martes, 23 de diciembre de 2014

"¿Ya no existen derechas ni izquierdas?", por José Félix Tezanos


José Félix Tezanos | Sistema Digital
nuevatribuna.es | 19 Diciembre 2014 


Cuando escuchamos que alguien dice que él no es “ni de izquierdas ni de derechas”, lo menos que debemos hacer es llevarnos las manos a la cabeza y, sobre todo, desconfiar. Desconfiar de líderes que nos están mintiendo. ¿Es posible que alguien que está implicado en actividades públicas no sea ni de derechas ni de izquierdas?

En cierto modo, mantener una actividad política y sostener que no se es ni de izquierdas ni de derechas es una contradicción terminológica, en la medida que actuar en la esfera política implica adoptar posturas y tomar decisiones que no pueden sustraerse a los alineamientos ideológicos y programáticos. Por eso, se cuenta como algo especialmente chusco la anécdota de aquel dictador que al despedir a uno de sus Ministros le dijo con total desparpajo y aparente seriedad: “Haga usted como yo y no se meta en política!”. ¡La cantidad de personas que se han reído –por no llorar– al recordar esta anécdota verídica.

Ante una autodefinición ¿política? de este tenor –que de nuevo se ha escuchado recientemente en España– lo más sorprendente es que algunos bobalicones se hayan apuntado de inmediato a la presentación, sosteniendo que eso de “izquierdas y derechas” es algo antiguo y desfasado. No han faltado incluso los que han intentado sustentar el aserto de marras con argumentaciones supuestamente politológicas y con datos pretendidamente sociológicos.

La interpretación “moderna” sería que ahora los ciudadanos ya no son, ni se sienten, de izquierdas o de derechas, sino de “arriba” y “abajo”. Es decir, en su mayoría se sienten como pertenecientes a aquellos que no detentan el poder ni disfrutan de los privilegios. O lo que es lo mismo, se ven como parte de los que se encuentran situados abajo en la sociedad. Lo cual no es incierto, aunque la realidad es que tal conciencia de auto-ubicación social no implica que no se puedan sentir de izquierdas. Precisamente por ello.

Tal tipo de interpretaciones confusas, y confundidoras, en definitiva lo que hacen es no diferenciar tres planos de análisis: el de la estratificación social; el de la conciencia social; y el de la política. Confusión elemental que no puede sino reputarse como algo intencionado si el que la sostiene cuenta con un mínimo de formación en ciencias políticas y sociales. O, al menos, una cierta información empírica sobre los datos de la realidad concreta. Por no aventurar otras explicaciones más sorprendentes.

Lo de “arriba y abajo” no es ni mucho menos algo nuevo en el análisis social. Una conocida serie de televisión de hace años se titula precisamente así: “Arriba y abajo”, y en ella se mostraba la rígida estructura de clases de la vieja Inglaterra, llevada incluso al plano de la distribución física de los hogares. Así, en las habitaciones confortables, amplias, espaciosas y luminosas de arribavivían los señores (pocos) y en las habitaciones más lúgubres de abajo, incluso en los sótanos, vivían los sirvientes (bastantes). Algunos de ellos incluso tenían un cierto estatus y conciencia intermedia, de “clase media”, por decirlo en términos más sociológicos: el mayordomo, el ama de llaves, hasta cierto punto la cocinera…

Desde las viejas sociedades agrarias hasta los países industriales más avanzados, tal tipo de estratificación “arriba-abajo” ha sido una constante evidente, modulada en los últimos tiempos por la presencia de unas nutridas clases medias que ahora están entrando en un proceso de declive. Por lo tanto, el descubrimiento de este Mediterráneo que algunos están proclamando con júbilo, es algo que desde hace mucho tiempo estaba perfectamente descubierto.

¿Dónde está, pues, el engaño? Sencillamente en el intento de llevar dicho descubrimiento al plano de la realidad política, convirtiéndolo en la disolución de la dinámica izquierdas-derechas, o progresismo-conservadurismo, que explica buena parte de la historia política reciente de Europa. Algo que desde el asentamiento de la democracia, da cuenta también de la vida parlamentaria y de la dinámica electoral y de gobierno.

Desde la fundación de la Internacional y el desarrollo de los partidos de raíz obrera (socialistas, socialdemócratas y comunistas en sus diversas orientaciones), una parte de la dinámica estratificacional “arriba-abajo” se convirtió en un proceso político penetrado de aspiraciones emancipadoras. Es decir, una buena parte de los de abajo se agruparon en organizaciones sindicales y políticas que defendían ideas y programas que, en su conjunto, se consideraban de izquierdas, frente a los que postulaban las orientaciones e intereses de los de arriba desde posiciones de derechas.

Por lo tanto, los que ahora niegan –como táctica mimetizadora o como convicción simplona– la dinámica izquierdas-derechas, en realidad están negando, o intentando soslayar, una parte de la realidad política, así como unas estructuras organizativas y unas formas de competencia política constitucional que tienen una larga trayectoria histórica y una razón de ser arraigada, que no es prescindible para todos los que creemos de verdad en el pluralismo político y en la democracia. Algo que se parece mucho, por cierto, a la falacia del “fin de las ideologías”.

Negar esa parte de la realidad política en un país vivo, complejo y avanzado –aún con sus defectos–, como es actualmente España, tiene unas implicaciones de mayor alcance práctico de lo que algunos consideran. En realidad, supone negar a priori el pluralismo político y las mismas posibilidades de las posiciones y actitudes intermedias propias de “clases medias”. Se trata de una actitud mental propia de quienes intentan reducir todo a blanco o negro, a un ser y un estar total, o nulo. Algo muy propio de las culturas autoritarias, que en sociedades complejas y plurales solo son capaces de afirmarse mediante la trampa, la mimetización y la sorpresa. Y sobre la base de las crisis, los malestares y las confusiones, como ocurrió con las dictaduras que surgieron con posterioridad a la Gran Depresión. Por eso, los que empiezan diciendo que no son ni de izquierdas ni de derechas –con todo el repiquetear laudatorio del coro de los bobalicones de turno– bien pronto suelen dar el paso a decir que ellos no son “políticos” (aunque a veces utilicen expresiones más confusas y engañosas para calificar sus posiciones). Y de ahí a impugnar en la práctica la democracia y las libertades solo hay un paso. Otros lanzaron las mismas afirmaciones en el pasado y dieron luego los mismos pasos. Ahora estamos a tiempo de atajar tales derivas catastróficas.


http://www.nuevatribuna.es/opinion/jose-felix-tezanos/no-existen-derechas-ni-izquierdas/20141219111759110538.html

miércoles, 26 de noviembre de 2014

'Las raíces del pantano de corrupción y de “la casta" ', por Manel García Biel



Manel García Biel

Al hablar “de casta”, de corrupción y de los privilegiados, del bipartidismo como causa de la situación actual que hace surgir fenómenos como Podemos, no deben eludirse algunas cuestiones que están en la base y a las que normalmente nadie se refiere.

La raíz está en nuestro sistema de capitalismo especulativo, financiero-inmobiliario y concesional. La casta política gobernante, hacia la que se dirigen todas las críticas de forma justa, no es más que la expresión política de la clase capitalista gobernante. 

Por tanto, más que hablar de la casta o élite privilegiada frente al pueblo explotado, deberíamos hablar, con una terminología marxista, de izquierda clásica, como hacen Tsipras y Syriza en Grecia, de una clase explotadora, con su representación política que en nuestro caso son fundamentalmente el PP, CiU y PSOE, y unas clases populares y trabajadoras explotadas.

La corrupción nace sin duda de dos fenómenos característicos de nuestro país, el tipo de capitalismo hegemónico, como hemos dicho especulativo y concesional, y un sistema político basado en un bipartidismo imperfecto que controla el poder del Estado, a través de una ley electoral que lo alimenta.

