José
Mª Pedreño Gómez. La Trinchera Roja,
Memoria y Unidad
Popular
José Mª Pedreño. La Trinchera Roja, | 6 junio 2015
Se
hace necesario decir algo en estos momentos, en los que el movimiento
memorialista democrático parece haber decaído después de tiempos de esplendor,
ocultado por otros movimientos cívicos vinculados a una situación de emergencia
social en la que están en juego las necesidades básicas de millones de
personas. Hay que recordar que, años atrás, cuando la mayoría social pensaba
que éramos los nuevos ricos -aunque algunos predecíamos la hecatombe a la que
nos llevaba el neoliberalismo, y así tratábamos de explicarlo en nuestros
escritos-, el memorialista era uno de los pocos movimientos sociales capaz de
romper los cercos mediáticos y de movilizar a muchos sectores de la sociedad.
Estamos viviendo un proceso histórico en el que más que nunca se ha evidenciado
que deshistoriar las relaciones sociales y políticas es uno de los instrumentos
más eficaces con los que cuentan las clases dominantes para mantener su dominio
cultural y, a través de él, su dominio económico y político. Esa es la
importancia principal de mantener vivo el movimiento memorialista democrático.
Como
militante comunista, siempre he pensado y creído firmemente que mi obligación
era luchar contra la injusticia allá donde se encontrara. Creo que en un mundo
plagado de injusticias lo más decente que puede hacer una persona es ser
comunista, y esto, para mí, no sólo es una cuestión semántica, sino que supone
un compromiso firme con unas convicciones ideológicas y una forma de entender
la vida muy determinadas que chocan con la cultura dominante. A menudo, se está
diciendo, desde la izquierda, que la bandera roja y la hoz y el martillo, o la
bandera tricolor, son símbolos del pasado que asustan a la gente, pero los
símbolos son muy importantes. Al igual que la cara es el espejo del alma, los
símbolos son el espejo del pensamiento. Ocultarlos, argumentando cuestiones
tácticas o estratégicas, forma parte del discurso de la ambigüedad que podrá
proporcionar votos, pero con el que no se conseguirán grandes cambios si a la
hora de la verdad no hay un horizonte claro: un proyecto político en el que se
diseñe un nuevo modelo de estado, un nuevo modelo social y un nuevo modelo
económico. Un proyecto político que hunda sus raíces en las ideas y sueños de
los que nos precedieron en la lucha por la Justicia y la Libertad y adaptado a
los nuevos tiempos. Los votos deben conseguirse por haber ganado la hegemonía,
no por adaptar el discurso a la cultura dominante, ya que la cultura dominante
es -como decía Karl Marx- la cultura de la clase dominante. Y en estos momentos
,buena parte de los de abajo -como se está llamando a las clases populares-
tienen bien arraigada en su pensamiento y su forma de actuar en la vida
cotidiana, la cultura dominante. La ruptura de los cercos mediáticos, a la hora
de ganar la hegemonía es fundamental, ya que la mayor parte de los medios de
comunicación están en manos de los de arriba -tal como se está denominando a
las clases dominantes y a la oligarquía-. La comunicación a través de Internet,
es un elemento no desdeñable, pero no podemos olvidar que son los de arriba los
que controlan las comunicaciones y también usan la red para divulgar su
ideología.
