José
L. Gutiérrez Molina. La Voz del Sur
Jerez de la Frontera
(Cádiz). Sobre la consideración de quién es un asesino
No
pueden soportar la verdad. No pueden soportar que, a pesar de décadas de
desinformación y silencios, se vaya terminando con la impunidad con la que
vivieron y murieron los principales responsables del golpe de estado de julio
de 1936 cuyo fracaso generó una de las mayores matanzas de civiles del siglo XX
europeo. No me puedo imaginar qué ocurriría si, además, llegara la justicia y
la reparación. Un día sí, y otro también resuenan los exabruptos de quienes no
olvidan su victoria, mantienen incólume el rencor contra quienes pensaron que
otra sociedad era posible, se sienten más a gusto con las heridas abiertas y
proyectan sus sentimientos y deseos contra quienes buscan la verdad histórica
de lo ocurrido y desean recuperar los restos, la identidad y la dignidad de sus
desaparecidos.
Que
esto ocurra sólo es posible en el único régimen fascista europeo no derrotado
durante la Segunda Guerra Mundial y cuyos miembros no tuvieron que pagar peaje
alguno para convertirse en demócratas. En ningún momento han sentido que se
dudara de su victoria. En los años setenta y ochenta por el pacto de olvido de
la Transición y en la última década por la dubitativa política pública de las
administraciones centrales y regionales. En consecuencia, cuando se recuerda
quienes fueron en realidad y el papel que tuvieron en la implantación por el
terror del régimen franquista, se revuelven y recurren a todos los medios a su
alcance para mantener la imagen edulcorada de personajes que tuvieron un
destacado y triste papel. Es el caso del político de extrema derecha,
monárquico y escritor José María Pemán Pemartín. Su familia ha demandado a la
concejala jerezana Ana Fernández por llamarle asesino. Le acusan de un delito
de calumnias y desean restaurar públicamente su honor y dignidad tan gravemente
mancillados.
Parece
que la consideración como asesino de Pemán ha sido interpretada por los
querellantes en el sentido de que la concejala le atribuye la comisión personal
de la muerte de una o más personas. Sin embargo, cualquier persona sabe, que la
definición de asesino es mucho más amplia. No sólo se refiere a un hecho
concreto sino que también forma parte la forma de actuar, la actitud y la
consideración del hecho. Es decir, que no sólo es un término que se refiere a
la persona que comete un asesinato. Baste un par de ejemplos. Cuando la
oposición venezolana tacha al presidente Maduro de asesino por la muerte de un
estudiante, todo el mundo entiende que no se refiere a que el mandatario
venezolano le ha descerrajado un tiro con su propia mano. Sino a la
responsabilidad que tiene en la política que realiza, que provoca protestas, y
por la actuación policial que origina víctimas. Otro, cuando en 2003 las calles
de las ciudades españolas se llenaron de centenares de miles de personas,
protestando por la participación del Estado en la guerra contra Irak, llamando
al presidente Aznar asesino tampoco se referían a que éste fuera a matar con
sus propias manos a alguno del más de millón de iraquíes que terminaron
muriendo. Se referían a la intervención que, usando justificaciones falsas,
como hoy sabemos, terminaría ocasionando esas muertes.
Pues
bien, es lo que ocurre con José María Pemán. Nadie quiere decir, y pienso que
Ana Fernández tampoco, que el autor de El poema de la Bestia y el Ángel,
cometiera directamente ningún asesinato. Todo nos referimos a su extrema
implicación y comprensión con las políticas terroristas –es decir el uso
sistemático como arma política del terror– llevadas a cabo por los sublevados
desde julio de 1936. Unas prácticas que, como ya se ha escrito, contaron con la
complacencia y adhesión de quien escribió: “¡Paradoja de la muerte-que tanta
vida produce! /Movimiento de gusanos-sobre las frías quietudes./ Espumas de
margaritas-abierta una boca escupe./ Macetas de jaramago-son unos ojos sin
luces”. Una justificación de la guerra y la muerte. Pemán fue, desde julio de
1936, un decidido defensor de las prácticas exterminadores desencadenadas. No
por citadas está demás recordar las palabras que pronunció desde los micrófonos
de Radio Jerez: “La idea de turno o juego político ha sido sustituida para
siempre por la idea de exterminio y expulsión, única salida válida frente a un
enemigo…”.