Ya a partir de los años 80 se producen los primeros casos de corrupción política con origen y resultados diferentes. Son los casos de Banca Catalana que afectó a Jordi Pujol, el caso Naseiro en 1989 que afectó al PP y el caso Filesa por el que fueron condenados cargos del PSOE, estos dos últimos de financión ilegal y el primero antecedente de la actual situación del caso Pujol y familia.

A la vez, en la segunda década de los 80, asistimos a los procesos de privatizaciones de grandes empresas, muchas de ellas públicas llevados a cabo, de forma parcial, por los gobiernos de Felipe González (PSOE), como Endesa, Repsol, Argentaria o Telefónica, y completados totalmente por Aznar (PP), a través de los cuales se crearon estrechos vínculos entre estos partidos y los poderes empresariales, algunos de ellos creados por ellos mismos a raíz de las privatizaciones.

Es evidente, sin embargo, que la generalización de la corrupción en ámbitos de poder autonómicos y locales, que afecta también a amplios sectores de la sociedad, se produce a finales de los 90 con la llegada al Gobierno de Aznar y algunas de las políticas priorizadas en su mandato.

El principal elemento que estimula la especulación, la creación de la burbuja inmobiliaria y la corrupción es la denominada Ley del Suelo del 1997, complementada con la del año 1998, por las cuales elimina la distinción entre suelo urbanizable programado y no programado, siendo ahora todo él urbanizable. 

En definitiva, se pone en manos de las autoridades autonómicas y especialmente locales la posibilidad de la fácil recalificación del suelo. A partir de ese momento es necesario justificar la decisión de clasificar un suelo como no urbanizable, en contraposición con la tradición anterior en la que se estudiaba cual debía ser urbanizable.

Cabe destacar que la potestad de recalificación que recae en los ayuntamientos se suma a un hecho básico como era la mala financiación de los entes municipales a partir de los tributos municipales. Eso les lleva a financiarse en los años del boom a través de los impuestos que gravan las licencias de obras. Asimismo, las CCAA se aprovechan también a través del impuesto de trasmisiones patrimoniales, que primero les son cedidos sin capacidad normativa, pero que posteriormente también les es cedida, para mejorar su financiación.

Las autonomías y las administraciones locales reciben como un filón de oro esta situación, a la vez que se intensifica su relación con las empresas inmobiliarias, y a través de su desarrollo se vive una auténtica “edad de oro” para las finanzas municipales y, evidentemente, la cercanía a los suculentos recursos que se manejan da lugar en muchos casos a creación y extensión de fenómenos de corrupción. 

Esta situación es especialmente visible a lo largo de la costa mediterránea, podemos decir que ante la indiferencia o incluso de la connivencia de gran parte de la población que se beneficiaba de los procesos de recalificación y de la súper-urbanización del territorio. En este sentido, cabe considerar que los fenómenos especulativos e incluso corruptos gozaron de una cierta complicidad social. Sólo así se entienden, por ejemplo, las sucesivas mayorías absolutas alcanzadas por Gil y Gil en Marbella. Es decir que la corrupción se generalizó y alcanzó a sectores de la población más allá de las élites.

A este capitalismo especulativo, financiero-inmobiliario, fruto de la burbuja inmobiliaria, cabe añadírsele que, fruto del superávit en las arcas del Estado en todos sus niveles, estatal, autonómico y municipal, se dio lugar a un incremento en la construcción de infraestructuras de todo tipo, en muchos casos infraestructuras superfluas y excesivas, que dieron paso en muchas ocasiones a nuevas relaciones y vinculaciones corruptas, en beneficio particular de cargos públicos o de los partidos que les daban amparo, o ambas cosas a la vez. 

A nivel municipal, especialmente en localidades costeras del Mediterráneo, emergieron como setas candidaturas independientes cuyo único fin era el enriquecimiento del equipo municipal, equipo que muchas veces desaparecía o reconvertía en una nueva candidatura independiente en las siguientes elecciones. En otros casos, se efectuaban relevos de equipos municipales en candidaturas de un mismo partido político por los mismos motivos. Y como hemos referido anteriormente, con el apoyo de una parte importante de la población de dichas localidades.

Asimismo, es evidente que la corrupción ha tenido una gran peso e influencia en las concesiones, tanto urbanísticas como de servicios públicos en muchas autonomías y municipios. En demasiadas ocasiones hemos podido comprobar cómo se daba una concesión a la oferta más favorable y posteriormente se incrementaba con costes sobreañadidos de forma que el coste final nada tenía que ver con el inicial. 

Evidentemente, esta situación de “cierre de los ojos” o de “mirar hacia otro lado” por una parte importante de la población, hacia los negocios especulativos y hacia la corrupción que encubría, cambia fundamentalmente con el “estallido de la burbuja” y la llegada de la crisis. Como consecuencia de ello, de las graves situaciones socioeconómicas que recaen sobre la mayoría de la población, cambia radicalmente la visión social sobre el enriquecimiento y la corrupción. Y se avanza rápidamente hacia una mayor falta de tolerancia frente a los fenómenos de corrupción que van apareciendo.

A ello no es ajena la ruptura del espejo de la falsa riqueza en que la sociedad había vivido. Ante la realidad del coste social de lo que se vendió como aparente estado general de riqueza y bienestar, como fue la generalizada compra de viviendas a crédito, y que ahora se reconvierte en una realidad de pobreza y desahucios, y lógicamente el desencanto crece. Lo que antes no se veía o se negaba a ser visto, ahora aparece en toda su crudeza. Los excesos, las corrupciones son ahora visto como algo deleznables.

Cabe decir que siempre hubo voces, entonces acalladas por los grandes medios, que clamaron sobre los excesos y contra el falso modelo de desarrollo económico en que vivíamos. Desde el sindicalismo de clase, desde las fuerzas de la izquierda alternativa se clamó en el desierto comunicativo a favor de un cambio hacia otro modelo de desarrollo más justo y sostenible. Pero entonces fue un clamor injustamente desoído.

Sin embargo, ahora, surgen casi de la nada voces que son recogidas por amplios altavoces mediáticos que recogen las criticas antes desoídas y piden acabar con una situación injusta y contra una “casta” política que la ha hecho posible. Como dice de forma acertada Luis García Montero las voces de “los consumidores indignados”.

Más vale ahora que nunca, pero deberíamos reflexionar a fondo y ver que no es sólo “una casta” la responsable de la situación. El responsable es el sistema económico dominante en nuestro caso, el capitalismo especulativo y concesional que está en la raíz de la situación. Hay una clase económica que se aprovecha, incluso en los momentos de crisis, en su beneficio y unas clases trabajadoras y populares, explotadas y utilizadas en los momentos de auge y desechadas en los momentos de crisis. Hay por tanto algo más que casta. Hay clases explotadoras y explotadas. Y hay políticas de derechas, las que sirven a las clases dominantes, y de izquierdas que sólo se reconocen, no por su nombre, sino por estar al servicio de las clases explotadas.

Cabe decir que el pantano del que surge la corrupción es fruto de un sistema económico basado en la especulación y con la corrupción como subproducto. No es ni tan sólo un sistema capitalista industrial que, como mínimo, crea producción y riqueza aunque se reparta de forma desigual. Aquí hay especulación, y un poder económico solapado al poder político de unos partidos dominantes que produce espectáculos como ver a ex-políticos retirándose de sillones de los consejos de administración de grandes empresas, algunas de las cuales ellos mismos privatizaron cuando gobernaban.