Los
Foros por la Memoria nacieron con la idea de que la Memoria Democrática -en
aquellos momentos la denominábamos Memoria Histórica- fuera uno de los ejes de reconstrucción de la
izquierda –desde y con su pluralidad, y entendiendo el anarquismo como parte de
la misma- tras la derrota sufrida por las clases populares al final del siglo
XX, y ante la evidencia clara de que, tras la caída de los regímenes
denominados de socialismo real del centro y este europeos, la aseveración de
Fukuyama sobre el “fin de la Historia” y la desaparición de las ideologías, se
habría paso lo que se ha dado en llamar “pensamiento único” que, en la
práctica, no es otra cosa que mantener que los postulados del neoliberalismo
(democracia formal, en apariencia, más mercado libre y desregulado), como
ideología del capitalismo, son lo único aceptable, negando todo pensamiento que
contradiga estos principios. En esos mismos momentos, Jorge Bush (hijo) hablaba
de la implantación del “nuevo orden mundial”, que no era otra cosa que imponer,
por activa (mediante la guerra), o por pasiva (a través de “revoluciones”
naranjas), el marco necesario para el desarrollo del capitalismo global. Al
mismo tiempo, la derrota provocó la desaparición de referentes reales y el
desarme ideológico de la izquierda europea en general –y de la española en
particular, con sus peculiaridades-, que se dejó arrastrar por las tendencias
ideológicas triunfantes tras la larga lucha que se desarrolló a escala mundial
durante todo el siglo XX. Ante esta situación, influidos por diversas lecturas
(Antonio Gramsci, Marta Harnecker, Peter Weiss, Howard Zinn, James Petras,
Chomsky y otros), análisis sobre la realidad que nos rodeaba y la práctica
militante de base que desarrollábamos en el Centro Social Haydée Santamaría,
que nos daba resultados positivos, algunos llegamos a la conclusión de que se
hacía muy necesario buscar referentes históricos positivos que ayudasen a la
izquierda a reconstruirse ideológicamente y ser capaz de luchar contra la
cultura dominante, para reconstruirla también organizativamente, con el
objetivo de que las clases populares dominadas pudieran dotarse de los instrumentos
de lucha y organizaciones necesarios para combatir la implantación de un
régimen político y económico injusto, basado en el “darwinismo” social,
implantado a través de una aparente democracia en unos casos y de la fuerza en
otros.
Nuestros
objetivos eran y son todavía:
1.-
Construir un frente masas en el ámbito de la lucha cultural e ideológica.
2.-
Recuperar la ilusión por la utopía.
3.-
Recuperar principios éticos, sociales y políticos
4.-
Luchar por los Derechos Humanos, tanto políticos, como sociales y económicos.
5.-
Superar el lastre de la denominada Transición.
6.-
Recuperar el prestigio de la izquierda y del movimiento libertario por su lucha
contra el fascismo, a través de la puesta en valor de la historia de sus
militantes.
7.-
Recuperar el trabajo de base como elemento principal de lucha.
8.-
Recuperar la Memoria Democrática.
Todos
estos años he trabajado bajo esas premisas, con aciertos y errores, pero
intentando siempre hacer honor a la palabra coherencia, y es lo que he tratado
siempre de transmitir a la organización. Es el primer valor que un comunista
debe mantener intacto en todo momento: coherencia. Y la coherencia no es, ni
más ni menos, que mantener en consonancia lo que se dice con lo que se hace,
alejándose del posibilísimo y del oportunismo con el que habitualmente se actúa
en la sociedad en la que vivimos y, por ende, en muchas organizaciones
sociales, sindicales y políticas, en las que se confunde pragmatismo con
posibilísimo y se actúa con oportunismo ya que, en vez de mantener el rumbo
hacia objetivos y fines propios, se actúa en base a al momento, sin evaluar los
efectos a medio y largo plazo sobre los fines. Como se ha constatado en
numerosas ocasiones, hay que mantener el rumbo hacia el horizonte marcado, sin
desviarse, por muy difícil que sea, sabiendo que la condición humana es un
factor a tener en cuenta a la hora de trabajar, ya que la condición humana lo
condiciona todo.
A
pesar del los vaivenes a los que el día a día nos somete, la Federación Estatal
de Foros por la Memoria durante todo ese tiempo no se ha hecho más débil, sino
que se ha fortalecido con cada trabajo y cada propuesta. Contra viento y marea,
con muy pocos recursos, ha sido capaz de realizar trabajos que parecen
imposibles una vez pasado el tiempo. Es más, el día que hagamos el relato sobre
los centenares del miles de quilómetros y los miles y miles de horas dedicados,
tratando de hacer compatibles la acción política y social con nuestros trabajos
habituales, a algunos les parecerá increíble saber que existen personas capaces
de dedicar todo su tiempo libre a la lucha, sin pedir nada a cambio. Es porque
nuestra forma de entender la militancia no se basa en tener un carnet, asistir
a alguna que otra asamblea y, mientras tanto, no hacer nada, sino que para nosotros,
ser militante, es estar activo continuamente. Desde la primera exhumación hasta
la última, pasando por las exposiciones, proyectos de investigación, artículos,
libros, películas, homenajes, monumentos, centenares de chalas de divulgación y
conferencias, demandas judiciales, jornadas, concentraciones, manifestaciones,
actos de desobediencia civil pacífica, nuestras páginas web, referentes en el
movimiento durante mucho tiempo, y el Primer Congreso de Víctimas del
Franquismo, fueron posibles gracias a la firme voluntad de militantes
dispuestos a acabar con la impunidad del franquismo y poner en valor las ideas
de todas y todos aquellos que nos precedieron en la defensa de la Justicia y la
Libertad. Activistas muy activos, eso es lo que hemos aportado a la lucha por
cambiar las cosas durante todos estos años. Nuestra voluntad era contribuir a
la construcción de la izquierda del
siglo XXI, del bloque histórico, del que hablaba Antonio Gramsci y que hoy
llamamos Unidad Popular que, para que algunos lo entiendan, no se trata sólo de
configurar coaliciones electorales, sino la forma en que muchos creemos que
tiene que organizarse el pueblo para construir la sociedad justa, libre y
civilizada con la que soñamos. Las coaliciones a las que se está dando ese nombre
-aunque se llamen “Ganemos”, “Ahora” o cualquier otra nombre- deben ser la
representación electoral de esa Unidad Popular; del pueblo organizado para
ejercer el poder desde abajo. Construir Unidad Popular es construir poder
popular.
