Mañana
asistiremos a la inauguración del Paseo de Marcelino Camacho, en Carabanchel
(Madrid). No voy a glosar aquí la figura por todos conocida del compañero
Marcelino, a quien tuve el privilegio de conocer personalmente.
Pero
sí voy a llamar la atención sobre algo que parece que se está olvidando: que el
anterior nombre de la calle era Avenida de Muñoz Grandes y mañana, en un acto
de higiene democrática, desaparecerá la infamia de que Madrid honre el nombre
de un general, primero golpista, y después al mando de una unidad que combatió
a los aliados a las órdenes de Adolfo Hitler.
Hay
que agradecérselo, en primer lugar, a la implicación y el compromiso de
determinados responsables políticos de la ciudad de Madrid. Pero sobre todo, al
enorme esfuerzo y a la perseverancia de las organizaciones madrileñas de
memoria histórica, y muy especialmente de mis compañeras y compañeros del Foro
por la Memoria de la Comunidad de Madrid, siempre en la vanguardia de esta pelea
(y de otras muchas), incluso jugándose la integridad física (y ya saben ellos/as
a lo que me refiero).
Mis
compañeras y mis camaradas no han pretendido nunca ningún reconocimiento, pero están
detrás de cada tornillo que está cayendo estos días al suelo cuando los
operarios municipales quitan las placas de Yagüe, Moscardó o Arriba España.
No
dudo que el compañero Marcelino hubiera acabado teniendo una calle importante
en Madrid, muy pocas personas en este país lo merecen tanto como él. Pero debería
tenerse en cuenta quiénes han apostado más fuerte, y desde hace más tiempo, para
que finalmente le hayan dedicado una avenida en el centro de su barrio, sustituyendo
su nombre al de un criminal de guerra. Porque sin ese enorme y prolongado trabajo
reivindicativo, Marcelino Camacho hubiera dado nombre a una rotonda o a una avenida
solitaria al final del PAU de Carabanchel.