Y frente a ello no caben artimañas, sino unidad de todas las fuerzas nuevas o viejas que quieran un cambio real en el país. Y no hay duda de que la falta de unidad puede impedir un momento histórico del que será responsable el que, por protagonismos egoístas, impida la unidad necesaria que padecerá la sociedad entera.


http://www.economiadigital.es/es/notices/2014/11/las_raices_del_pantano_de_corrupcion_y_de_la_casta_62394.php

"Resistir en la izquierda del tablero", por María Eugenia R. Palop


En tanto sea este el sistema democrático al que podamos aspirar, el centro no es ni será nunca un espacio adecuado para garantizar el bien común, ni, mucho menos, para proteger a los más vulnerables de los desmanes del mercado

María Eugenia R. Palop  
25/11/2014

Se cuentan por miles las personas que han perdido una vida a la izquierda del tablero. Que han perdido todas las batallas, las elecciones y las apuestas, luchando, desde sus barricadas, por cuatro buenas ideas. Estigmatizados por no haber aprendido (ni aprehendido), con los años, las tristes reglas del juego, en la izquierda del tablero vociferan esos dignos perdedores a los que les duelen menos las pérdidas que la falta de identidad y de coraje. Sus siglas pueden ser muchas como podría no ser ninguna, pero tienen un proyecto de izquierda, un programa de izquierda y hasta una misión de izquierda. Se saben de izquierda y pueden acreditar que la izquierda existe, porque ellos están ahí, contra todo pronóstico, desde tiempo inmemorial, en los sindicatos, en los centros de trabajo, entre el precariado y entre los parados, en las movilizaciones, en las calles, en las plazas, en las Universidades…intentando desvelar, con escaso éxito, seguramente, las 1.001 caras de la política neoliberal. Sus vidas son el testimonio de un fracaso tan incómodo que algunos querrían borrarlas de un plumazo con un fulgurante viaje a esa gran meta colosal que siempre representó la "centralidad del tablero". Por lo que parece, allí corren los ríos de abundancia, y uno puede relajarse, por fin, en un inmenso sofá, viendo la tele y criando malvas. Para quien lleva una vida luchando para perder, este viaje sin retorno puede resultar tan tentador que sorprende que un obstinado pelotón de perdedores cultive todavía la cultura de la sospecha, la crítica y la protesta, y resista ferozmente a estos repetidos reclamos publicitarios de la política tradicional. Deje usted de ser de izquierda o disimule que lo es, porque la izquierda ni ha vendido nunca, ni venderá jamás.

Es verdad que uno puede pensar que la "centralidad del tablero" no es un lugar ideológico, sino solo ese codiciado espacio en el que se reúnen más cómodamente las mayorías sociales, pero esto último no cambia nada, si es que concitar esas amplias mayorías sociales exige, como sospecho, renunciar a según qué presupuestos.

En una democracia business como la nuestra, en la que los partidos son empresas que buscan los triunfos numéricos, el centro no representa, ni mucho menos, la virtud, sino un lugar en el que se enfrentan egos irreconciliables, y en el que se estimula el ejercicio de una política caciquil para caudillos; un lugar en el que los partidos atrapalotodo, los partidos compromisos, los deradicalizados, los partidos "de Gobierno", amontonados por aluvión, pelean por su mínimo espacio vital, asfixiante y contaminado. En tanto sea este el sistema democrático al que podamos aspirar, el centro no es ni será nunca un espacio adecuado para garantizar el bien común, ni, mucho menos, para proteger a los más vulnerables de los desmanes del mercado.

De hecho, ha sido el centro el que ha mantenido esos arreglos keynesianos con los que ha sobrevivido por décadas un sistema capitalista productivista y depredador, en el que se han confundido a consciencia las políticas sociales, orientadas a la satisfacción de necesidades básicas, con viles políticas de consumo orientadas a un crecimiento infatigable. La apuesta de la izquierda que viajó al centro fue la del "turbocapitalismo", la desmesura, la insatisfacción consumista, la especulación, y la obtención de beneficios a corto plazo sin internalizar costes sociales ni ecológicos, sin pagar la deuda del trabajo, ni el deterioro ambiental que ocasionaba su despelote. Y esa apuesta por el pelotazo y el nuevoriquismo nos arrastró finalmente a la ortodoxia de la austeridad, a la fragmentación social, a la desigualdad y a la pobreza, eso sí, por fuego amigo. En este momento, ese fantasmagórico centro-izquierda solo puede aspirar a volver, una vez más, al fracasado y acaso imposible ensueño keynesiano, porque del diagnóstico y la utopía socialista ya no recuerda ni el nombre.

La izquierda ha liderado siempre la crítica al sistema capitalista en cualquiera de sus formas, a la desposesión, la explotación, y la distribución desigual de los recursos; se ha comprometido con la defensa y la protección del bien común y de los lazos sociales; ha creído más en la sociabilidad humana y en la cooperación desde abajo y hacia abajo, que en el egoísmo como motivación y en la supuesta distribución desde arriba, gracias al buen criterio de las élites clarividentes (que según la ideología de la mano invisible, merecen, además, todo lo que tienen). La izquierda tiene un anclaje sociocomunitario que funciona gracias al protagonismo social, a la empatía, y a la lógica inclusiva. Y por estas razones, entre otras, sólo la izquierda puede garantizar hoy una democracia radical, participativa y deliberativa, donde todos tengamos un lugar como ciudadanos activos, y no como ese precariado consumidor de migajas en el que quieren convertirnos las aves de rapiña. No es extraño que sea la izquierda la única que apueste por un municipalismo democrático en el que se cultiven los vínculos de proximidad y la cohesión social que requiere la gestión del patrimonio común. Y solo la izquierda puede frenar esa mundialización financiera que nos devora para sustituirla finalmente por una economía solidaria, sostenible y feminista.

En fin, es verdad que en la izquierda del tablero ha habido y hay un montón de perdedores pero esos perdedores han forjado una larga historia de digna resistencia antisistema, y gracias a su populosa y valiente vulnerabilidad es posible imaginar todavía un mundo mucho mejor del que tenemos. Desde luego, no seré yo quien les anime a ocupar la “centralidad del tablero”. Por supuesto, faltaría más, allí puede viajar usted siempre que quiera, pero asegúrese de que le vaya bien porque dicen las malas lenguas que eso que llaman el centro es un cómodo agujero negro del que no se vuelve nunca.

http://www.eldiario.es/zonacritica/Resistir-izquierda-tablero_6_328327200.html

"Errejón, Podemos y la ética política" por Eberhard Grosske


ERREJON, PODEMOS Y LA ETICA POLITICA
Grosske. Bloc per opinar


Eberhard Grosske |
25 Novembre, 2014


A la gente progresista, nos es muy fácil pedir la dimisión de Monago por algo técnicamente legal pero que consideramos, con razón, moralmente reprobable. Y también nos es muy fácil criticar hasta la extenuación la actitud prepotente de Esperanza Aguirre ante los policías madrileños que intentaron sancionarla. Pero esto no tiene ningún mérito particular. Lo meritorio y lo respetable es que tengamos el rigor ético necesario como para aplicar la misma vara de medir a los que queremos y a los que detestamos, a nuestros aliados políticos y a nuestros adversarios. Si no somos capaces de hacerlo, si nuestras apelaciones a la ética son siempre interesadas, si tememos hacerle el juego a la derecha cuando criticamos a uno de los nuestros o si intentamos levantar barreras defensivas invocando ataques conspirativos,  nuestra postura no sólo carecerá  de todo valor sino que contribuirá, objetivamente, a degradar aún más el clima ético de nuestro país.

Viene esto a cuenta de la resistencia y el rechazo que encuentra entre mucha gente progresista algo que es por demás obvio: que el contrato de Errejón con la Universidad de Málaga es una corruptela incuestionable y un uso indebido de recursos públicos.

