martes, 23 de diciembre de 2014

"¿Ya no existen derechas ni izquierdas?", por José Félix Tezanos


José Félix Tezanos | Sistema Digital
nuevatribuna.es | 19 Diciembre 2014 


Cuando escuchamos que alguien dice que él no es “ni de izquierdas ni de derechas”, lo menos que debemos hacer es llevarnos las manos a la cabeza y, sobre todo, desconfiar. Desconfiar de líderes que nos están mintiendo. ¿Es posible que alguien que está implicado en actividades públicas no sea ni de derechas ni de izquierdas?

En cierto modo, mantener una actividad política y sostener que no se es ni de izquierdas ni de derechas es una contradicción terminológica, en la medida que actuar en la esfera política implica adoptar posturas y tomar decisiones que no pueden sustraerse a los alineamientos ideológicos y programáticos. Por eso, se cuenta como algo especialmente chusco la anécdota de aquel dictador que al despedir a uno de sus Ministros le dijo con total desparpajo y aparente seriedad: “Haga usted como yo y no se meta en política!”. ¡La cantidad de personas que se han reído –por no llorar– al recordar esta anécdota verídica.

Ante una autodefinición ¿política? de este tenor –que de nuevo se ha escuchado recientemente en España– lo más sorprendente es que algunos bobalicones se hayan apuntado de inmediato a la presentación, sosteniendo que eso de “izquierdas y derechas” es algo antiguo y desfasado. No han faltado incluso los que han intentado sustentar el aserto de marras con argumentaciones supuestamente politológicas y con datos pretendidamente sociológicos.

La interpretación “moderna” sería que ahora los ciudadanos ya no son, ni se sienten, de izquierdas o de derechas, sino de “arriba” y “abajo”. Es decir, en su mayoría se sienten como pertenecientes a aquellos que no detentan el poder ni disfrutan de los privilegios. O lo que es lo mismo, se ven como parte de los que se encuentran situados abajo en la sociedad. Lo cual no es incierto, aunque la realidad es que tal conciencia de auto-ubicación social no implica que no se puedan sentir de izquierdas. Precisamente por ello.

Tal tipo de interpretaciones confusas, y confundidoras, en definitiva lo que hacen es no diferenciar tres planos de análisis: el de la estratificación social; el de la conciencia social; y el de la política. Confusión elemental que no puede sino reputarse como algo intencionado si el que la sostiene cuenta con un mínimo de formación en ciencias políticas y sociales. O, al menos, una cierta información empírica sobre los datos de la realidad concreta. Por no aventurar otras explicaciones más sorprendentes.

Lo de “arriba y abajo” no es ni mucho menos algo nuevo en el análisis social. Una conocida serie de televisión de hace años se titula precisamente así: “Arriba y abajo”, y en ella se mostraba la rígida estructura de clases de la vieja Inglaterra, llevada incluso al plano de la distribución física de los hogares. Así, en las habitaciones confortables, amplias, espaciosas y luminosas de arribavivían los señores (pocos) y en las habitaciones más lúgubres de abajo, incluso en los sótanos, vivían los sirvientes (bastantes). Algunos de ellos incluso tenían un cierto estatus y conciencia intermedia, de “clase media”, por decirlo en términos más sociológicos: el mayordomo, el ama de llaves, hasta cierto punto la cocinera…

Desde las viejas sociedades agrarias hasta los países industriales más avanzados, tal tipo de estratificación “arriba-abajo” ha sido una constante evidente, modulada en los últimos tiempos por la presencia de unas nutridas clases medias que ahora están entrando en un proceso de declive. Por lo tanto, el descubrimiento de este Mediterráneo que algunos están proclamando con júbilo, es algo que desde hace mucho tiempo estaba perfectamente descubierto.

¿Dónde está, pues, el engaño? Sencillamente en el intento de llevar dicho descubrimiento al plano de la realidad política, convirtiéndolo en la disolución de la dinámica izquierdas-derechas, o progresismo-conservadurismo, que explica buena parte de la historia política reciente de Europa. Algo que desde el asentamiento de la democracia, da cuenta también de la vida parlamentaria y de la dinámica electoral y de gobierno.

Desde la fundación de la Internacional y el desarrollo de los partidos de raíz obrera (socialistas, socialdemócratas y comunistas en sus diversas orientaciones), una parte de la dinámica estratificacional “arriba-abajo” se convirtió en un proceso político penetrado de aspiraciones emancipadoras. Es decir, una buena parte de los de abajo se agruparon en organizaciones sindicales y políticas que defendían ideas y programas que, en su conjunto, se consideraban de izquierdas, frente a los que postulaban las orientaciones e intereses de los de arriba desde posiciones de derechas.

Por lo tanto, los que ahora niegan –como táctica mimetizadora o como convicción simplona– la dinámica izquierdas-derechas, en realidad están negando, o intentando soslayar, una parte de la realidad política, así como unas estructuras organizativas y unas formas de competencia política constitucional que tienen una larga trayectoria histórica y una razón de ser arraigada, que no es prescindible para todos los que creemos de verdad en el pluralismo político y en la democracia. Algo que se parece mucho, por cierto, a la falacia del “fin de las ideologías”.

Negar esa parte de la realidad política en un país vivo, complejo y avanzado –aún con sus defectos–, como es actualmente España, tiene unas implicaciones de mayor alcance práctico de lo que algunos consideran. En realidad, supone negar a priori el pluralismo político y las mismas posibilidades de las posiciones y actitudes intermedias propias de “clases medias”. Se trata de una actitud mental propia de quienes intentan reducir todo a blanco o negro, a un ser y un estar total, o nulo. Algo muy propio de las culturas autoritarias, que en sociedades complejas y plurales solo son capaces de afirmarse mediante la trampa, la mimetización y la sorpresa. Y sobre la base de las crisis, los malestares y las confusiones, como ocurrió con las dictaduras que surgieron con posterioridad a la Gran Depresión. Por eso, los que empiezan diciendo que no son ni de izquierdas ni de derechas –con todo el repiquetear laudatorio del coro de los bobalicones de turno– bien pronto suelen dar el paso a decir que ellos no son “políticos” (aunque a veces utilicen expresiones más confusas y engañosas para calificar sus posiciones). Y de ahí a impugnar en la práctica la democracia y las libertades solo hay un paso. Otros lanzaron las mismas afirmaciones en el pasado y dieron luego los mismos pasos. Ahora estamos a tiempo de atajar tales derivas catastróficas.


http://www.nuevatribuna.es/opinion/jose-felix-tezanos/no-existen-derechas-ni-izquierdas/20141219111759110538.html