Apología del franquismo y apología de la estupidez
Rosa
María Artal. El Diario, 11/02/2020
No
mezclen. Lo que sufrió España fue un golpe de Estado fascista, una guerra, una
larga dictadura que dejó terribles secuelas y una herencia ética pavorosa
Anuncia
el Gobierno su intención de tipificar como delito la apología del franquismo y
la reacción nos muestra a qué niveles está infiltrado en la médula del cuerpo
social español. Quizás no tanto en la ciudadanía como en sus estamentos
esenciales, incluyendo medios y líderes de opinión. Y ocurre así, sin duda, por
la impunidad de la que siempre ha gozado esta ideología tan fascista como la
que asoló Alemania o Italia y que aquí desencadenó una guerra civil, una
dictadura de 40 años más otros tantos de esa desgarradora comprensión.
España
lo constata cada vez que el franquismo sociológico sufre el más ligero roce. Ha
arraigado hasta en quienes muestran una decidida permisividad en aras de la
libertad de expresión, según dicen. Qué gran labor educacional se ha venido
haciendo. Porque los análisis en favor de dejar tranquilo al franquismo
muestran lagunas de peso, nada raro por otra parte: siempre se dijo que si
estrujas conveniente los datos terminan confesando lo que quieras.
Lo
he buscado varias veces y no he encontrado un país que sufriera tan terrible
lacra en sus cimientos y no exigiera ninguna responsabilidad —recordemos que
aquí incluye provocar una guerra civil—. Argentina lo intentó con las leyes de
Punto Final pero terminaron siendo derogadas y juzgados algunos responsables de
crímenes de las dictaduras. Portugal, quizás. Los principales jerarcas se
libraron. Aunque no tiene metido en sus genes la defensa de ideologías
fascistas.
España,
sí. Tan larga y potente presencia del franquismo impregnó la educación, las
costumbres, los criterios. Y así nos vemos ahora con el renacer de la derecha
extrema y con unos librepensadores de diseño que ven normal lo que no lo es,
con un sector de la sociedad que les incluye aquejado de una preocupante falta
de criterio. El franquismo persistente no solo dejó tirados en las cunetas a
los muertos de segunda, hasta se mofó de ellos y los sigue manipulando. Prendió
mucho más allá de los hechos denunciados, entró en el alma de una parte de
España con la intensidad con la que otros lo rechazan, bien es verdad.
Lo
peor hoy es la herencia mental. "Estamos hablando de luchar contra la idea
de que una nación, una raza (sic), un género o una especie tiene el derecho de
dominar sobre otra y hacerlo sin consecuencias", y tomo las palabras del
actor norteamericano Joaquim Phoenix al recibir el Oscar por su papel de Joker.
Porque la ideología es la misma, y pervive, y se extiende, ante la ceguera nada
inocente hasta de opinadores. Es igual, solo que aquí se configura más botijera
y cutre si cabe.
Y
está en la comprensión con las desigualdades, con los privilegios, con el
machismo. Con las pautas que inclinan a no rebelarse ante la injusticia, y a
tener miedo. La mujer fue convertida en un ser débil mental precisado de la
tutela de un varón y caló de tal forma que la ultraderecha actual dice añorar
el presunto paraíso en el que las mujeres se dedicaban solo a los hijos,
gozaban todos de tres meses de vacaciones y de pisos baratos y todo tipo de
comodidades. ¿Dónde estaba esta gente que no se enteró de lo que sucedía? ¿No
vio siquiera películas que lograron pasar la censura como el Plácido de
Berlanga? De ahí que un ideólogo de la derecha diga —en una tertulia, cómo no—
que 10 mujeres asesinadas por sus parejas en un mes es "una casualidad estadística".
Casualidad que no se da con los hombres, por poner el caso.
Estamos
viendo defender la libertad de expresión a algunos que genéticamente la
rechazan y la impiden cuanto pueden. Vuelven a salir los estereotipos de
motivaciones ideológicas que cargan —ideológicamente— contra enemigos
políticos, con virulencia que se pertrecha de mentiras o medias verdades para
sustentarse.
La
apología del fascismo recibe la condena del Tribunal Internacional de Derechos
Humanos. Porque contra ellos atenta. No metan en la cazuela otros ingredientes
que distraen. Alemania persiguió y prohibió el nazismo porque lo sufrió en sus
carnes y lo mandó a herir las carnes de los europeos, por la tibieza de quienes
no los vieron venir. No mezclen. España lo que sufrió fue el franquismo y esas
secuelas que continúan. No sumen peras y manzanas con ETA, con el comunismo o
con cualquier otra cosa. Lo que sufrió España fue un golpe de Estado fascista,
una guerra, una larga dictadura ha dejado terribles secuelas en los criterios y
una herencia ética pavorosa.
Difícilmente
la derecha en el gobierno condenaría la apología del franquismo, no insulten
nuestra inteligencia. Recuerden, por favor, casi por piedad, el diferente trato
que ha tenido con lo que quieren homologar. Aquellos titiriteros encarcelados
de forma sumarísima, sin acabar casi de desmontar el escenario, por sacar un
cartel que decía 'Gora Alka-ETA' como una parodia crítica, al ser considerado
enaltecimiento del terrorismo. En España hay quien mira con la suciedad de su retina.
Por contra, ataques de la ultraderecha como el perpetrado contra un acto en la
librería Blanquerna en Madrid siguen en un limbo que al parecer no implica
ingreso en cárcel. Y es que el franquismo impregna, no solo una parte de la
justicia, sino las costumbres.
Tipificar
como delito la apología del franquismo llega simplemente tarde, pero algo hará
para quitarnos al menos esa sensación de impunidad insoportable. Hasta de ver
cómo se permite y hasta subvenciona su protección. La del franquismo, que se
dice pronto. Lo deben. Llega tarde, pero es un principio. En el trabajo para
erradicar el franquismo y la "comprensión" que despierta. Desde luego
la labor empieza en los colegios. Se ha evitado enseñar nuestra historia, nunca
hay tiempo, dicen, no la conocen. De ahí quizás que personas adultas evalúen
aquella etapa y ésta con tal frivolidad.
Enseñar
nuestra historia. Y a pensar, a razonar, a separar lo importante de lo
accesorio, a fomentar el espíritu crítico que se hace preguntas y cuestiona
respuestas hasta llegar a conclusiones personales honestas con uno mismo. En
los colegios, en los hogares, en los medios. Ésa fue y es la peor herencia del
franquismo y la más difícil de erradicar: que fomenta la apología de la
estupidez y la ignorancia.