Para inflar el globo de un caso de corrupción menor y para nada comparable con saqueos sistemáticos a los que hemos sido sometidos, algunos medios han dirigido su atención hacia cuestiones discutibles y de poca importancia que, a la postre, han sembrado más confusión que claridad.

En el marco de una investigación, el horario en que se desarrolle el trabajo (¡digo horario, no dedicación!) o el lugar en que éste se realice son cuestiones muy menores. El perfil de la plaza puede despertar sospechas en la medida que la primera vez que ésta fue publicada sólo se presentó el propio Errejón y la segunda, a raíz de la renuncia de éste, nadie se ha presentado. Sin embargo, es difícil transformar esta sospecha en una conclusión sólida. Por último, la vulneración de la cláusula de incompatibilidad en la que ha incurrido Errejón, y que es incuestionable, tampoco sería, en sí misma, algo de particular gravedad si el contexto hubiera sido  una actividad menor y puntual que no le hubiera impedido cumplir con su contrato.

Sin embargo, lo que es intolerable y lo que obliga a Errejón a devolver el dinero y pedir disculpas es que la vulneración de la cláusula de incompatibilidad se haya producido por realizar una actividad política de intensísima dedicación e incompatible de hecho (y no sólo de derecho) con el contrato suscrito con la Universidad. Dicho en palabras llanas: por cobrar dinero público a cambio de algo que nunca realizó en los términos contractuales previstos y que, cuando firmó el contrato, ya sabía que no iba a realizar.

En todos los contratos de servicios tiene que haber una relación coherente entre lo que cobra el prestatario del servicio y la dedicación que el servicio precisa. En algunos casos, esta dedicación es simplemente presumida o calculada y la administración lo único que exige para pagar es que el servicio se haya prestado en un plazo predeterminado y con unos estándares de calidad igualmente predeterminados. No es el caso del contrato que nos ocupa: aquí se exige dedicación plena, 40 horas semanales, y se incluyen, por si hubiera dudas, cláusulas de incompatibilidad y de disponibilidad. Es decir, lo que contrata la Universidad es una dedicación plena y cotidiana de un investigador a la tarea encomendada

 Cuando el contrato entra en vigor faltaban sólo dos meses para la celebración de las elecciones europeas y Errejón sabía que una tarea en la que se iba a "dejar la piel", según sus propias palabras, y por la que cobró de su propia organización política, era incompatible con el cumplimiento pleno de las condiciones del contrato. Lo sabía él y lo sabe cualquiera que sepa lo que es una campaña electoral de circunscripción única y ámbito estatal. Lo sabía él y lo sabe cualquiera que se asome a su twitter, a su Facebook o que quiera rastrar a través de internet su frenética actividad.

Hace poco,  Errejón ha renunciado a su plaza reconociendo, de forma imprudente,  que su inclusión en la dirección de Podemos no le permite cumplir con sus obligaciones contractuales. Es cierto, sin duda, pero todos sabemos también que, desde mucho antes de la celebración del congreso de Podemos y desde antes de firmar el contrato con la Universidad, Errejón no sólo formaba parte de la dirección de Podemos: formaba parte del pequeño núcleo dirigente que, con un trabajo ímprobo y extenuante, levantó su organización de la nada

http://grosske.balearweb.net/post/121497

lunes, 17 de noviembre de 2014

La ruptura del régimen del 78 e IU, por José María Pedreño

Crónica popular, 13-11-2014

José María Pedreño. Presidente de la Federación Estatal de Foros por la Memoria. Militante del PCE


En estos momentos es prioritario derrotar al régimen del 78 en todos los ámbitos institucionales


Para poder entender lo que está ocurriendo en la política española se hace necesario realizar un análisis de los contextos histórico e internacional.

Cuando hablamos de “nuevo orden mundial imperial” no hablamos sólo de la invasión de Irak o de Afganistán, sino de la implantación de un modelo económico, político, cultural y social diseñado para que los grandes poderes económicos sigan acumulando beneficios. El “nuevo orden mundial imperial” nos lo están imponiendo, en unos casos, utilizando la democracia representativa, revoluciones naranjas y, en otros muchos casos, la guerra. Se trata pues del sometimiento de todo y de todos al poder económico, es decir, a lo que llaman “mercados” y muchos hemos llamado siempre capitalismo. Y el capitalismo no está basado en la creación de riqueza, sino en la acumulación de riqueza a través de la especulación, la explotación y el expolio. Basta leer los informes del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) de los últimos años para darnos cuenta de que, en las últimas décadas, se ha reducido drásticamente el tejido productivo mundial, siendo sustituido por la especulación. Para facilitar esta tarea, el capitalismo, siguiendo tesis neoliberales, potenció la sustitución del patrón oro por el patrón monetario. Por eso las políticas económicas diseñadas por los gobiernos no son de carácter productivo, sino de carácter monetarista y especulativo.

Las resistencias tienen múltiples variantes ideológicas y toma distintas formas de ejercerse. En unos casos es la lucha armada, como está sucediendo en estos momentos en el este de Ucrania–aprovechada por Putin para fortalecer los intereses geoestratégicos de Rusia-, o bien formas pacíficas, como está sucediendo en estos momentos en España. Por ejemplo, si analizamos el auge del independentismo del pueblo catalán, en estos momentos no sólo tiene que ver con su identidad cultural e histórica, sino que también se identifica el centralismo de la oligarquía española con el “nuevo orden mundial imperial”. Las palabras de David Fernández, diputado de la CUP son muy expresivas en este sentido: … o es la hora de los pueblos o será la de los mercados…”. El nacimiento y crecimiento de Podemos es otro ejemplo de resistencia democrática al “nuevo orden mundial imperial”.

Pero el caso es que ese “nuevo orden mundial imperial” se identifica también con el régimen del 78, o más bien el régimen del 78 está claramente identificado con el “nuevo orden mundial”, en especial los partidos del régimen. Esto afecta enormemente a IU que está viviendo en su seno una gran contradicción: asumir que la “ruptura” es posible, porque la correlación de fuerzas en este momento es favorable al gran cambio o, la defensa del régimen de la Transición. Mientras que amplios sectores de la organización defendemos la ruptura con ese régimen, una buena parte de la misma sigue asentada en su defensa, en especial por parte de compañeros y compañeras que ostentan o han ostentado cargos públicos remunerados y que han hecho de la política institucional su medio de vida. Y es en ese sector, apegado al régimen del 78, en el que algunas compañeras y compañeros, cuando han participado en las instituciones del régimen, en vez de enfrentarse con los poderes reales, se han dejado llevar por las tendencias del momento y han privatizado servicios públicos en las ciudades donde IU ha gobernado o cogobernado con otras fuerzas políticas, han actuado en los consejos de administración de empresas públicas y cajas de ahorro como si fueran miembros de la alta burguesía y han secuestrado la organización en federaciones donde el número de votos ha permitido tener una gran presencia en las instituciones, copando los órganos de dirección, utilizando el clientelismo político para garantizar su mayoría en las asambleas. Esa forma de actuar no difiere de la del resto de partidos del régimen y, por eso, en muchos casos se identifica a IU como un partido de la “casta”, sin tener en cuenta que la inmensa mayoría de los y las militantes de IU y sus cargos públicos no tienen nada que ver con esas prácticas.

Si tuviéramos que hacer un resumen del comportamiento de muchos de los dirigentes de IU en los últimos 30 años sería el siguiente[i]:

En vez de fomentar la rebeldía y el espíritu de lucha han tratado en todo momento de encauzar las cosas hacía el terreno de la negociación cupular con el pretexto de preservar el aparato orgánico.