Por
si alguien tuviera alguna duda quedaron recogidas en la recopilación de sus
arengas y crónicas de guerra publicada en 1937. Si miramos la definición de
extermino vemos que para la Academia Española de la Lengua significa
“desaparición del todo de algo o alguien”. ¿Cómo interpretar esa “desaparición
del todo”? ¿No se está justificando los asesinatos de los adversarios que por
esos días se estaban produciendo en la zona ocupada por los golpistas y que,
por tanto, es perfectamente legítimo utilizar el término asesino para una
persona que, de forma pública, llamaba a la desaparición física de personas? ¿Se
puede asegurar que Pemán desconocía lo que ocurría o que fue un “calentón”
producido por la abundancia de correajes y pistolas que le rodeaban? No parece
creíble que fuera así. Estamos hablando no sólo de alguien que se dedicaba a la
agitación y propaganda, sino que era uno de los siete “ministros” de la Junta
Técnica del Estado. El organismo gubernativo asesor de Francisco Franco creado
el 1 de octubre de 1936 en sustitución de la Junta de Defensa Nacional creada
por los militares golpistas en julio.
La
Junta Técnica era el más alto organismo de gobierno de la zona ocupada por los
golpistas y, por tanto, como ejerciente de su administración, era el máximo
responsable de lo que ocurría en ella. José María Pemán ocupó en ella el puesto
de presidente de la Comisión de Cultura y Educación. No por ilegítima e ilegal
dejó de actuar en la práctica. Así que Pemán, hasta su disolución el 31 de
enero de 1938, no sólo fue el responsable directo de las políticas de
depuración del profesorado español sino también co-responsable del conjunto de
las actuaciones del organismo presidido por Fidel Dávila Arrondo y de las
consecuencias que sus actuaciones tuvieron. Las comisiones depuradoras
provinciales, bajo el mandato supremo de Pemán se dedicaron a sancionar a los
profesores considerados antinacionales, masones, judíos, marxistas o que, por
sus enseñanzas, fueran considerados responsables de la revolución. Una misión
no sólo punitiva sino también preventiva, para la que no debían existir
reprobables reservas mentales ni sentimentalismos extemporáneos.
José
María Pemán fue algo más que el “juglar de la cruzada”, “poeta del régimen” o
“intelectual orgánico”. Incluso, una vez pasados los tiempos de la matanza, su
consideración de ella no pasará de rebajar el número de asesinados necesarios
para el escarmiento que se buscaba. Con sus palabras justificó y alentó los
asesinatos, con su pertenencia a la Junta Técnica del Estado fue corresponsable
de lo que ocurrió en la zona ocupada por los golpistas. Como cuando se gritaba
¡Franco asesino! o ahora gritan ¡Maduro Asesino!, ¡Aznar asesino! calificarlo
como tal no es sino poner de manifiesto su participación en el extermino.
Se
puede entender el pesar de la familia Pemán en conocer estas circunstancias.
Pero ellos no tienen por qué asumir la conducta de su antepasado. Es más, puede
servirle para intentar comprender las razones que tienen miles de familias
españolas para buscar y dar digna sepultura a sus deudos, reivindicar la
memoria y la personalidad de sus familiares, en estas ocasiones, sí injuriados
y difamados. Injurias y difamaciones que han tenido que soportar durante
décadas sin poder recurrir a los tribunales. Podrá así comprender que no
quieren reabrir heridas, sino todo lo contrario, que no tienen ni ánimo de
venganza ni expresan odio, sino todo lo contrario, que sólo buscan la verdad,
la justicia y la reparación. Porque su falta duele ¿verdad? Aunque no sea el
caso de José María Pemán para el que el calificativo que tanto ha molestado le
pueda ser aplicado en ese sentido más amplio que el restringido a quien lo
comete con su propia mano. No por ocultar la historia, termina borrándose.
Siempre está ahí a la espera de quienes quieran encontrarla.