Hemos
dado respuestas meditadas, debatidas, analizadas y, por tanto, muy serias y
sensatas, a cada cuestión relacionada con la memoria democrática; desde la
forma de entender las exhumaciones, pasando por las cuestiones jurídicas, el
rigor en la investigación o las cuestiones ideológicas; todo ha sido
meticulosamente estudiado para elaborar propuestas y dar respuestas a la
sociedad en su conjunto y al movimiento memorialista en particular. Creo,
sinceramente, que nuestra aportación durante estos años, sin menospreciar la de
otros colectivos, ha sido fundamental para que los principios de Verdad,
Justicia y Reparación para las víctimas del franquismo se hayan asentado en el
movimiento y en las fuerzas políticas y sociales democráticas, para poner en
valor las ideas que defendieron y encontrar los nexos existentes entre el
presente y el pasado, así como dar un fuerte impulso al entendimiento de lo que
significan los Derechos Humanos en nuestra sociedad.
Nuestros
principios se asentaron en un Ideario, elaborado para marcar las líneas
políticas e ideológicas alrededor de las que se movería la organización. Y eso
ha sido la columna ideológica plural alrededor de la que se ha construido la
organización. Somos una organización político-social, ideológicamente plural y
apartidista, muy bien definida en nuestro ideario, que quiere ser un
instrumento para todas las ideologías emancipadoras, por lo que no somos
excluyentes con las mismas, pero entendemos que la mejor forma en que podemos
ayudar en esta lucha es siendo independientes de todas ellas y generar un
consenso y una cohesión interna entre los compañeros y compañeras que, desde
distintos pensamientos, se vinculan a nosotros. Queremos hacer verdad aquello
de que “no entierran hombres, sino semillas” y evitar los errores que en el pasado
nos llevaron a la desunión en la lucha contra el enemigo común, en especial el
sectarismo. Nuestra función no es ser apéndice de otros, sino influir en otros
para cambiar las tendencias y que asuman nuestros planteamientos que son el
resultado de las experiencias, prácticas, estudios y análisis desarrollados a
lo largo de estos diez últimos años.
Siempre
he mantenido que todos los cargos de dirección política y los cargos públicos -
en especial si son remunerados- deben estar limitados, a lo sumo, en diez o
doce años; en cualquier partido, sindicato y asociación y, por supuesto en el
Foro por la Memoria y la propia Federación. Asimismo que quien debe dirigir las
organizaciones tiene que ser un ejemplo de trabajo y de coherencia. Por eso
decidí que mi obligación era dar paso a otros compañeros y empezar poco a poco
a centrarme en otros frentes de lucha aportando mi experiencia de tantos años
de militancia en movimientos sociales. Desde el movimiento vecinal hasta el
movimiento memorialista democrático, pasando por el Centro Social Haydée
Santamaría y el Foro por la Memoria he tratado de mantener una coherencia sin
renunciar a mi ideología y sintiéndome orgulloso de ser comunista. Tal vez mis
posiciones, como activista socio-político, puedan haber entrado en
contradicción en algunas ocasiones con las políticas a corto plazo del Partido
al que pertenezco (con periodos de exclusión en los que me he seguido
considerando miembro del mismo), pero siempre desde la lealtad a los fines del
mismo: un sociedad justa y libre. También mi obligación era ser leal a todos
los compañeros y compañeras de la organización, teniendo en cuenta la
pluralidad ideológica de la misma.