  • Tienen una tendencia a ocupar pasivamente las instituciones existentes, sin luchar por modificarlas.
  • Han caído en las prácticas políticas tradicionales, siendo incapaces de desarrollar prácticas nuevas.
  • Han preferido el ambiente burocrático del aparato al trabajo de base.
  • Han usado el partido como trampolín para su ascenso personal.
  • No han respetado la autonomía de las organizaciones populares.
  • Han practicado el hegemonismo en vez de buscar la hegemonía. El hegemonismo es lo opuesto a la hegemonía. La hegemonía no tiene que ver con pretender imponer la dirección desde arriba, acaparando cargos e instrumentalizando a los demás, eso es lo más desmovilizador que existe. No se trata de instrumentalizar, sino, por el contrario, de sumar a todos los que estén convencidos y atraídos por el proyecto que se pretende realizar. Y sólo se suma si se respeta a los demás. El grado de hegemonía no puede medirse por la cantidad de cargos que se logren conquistar Se trata de ganar la conciencia de la gente no de acaparar cargos.
  • Han cometido durante años el error de pretender conducir los movimientos de masas desde arriba, por órdenes. No han entendido que la participación popular no es algo que se pueda decretar desde arriba. Sólo si se parte de las motivaciones de la gente, sólo si se le hace descubrir a ella misma la necesidad de realizar determinadas tareas, sólo si se gana su conciencia y su corazón, estas personas estarán dispuestas a comprometerse plenamente con las acciones que emprendan.
  • Se han perpetuado en el debate estéril y el tacticismo cupular olvidando el trabajo sobre lo concreto, menospreciando al mismo tiempo a los militantes que realizan trabajo de base pegados al terreno, considerando que cualquier movimiento en la base debería estar subordinado a sus intereses.

Muchos entendemos que la correlación de fuerzas –o de debilidades, como dice Juan Carlos Monedero en Público parafraseando a Manuel Vázquez Montalbán- dio como resultado la imperfecta democracia actual. No es de extrañar que, en estos momentos, en que Podemos aparece en muchas encuestas como primera fuerza política, traído por la crisis del régimen del 78, muchas y muchos compañeros de IU se hayan marchado a esa formación y que en IU aparezcan dos proyectos distintos: el antiguo, asentado en los llamados “logros de la Transición” y el actual, que cuestiona la Transición y las formas orgánicas derivadas de la misma que son las que han propiciado que militantes de IU se vean involucrados en casos como el de las “tarjetas black”.

Estamos asistiendo a la destrucción del poco desarrollado Estado social que tenemos y que tanta lucha y tanta sangre ha costado construir y, para poder hacerlo, las élites necesitan destruir o degradar el Estado de derecho, poniendo en peligro y destruyendo si lo consideran necesario la propia democracia representativa. Dada está situación en la que los ciudadanos y ciudadanas vemos día a día como no sólo nos quitan derechos sociales y económicos y son criminalizadas nuestras resistencias, entendemos que la única forma de defender la democracia es con más democracia. Por eso, la resistencia toma formas de democracia radical y participativa.

IU no debe temer formas orgánicas como GANEMOS y que nuestros candidatos se sometan a elecciones primarias en las que participen otras personas a título individual u organizaciones, independientemente de si son coaliciones o son agrupaciones de electores. Hay que recordar que los militantes del PCE estamos a título individual en IU y el PCE no ha desaparecido por ello. Entonces ¿por qué se tiene miedo a que los militantes de IU estén a título individual en este tipo de agrupaciones electorales? ¿No será realmente porque aquellos y aquellas que llevan años viviendo de la política tienen miedo a perder lo que consideran su puesto de trabajo?

En estos momentos es prioritario derrotar al régimen del 78 en todos los ámbitos institucionales y quien piense que IU lo va a hacer sola y que bastan acuerdos cupulares con otras formaciones para acumular fuerzas está olvidando que esta ya no es la época en la que el secretario general del Partido lo sabía todo y todos asumíamos sus planteamientos. Hoy, el desarrollo de las comunicaciones e Internet permite que todos tengamos tantos o más conocimiento que nuestros dirigentes y cargos públicos. El socialismo del siglo XXI, la democracia participativa, se abre camino a pasos agigantados y los militantes de IU, y en especial los comunistas, debemos ser más pueblo que nunca. Eso no significa perder nuestras señas de identidad, sino ser capaces de dirigir desde la base con el ejemplo y la generosidad de que siempre hemos hecho gala.

No obstante, y para finalizar, al hablar del fin del régimen del 78, de defensa de la democracia y de los derechos sociales que estamos perdiendo, estamos hablando de memoria. El interés de la “casta” es que se cree una Comisión de la Verdad, para cambiar verdad por impunidad, lo que no acabaría con la impunidad del franquismo, base sobre la que se sustenta el régimen del 78, y que se siga juzgando el franquismo en Argentina. Se trata de acabar con la impunidad sobre la que se asienta el régimen del 78 en España, no de cambiar verdad por impunidad o acabar con la impunidad del franquismo en Argentina. Para ello nada mejor que seguir la hoja de ruta trazada por la ONU, basada en el derecho penal internacional. Pero hay algo más, cuando hablamos de memoria debemos añadir el epíteto de democrática y defender la democracia en estos momentos implica defender la memoria de la II República y de los hombres y mujeres que la defendieron, del movimiento obrero organizado que conquistó derechos sociales y económicos para todos y de la lucha contra el fascismo. No podemos hablar de verdadera democracia sin tener en cuenta esa memoria.

[i]Estos errores a los que hacen mención Marta Harnecker en su libro “La izquierda en el umbral del siglo XXI” han sido la tónica general en la forma de actuar por parte de los dirigentes en la mayor parte de los partidos de izquierda.


http://www.cronicapopular.es/2014/11/la-ruptura-del-regimen-del-78-e-iu/

"Pablemos", Artículo de opinión de Rafael Cid

Rafael Cid. Rojo y Negro_Digital. Lunes, 17/11/2014


Una formación atrapalotodo o “partido escoba”, y un líder a su imagen y semejanza. Eso es Podemos tras el rotundo veredicto emitido por las urnas electrónicas el pasado sábado 15 de noviembre: el partido de Pablo Iglesias. Salvo Santiago Carrillo, cuando el 14 de abril de 1977 impuso la aceptación de la Monarquía a la cúpula del Partido Comunista de España (PCE), nunca antes en la España democrática un dirigente político había concentrado tanto poder en su mano. Y en el caso de la organización de Pablo Iglesias, con el valor añadido de presentarse como el “partido de la gente”.

Por unánime decisión de sus activistas, Iglesias ha sido investido secretario general de Podemos, haciendo al mismo tiempo de los principales órganos de decisión del partido una caja de resonancia de su liderazgo. Desde el Comité de Coordinación (CdC), que estará integrado por 10 personas, hasta la Comisión de Garantías Democráticas (CGD), pasando por el más coral Consejo Ciudadano (CC), constituido por 62 delegados netos, todo en el organigrama ejecutivo de Podemos ha sido diseñado en clave presidencialista.

Un caso inédito en la reciente historia de la partidocracia española, sobre todo teniendo en cuenta que Podemos aún carece de presencia parlamentaria en las instituciones del país, limitándose su currículum a los cinco eurodiputados obtenidos en las elecciones europeas del pasado 25 de mayo. Curiosamente, sirviéndose en aquella ocasión de un programa -reclamo del que solo seis meses después la cúpula de Podemos reniega en sus aspectos más radicales, como lo concerniente a la denuncia integral de la deuda soberana por ilegítima o el tema del cuestionamiento del euro.

Y todo ello en medio de una galopada de entusiasmo popular y mediático sin precedentes. Porque, contradiciendo toda prudencia política, a cada órdago monopolizador lanzado por Pablo Iglesias y su equipo las bases han respondido con una entrega sin condiciones. Eliminó la posibilidad de una dirección colegiada echando mano del viejo discurso caudillista; implantó sus coordenadas programáticas con la amenaza de dimitir si no eran aceptadas; estigmatizó al competidor proponiendo que las minorías se automarginaran, y acaba de culminar su paseo triunfal logrando lo nunca visto en democracia: que los de abajo cedan “orgullosamente” todo el poder a los de arriba.

