 510 del C.P. "cuya perpetración derivaría (...) de la escenificación de “numerosas acciones violentas, tales como el ahorcamiento de un guiñol vestido de juez, el apuñalamiento de un policía y la violación de una monja y el apuñalamiento posterior con un crucifijo”. Se titula La bruja y Don Cristóbal.

"Lo ridículo es que todo esto -se lamenta Rumbao- es que los títeres entran dentro de un código, una convención, que existe desde la Edad Media: los títeres siempre han podido decir lo que quieren. Incluso en la Cuaresma y otras épocas en las que esta prohibido el teatro, los títeres pueden hablar. Porque no son personas, son trozos de madera. Hasta la iglesia lo sabe. Esto no lo han entendido la policía ni el juez".

Las épocas negras del Pulcinella

El satírico muñeco es hijo de los grandes cambios sociales, surge con el Renacimiento y se revaloriza en el XIX con el individualismo burgués y la sociedad post-industrial. En la puritana Inglaterra del siglo XVII, cuando el teatro inapropiado era castigado con látigo y multas de cinco guineas, Punch and Judy actuaban bajo la mirada perpleja de las autoridades, que no sabían a quién detener ni cómo justificarlo. En Italia, el Pulcinella y sus gamberros colegas de la Comedia dell'arte se mofaban de las relaciones entre amos y criados. El poeta Lord Byron contaba con gran hilaridad cómo una "marioneta ofensiva fue arrestada y presentada en el juicio como prueba de la fiscalía y una tarjeta clavada en su pecho que ponía corpus delicti".

Pero no es la primera vez que Pulcinella se enfrenta a las autoridades. Los títeres satíricos fueron perseguidos en la Inglaterra victoriana -después de la revolución industrial- y más recientemente en los 90, cuando la corrección política se convirtió en el arma de la ultraderecha para controlar el discurso.

En mi opinión, el Punch que se ve en la calle es una de esas exageradas extravagancias de las realidades de la vida que perdería su capacidad de enganche con la gente si se intentase convertirlo en moralista e instructivo. Considero su influencia perfectamente inocua, como una especie de broma desvergonzada que nadie en este mundo consideraría como un incentivo hacia cualquier tipo de acción o como modelo para cualquier clase de comportamiento. Es posible, pienso, que la fuente secreta de placer generalmente producida por este espectáculo sea la satisfacción que el espectador siente al ver a unos remedos de hombres y mujeres recibir tantos palos sin sentir por ello ninguna pena ni sufrimiento.

Esto dice Charles Dickens en una carta a finales de 1848.

http://www.eldiario.es/cultura/politicas_culturales/tradicion-centenaria-titeres-cachiporra_0_482252712.html