Ahora,
dejando de lado componendas personales, voy a volver a la cuestión fundamental
de este escrito: la situación de la Memoria Democrática, su papel en estos
momentos de cambio político y algunas ideas sobre cuestiones políticas a
desarrollar, así como la forma en que algunos entendemos que debe construirse
la acumulación de fuerzas políticas y sociales -lo que Gramsci llamaba el
bloque histórico”- necesarias para derrotar a las fuerzas políticas que
sostienen el actual régimen y el proyecto político ultraliberal y
ultraconservador que encarnan y que lleva en su seno un modelo basado en la
exclusión social de una gran parte de la población para aumentar el
enriquecimiento de una minoría.
En
primer lugar, deseo realizar, desde una posición constructiva, una llamada de
atención a las fuerzas políticas que hablan de la ruptura del Régimen del 78.
Quiero recordarles que hablar de ruptura del Régimen del 78 sin acabar con la
impunidad del franquismo, sin liquidar la institución monárquica, reinstaurando
la República, sin nacionalizar los sectores estratégicos de la economía,
usurpados por las oligarquías a la sombra de la dictadura y la nada “modélica
Transición”, y sin recuperar la soberanía nacional frente a las élites
económicas mundiales y sus aliados políticos, no es más que un “brindis al
Sol”. Luchar para cambiar las cosas de verdad es luchar contra el Régimen del
78, sin disfraces y sin ambigüedades. Se habla mucho de ello, pero muy poco
sobre lo que supone la ruptura y la hoja de ruta para llevarla a cabo. Porque
defender el Régimen del 78, en estos momentos, no es ni más ni menos, que
defender el “Nuevo Orden Mundial Imperial” que se está imponiendo desde la
caída de los regímenes de socialismo real del Este y Centro Europa, por parte
de las élites económicas, a través de gobiernos títeres, elegidos por los
pueblos, pero que actúan a espaldas de los pueblos.
Si
bien, hoy por hoy, no podemos acabar con el capitalismo, sí que podemos luchar
contra él para hacerlo retroceder y esto supone entender cuestiones esenciales.
Por un lado comprender que el fin del capitalismo no es el de crear riqueza,
sino el de acumular riqueza y, la especulación es la mejor forma de acumular
riqueza. Desde que se cambió el patrón oro, por el patrón moneda, la
especulación se ha transformado en la forma más usual de extracción de
plusvalías, frente a la forma productiva. El cambio nuevamente del patrón
moneda, para volver al patrón oro, es fundamental para acabar con las políticas
económicas de carácter monetaristas que facilitan la especulación y regresar a
políticas económicas basadas en el valor real de la riqueza existente para
construir un nuevo tejido productivo. Esto sólo puede hacerse con políticas
fuertemente reguladores realizadas por un estado fuerte que controle todos los
sectores estratégicos de la economía para ponerlos al servicio del pueblo.
Ahora bien, para poder romper la
situación actual es muy necesario conocer el proceso histórico que nos
ha llevado hasta hoy, para entender donde está el origen del problema; ahí
entra en juego el papel de la Memoria Democrática, no sólo de nuestro país de
países, sino también del mundo. No se trata sólo de hablar de víctimas, sino,
también de quienes fueron los verdugos y de como se han ido adueñando de todo
aupándose sobre el exterminio de millones de hombres y mujeres que, deseando un
mundo libre y justo, se oponían a ellos.
La
mejor aportación que el Movimiento Memorialista Democrático puede hacer a la
construcción y cohesión de la Unidad Popular es unirse. Pero no utilizar la
palabra “unión” como algo vacío, sino concretarlo en acuerdos mínimos sobre
cuestiones básicas. Para ello, se debería realizar un gran congreso o
conferencia donde todos vayamos con la mente abierta y hagamos un gran
ejercicio de generosidad para poder plasmar en un documento único cuales son
los factores de unión de todos y un plan de trabajo. Un acuerdo de mínimos que
sirva para fortalecer el procesos de unidad del pueblo. La Memoria de los que
nos precedieron en la lucha debe formar parte de la argamasa, para hacerla más
fuerte, de la construcción de la Unidad Popular y la Historia debe ser elemento
fundamental para identificar la raíz del proceso que nos ha llevado a la
situación actual para actuar sobre la base que sustenta las relaciones de
dominio actuales.