La fidelidad al líder demostrada por los “pablistas” que han entrado a formar parte de los “círculos” de poder de Podemos recuerda, mutatis mutantis, al elenco de “senadores de designación real” con que se armó el tinglado con que echó a andar la primera legislatura de la transición. Ni el “asambleario” Consejo Ciudadano, máximo órgano entre congresos, ni el elitista Consejo de Coordinación, escapan a la lógica atrapalotodo que identifica a la marca Podemos. El staff del CC ha sido elegido votando la plana ofertada en exclusiva por el equipo de Pablo Iglesias, Claro que Podemos, reproduciendo así en los hechos a las denostadas listas cerradas y bloqueadas de los partidos del régimen, y además los integrantes del CdC serán cooptados de una relación hecha a propuesta del secretario general.

De la magnitud de la inquebrantable adhesión al pablismo da idea la cuantía de votos obtenidos por el cabeza de lista oficial (Claro que Podemos) y su equivalente alternativo para los distintos órganos. Secretario General: Pablo Iglesias el 96,87% de los votos; Pablo Monge el 1,01%. Consejo Ciudadano: Íñigo Errejón el 89,54% de los votos, Cristina Oliván el 5,25%. Comisión de Garantías Democráticas: Gloria Elizo el 86,12% de los votos, Cristina Oliván el 5,02%. Todo, democráticamente atado y bien atado.

Dicen las crónicas que entre los invitados a la asamblea constituyente que se ha propuesto liquidar el bipartidismo dinástico había, entre otros, representantes de Izquierda Socialista (IS), el ala reformista del PSOE, y que en su discurso de clausura está vez Iglesias ha omitido críticas al partido que lidera Pedro Sánchez. Un gesto congruente con los fichajes realizados recientemente por Podemos para la fontanería del partido. Los últimos han sido, el economista Juan Torres, antiguo secretario general de Universidades de la Junta de Andalucía y el politólogo Vicenc Navarro, un famoso académico que colaboró en la confección del programa electoral del anterior presidente de gobierno José Luis Rodríguez Zapatero.

Hay otros socialistas desenganchados que forman parte de la vieja guardia de Podemos desde sus orígenes, como el jurista Carlos Jiménez Villarejo, ex fiscal especial anticorrupción durante los años de plomo del felipismo. Catalán de nacimiento, el eurodiputado dimisionario Villarejo, tío de la exministra socialista de Asuntos Exteriores Trinidad Jiménez, publico un artículo en el diario El País el pasado 7 de noviembre, con el título de Una consulta antidemocrática, donde negaba toda legitimidad al 9-N, en línea con las tesis prohibicionistas del Tribunal Constitucional ante el ejercicio del derecho a decidir.

Concluido el maratón constituyente, la nomenklatura de Podemos se centrara en las elecciones autonómicas y generales del 2015 para proseguir su larga marcha a través de las instituciones. Una vez descartada la participación en los comicios municipales, al menos en las pequeñas localidades donde la cuota de poder a ganar es casi nula. Y si las encuestas continúan siendo favorables a la nueva organización, llegará el momento de los pactos para gobernar, escenario que muy probablemente culminara tomando de consorte al PSOE, uno de los dos partidos factótum de la crisis y del sistema.

Tamaña peregrinación frustrada de abajo-arriba (del horizontalismo al verticalismo y de la democracia deliberativa a la democracia plebiscitaria), caso de consumarse, recordaría lo sucedido en Alemania con el Los Verdes (Die Grüne) en su particular asalto a los cielos. Una formación de raíz profundamente contestaría que en 1998 entró a gobernar con el PSD de Gerhard Schröder y cinco años después, en marzo de 2003, sancionó la Agenda 2010, un paquete de medidas para “flexibilizar la economía alemana” en aspectos como trabajo, salud, pensiones e inmigración (entre otras medidas de marcado talante ecológico). Una hoja de ruta “rojiverde” que ha inspirado a la troika (CE, FMI y BM) para lanzar su arsenal de políticas austericidas que Podemos ha prometido derogar.

Rafael Cid

http://rojoynegro.info/articulo/ideas/pablemos

Manuel Monereo: “Sobrevivir al tsunami de Podemos no va a ser fácil para IU”

10 de noviembre de 2014


Daniel Ayllón. La Marea

MADRID // Manuel Monereo (1950, Jaén), intelectual y referente comunista muy ligado a Julio Anguita –especialmente durante sus años de mayor actividad política, entre 1990 y 2004–, reivindica IU como un ancla en la izquierda necesaria para Podemos. Para evitar que se repita el escoramiento que realizó el PSOE en la década de 1980. Tras formar parte de la Ejecutiva de IU y el PCE y trabajar con Pablo Iglesias, el politólogo analiza el futuro de la izquierda española: “Deberíamos pensar cómo construir una nueva organización más allá de Podemos y de IU”.

¿Qué impacto ha tenido Podemos en IU?

Hay una contradicción muy grande en IU. Cuando Pablo Iglesias estaba ligado a la federación, vimos con mucha claridad que el 15-M venía a cambiar este país. Hubo un gran debate y se optó por la rebelión democrática, de revolución organizativa y de apertura a la sociedad: un proyecto compartido más allá de los límites de IU. Lo curioso es que al lado de esa lectura hubo una práctica opuesta. Eso hizo que gente como Pablo Iglesias pensase que el futuro se iba a construir fuera de IU. La paradoja es que la línea, la estrategia y los mecanismos de Podemos los defienden los estatutos de IU. Vivimos una esquizofrenia. Alguien está haciendo nuestro proyecto más allá de nosotros.

Cayo Lara defendió en 2012 que IU era la “Syriza española”, el punto de encuentro de la izquierda. Pero en los últimos años han nacido varias fuerzas fuera de IU (Compromís, Equo y Podemos). ¿Qué ha pasado?

Refleja la contradicción en la que vive IU: hay una parte que no se cree que podamos ser una fuerza para gobernar. Cuando construyes algo como Syriza o Podemos tienes en la cabeza una fuerza alternativa que no quiere ser la izquierda del sistema, del PSOE. Eso es lo que éramos en los 10 últimos años: la izquierda del PSOE. El PSOE es el que te marca. El problema que tenemos es que ha desaparecido lo que Julio Anguita llamaba “la alternativa”: la capacidad de construir una fuerza para gobernar. Dentro de IU hay otra lógica, la de ayudar al PSOE a cambiar el país. No es teoría: es lo que se está haciendo en Andalucía. Es un desastre.

¿Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero dejaron IU por ese motivo, porque se negaban a ser la muleta el PSOE?

IU no estuvo a la altura de las circunstancias. Tenemos que construir algo que vaya más allá de IU. Lo intentó Pablo Iglesias con Íñigo Errejón, de la mejor manera, en la campaña electoral de IU en Galicia. Sin la experiencia de Galicia, Pablo no habría concebido Podemos. Ahí se dieron cuenta de un fenómeno increíble: dos pequeñas organizaciones de outsiders, con Beiras y Yolanda Díaz, un viejecito del estilo de Julio Anguita y una joven abogada laboralista, que no eran nada, se juntan… y avanzan. Eso prueba que había una base social para proyectos de innovación como Syriza. Pablo lo vio y después fuimos a la campaña con Cayo Lara, en la que también colaboraron. En las europeas, se encontraron con que esa lógica de la alternativa se dejó de lado y se fue a copar los puestos con una persona como Willy Meyer, que no era capaz de reflejar lo nuevo que se estaba haciendo. Eso fue lo que llevó a Pablo a montar Podemos. Podemos es resultado de la frustración de una parte de la izquierda ante IU.

¿Cuando el 15-M gritaba “¡No nos representan!”, se refería sólo a PP y PSOE o a las viejas estructuras y formas de hacer política? ¿IU estaba incluida?

El 15-M implica una ruptura político cultural que encabezan nuevas generaciones que llegan a la política. Se decía que la juventud estaba despolitizada, sumida en el consumismo, que no iba a hacer nada… eso lo decían los padres de izquierdas sobre sus hijos. Pero, ante una crisis política, social y cultural, hasta antropológica, aparecen unas nuevas generaciones. La ruptura generacional va desde los 18 hasta los 40 años. Hasta ese contexto, IU ha sido protagonista del 15-M. Hay miles de afiliados de IU sin los que el 15-M no habría sido posible. Pero, a su vez, vivimos la contradicción de que una gran parte de esos jóvenes nos ven como la vieja política. Aunque no nos ven como el mismo problema que los grandes partidos, porque somos minoría. De hecho, una de las reivindicaciones era que el sistema electoral dejara de beneficiar a dos partidos. La mayoría de la organización se comprometió con el 15-M, las mareas y las Marchas de la Dignidad. Sin embargo, cuando IU tuvo que ir más allá, en las elecciones europeas, no fuimos capaces. Por tanto, para mucha gente fuimos la vieja política. IU es ahora la izquierda de Podemos, pero sobrevivir al tsunami de Podemos no va a ser fácil.

Por otro lado, el núcleo dirigente de Podemos aporta experiencias nuevas sobre las que la izquierda tradicional no había reflexionado suficientemente. Por ejemplo: la importancia de lo electoral. Yo, el primero. Cuando hablamos de elecciones, tenemos el tic de decir “no somos electoralistas”. No somos capaces de ver muchas veces la importancia que tienen las elecciones para llevar a cabo un proceso de transformación profundo.

¿IU va a pasar de ser la muleta del PSOE a la de Podemos?

Sería un desastre para IU y para Podemos. España está viviendo una crisis de cultura, de régimen, muy profunda. Cuando ocurre algo así, hay dos grandes bloques: los bloques del sistema y los antisistema. Las fuerzas de la restauración, que están apoyando a los que tradicionalmente han ostentado el poder, y las que estamos por una ruptura democrática. Las fuerzas que estamos por un proceso constituyente somos parte de la fuerza antisistema. Tenemos que trascendernos a nosotros mismos. Podemos e IU son complementarias, no antagónicas. El PSOE e IU no son complementarias porque estamos en las dos orillas de una confrontación política. Podemos tiene cosas que no tenemos y nosotros tenemos cosas que ellos no tienen. Si vamos a una competencia no cooperativa, eso sería malo para el proyecto de la ruptura democrática.

¿Qué tiene Podemos y qué tiene IU?

Podemos tiene la audacia de su equipo dirigente. Siendo unos mindundis de cara a los medios, decidieron lanzarse. El núcleo central sabía muy bien el tipo de sociedad que hay y que había una ventana de oportunidad política muy grande. El análisis lo tenían mejor que nosotros. También tienen la capacidad de mover imágenes que forman parte de un escenario más completo: continuidad-ruptura, innovación-tradición, viejo-nuevo. IU queda en el imaginario tradicional de izquierda-derecha, subalterna al PSOE… pero no aparece con una entidad propia.

¿Qué tenemos nosotros? Organización. Y eso no se improvisa. Y lo sabe el núcleo dirigente de Podemos. Tenemos 25.000 afiliados en toda España, con una gran tradición cultural, con un peso ideológico fuerte, claramente de izquierdas y de clase, tenemos 2.500 concejales y una enorme experiencia de trabajo institucional y en la sociedad.

La perspectiva de Podemos es vivir una contradicción entre profundidad y extensión: tiene que alternar propuestas radicales con otras muy moderadas para poder penetrar en sectores sin los cuales no se pueden ganar las elecciones. Para ganarle al PSOE hay que disputarle una base de centro derecha, lo que le obliga a hacer muchos equilibrios. Nosotros tenemos una base de izquierdas que ayuda a reequilibrar a Podemos. Somos un ancla por la izquierda del fenómeno de cambio del país. Y eso es muy importante.

¿Podemos necesita a IU?

Absolutamente. Necesita sus cuadros, su capacidad táctica… Gramsci decía que todo proceso de revolución lleva una restauración en su interior. Muchos de nosotros vimos lo que fue el PSOE en 1982. Muchos pensaban que iba a ser un cambio. Moderado, pero un cambio. Y lo que se produjo fue un transformismo: el PSOE, el que iban a transformar el poder, fue transformados por el poder. Y eso le puede ocurrir ahora mismo a Podemos. Es un núcleo dirigente en el que tengo enorme confianza, con una base social heterogénea, difusa y hasta contradictoria. Le falta una estructura de cuadros, horizontal y vertical, que anude lo que hay por arriba y por abajo. Lo que nos llega del mundo de los círculos es bastante caótico. Y no lo digo como crítica, porque tiene que ser así.

¿IU debe disolver la organización y entregar los cuadros a Podemos? ¿Tiene sentido mantener las siglas de IU?

Todas las siglas son identidad. Son positivas porque definen pertenencia. Pero nunca me parecen lo decisivo. Lo natural y normal sería un proceso de alianza entre IU y Podemos. Somos una fuerza antibipartidista y antisistema monárquico-parlamentarista. Si nos une lo fundamental, un nuevo régimen… todo lo demás es secundario. La unidad no es fácil, pero deberíamos pensar cómo construir una nueva organización, más allá de Podemos y de IU. Lo fundamental es tener claro qué queremos hacer: estamos por la ruptura democrática, por un proceso constituyente, por la república… lo demás es secundario. ¿Que la máquina de votos va a ser Podemos? Excelente. Vamos a tratar de llegar a una alianza estratégica con Podemos. Que se podrá traducir en fenómenos como Guanyem Barcelona, Ganemos Madrid… estamos abiertos. Pablo Iglesias es de los nuestros.

¿El encuentro con Podemos debería de ser antes o después de las elecciones? Podemos les ve como un lastre.

Hay una parte que nos ve como un lastre, que no quiere… pero otra no. Para una parte con una identidad de izquierdas, de clase y transformadora, la convergencia suma. Esa gente no vota a Podemos porque esté contra IU, sino porque cree que pueden hacerlo mejor. Pero también hay gente con un prejuicio anticomunista muy grande. La presencia de IU ancla el proyecto por la izquierda.

¿Pablo Iglesias sigue manteniendo la misma ideología?

Sin duda. El núcleo dirigente de Podemos es parte de la izquierda revolucionaria. Siempre lo ha sido. Seguimos teniendo en mente la experiencia latinoamericana, de cuando trabajamos en el CEPS. Nos dimos cuenta de que había ciertas similitudes entre situaciones latinoamericanas y del sur de Europa. Nosotros pensábamos que era posible traducir al castellano la experiencia latinoamericana. Y Podemos lo hace justamente rompiendo con muchos tabúes de la vieja izquierda. Es el debate que tienen con Izquierda Anticapitalista.

¿Hay comunistas en la cúpula de Podemos?

Sin lugar a duda. No tengo ninguna duda de que una parte sustancial de lo que hoy es el fenómeno Podemos, por arriba, por el medio y por abajo, es comunista. Viendo las personas que hay en el núcleo dirigente de Podemos, no hay ninguna duda de que son comunistas, de la izquierda revolucionaria. Ninguna duda.

Si el PCE tiene los cuadros y Podemos los necesita. ¿Por qué no se crea un círculo comunista en Podemos?

No se me había ocurrido, pero no tendría ningún problema. En Podemos hay muchos comunistas. La clave de la unidad es la política. Pero ideología y política no siempre casan a la vez. Por ejemplo: Pablo defiende con mucha razón una visión patriótica. El nacionalismo español está colonizado por la extrema derecha. No podemos aumentar la autoestima de un país si la gente no está orgullosa de su propio país. Es un terreno pantanoso. Hay que reconstruir una visión común de España. Para nosotros, y creo que para la dirección de Podemos también, un proceso democrático es la idea también de construir patria, también con los otros pueblos del Estado español, con gallegos, con catalanes, con vascos… de ir juntos hacia un Estado construido colectivamente. Podemos tendrá que reivindicar con mucha fuerza no sólo el derecho a la autodeterminación de las naciones, sino también una patria común con esas naciones construida colectivamente. Y eso siempre se ha llamado República. Eso tiene que ser la Tercera República.

Si se crease el círculo comunista, ¿podría poner el PCE los cuadros a disposición de Podemos sin poner en riesgo la identidad?

El partido orgánico de la revolución española, que es el que debemos de ir construyendo colectivamente y que será el sujeto de transformación del país, será una casa común de la izquierda transformadora y alternativa. Su característica fundamental será la pluralidad. Y habrá sectores más próximos a lo que tradicionalmente ha sido la socialdemocracia y otros, comunistas de diverso pelaje. Lo fundamental es el punto de vista de clase. IU ancla a Podemos a la izquierda porque seguimos defendiendo un proyecto que mira a los de abajo, a las clases trabajadoras. Y eso tiene detrás una segunda connotación: si es de clase, es antiimperialista. Y una tercera: un proyecto nacional popular, tendrá en su momento un proyecto socialista. Vamos a convivir en este partido orgánico del proletariado, aunque suene antiguo, sectores reformistas y revolucionarios. La corriente comunista de ese partido es el partido de Carlos Marx en el Manifiesto Comunista. Cuando dice “qué distingue a los comunistas de los demás”, responde: los comunistas no formamos un partido aparte. Y nos caracterizamos por dos cosas: en cada lucha parcial, nunca olvidamos que el objetivo final es el socialismo, y que siempre tendremos una perspectiva internacionalista. Esa es mi partida. Si a eso le llamas círculo comunista, yo estaré en el círculo comunista. Y estoy convencido de que el núcleo básico de Podemos está de acuerdo.

Esa casa común que ya fue el Frente Popular en los años 30, IU en 1986, Syriza en Grecia… ¿Se construirá en 2015?

No va a ser fácil, pero sería importante que fuésemos juntos, como partido orgánico, como fuerza unificada, a las elecciones generales. IU más Podemos son insuficientes todavía. Hace falta sumar a más. ¿Qué vamos a hacer con Equo o con nacionalistas de izquierdas? ¿No nos damos cuenta de que son necesarios, de que esto es un Estado plurinacional? No creo que vayamos a llegar a un acuerdo con Bildu ni con sectores independentistas catalanes, pero hay que llegar a acuerdos en cada una de las nacionalidades. Hay un viento de cambio muy fuerte en el país que se carga al PSOE y la derecha no es lo suficientemente fuerte para frenar a Podemos. Y cuidado, que puede haber una convocatoria de elecciones generales en cualquier momento.

¿IU y Podemos están preparados para unas elecciones?

Nunca se está preparado para un adelanto electoral. IU tiene que hacer sus deberes todavía. Las cosas que no ha hecho antes. La primarias, por ejemplo, de las que saldrá una nueva dirección. Espero que Alberto Garzón sea la cara de ese cambio. A esta apertura electoral iremos con unas primarias internas, un nuevo equipo dirigente y un candidato con posibilidades. No tendríamos problemas en hacer unas primarias entre Pablo y Alberto, si eso sirve para arreglar los problemas. Que sea la gente la que resuelva los problemas, no la cúpula. IU tiene que hacer su autorreforma, que está aprobada, la que no hizo en las europeas. Antes de diciembre o enero habrá unas primarias de las que saldrá una nueva dirección política de IU. Eso va a ayudar mucho. IU quiere colaborar al viento de cambio.

¿Es necesaria una asamblea extraordinaria en IU en 2015?

Tendría que haber una situación extraordinaria.

¿Y no la hay?

Tendría que ver con una cuestión seria: que se impida el cambio en la organización. Ahora, la organización tiene una hoja de ruta que pasa por unas primarias y que en esas primarias emerja una nueva figura, que se llama Alberto Garzón. Si eso se impide, vamos a una asamblea extraordinaria. Si las primarias generan una nueva dirección, la Asamblea tendría que ser posterior a las generales para poder dedicar todo el esfuerzo a sintonizar como la sociedad. Si IU hace lo que tiene que hacer, será una fuerza importante en las próximas elecciones. Pero IU tiene que hacer su propia autorreforma para conectar con la sociedad.


http://www.lamarea.com/2014/11/10/tsunami-podemos/

viernes, 31 de octubre de 2014

Carta de Jordi Savall al Ministro Wert donde comunica su renuncia al Premio Nacional de Música 2014

Jordi Savall renuncia al premio Nacional de Música por proceder “de la principal institución del estado español responsable, a mi entender, del dramático desinterés y de la grave incompetencia en la defensa y promoción del arte y de sus creadores”.

30 de octubre de 2014

Sr. José Ignacio Wert
Ministro de Educación, Cultura y Deportes
Gobierno de España

Distinguido Sr. Wert,
Distinguidos Señores del Jurado del Premio Nacional de Música 2014,

Recibir la noticia de este importante premio me ha creado dos sentimientos profundamente contradictorios y totalmente incompatibles: primero, una gran alegría por un tardío reconocimiento a más de 40 años de dedicación apasionada y exigente a la difusión de la música como fuerza y lenguaje de civilización y de convivencia y, al mismo tiempo, una inmensa tristeza por sentir que no podía aceptarlo sin traicionar mis principios y mis convicciones más intimas.

Lamento tener que comunicarles pues, que no puedo aceptar esta distinción, ya que viene dada de la mano de la principal institución del estado español responsable, a mi entender, del dramático desinterés y de la grave incompetencia en la defensa y promoción del arte y de sus creadores. Una distinción que proviene de un Ministerio de Educación, Cultura y Deportes responsable también de mantener en el olvido una parte esencial de nuestra cultura, el patrimonio musical hispánico milenario, así como de menospreciar a la inmensa mayoría de músicos que con grandes sacrificios dedican sus vidas a mantenerlo vivo.

Es cierto que en algunas contadas ocasiones he podido beneficiarme, a lo largo de más de 40 años de actividad, de alguna colaboración institucional: la celebración del V Centenario del descubrimiento de América, las pequeñas ayudas a giras internacionales y recientemente las invitaciones del Centro Nacional de Difusión Musical a presentar nuestros proyectos en Madrid. Pero igual que la inmensa mayoría de músicos y conjuntos del país, he seguido adelante solo con mi esfuerzo personal sin contar jamás con una ayuda institucional estable a la producción y materialización de todos mis proyectos musicales. Demasiado tiempo en que las instancias del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes que usted dirige continúan sin dar el impulso necesario a las diferentes disciplinas de la vida cultural del Estado español que luchan actualmente por sobrevivir sin un amparo institucional ni una ley de mecenazgo que las ayudaría, sin duda alguna, a financiarse y a afianzarse.

Vivimos en una grave crisis política, económica y cultural, a consecuencia de la cual una cuarta parte de los españoles está en situación de gran precariedad y más de la mitad de nuestros jóvenes no tiene ni tendrá posibilidad alguna de conseguir un trabajo que les asegure una vida mínimamente digna. La Cultura, el Arte, y especialmente la Música, son la base de la educación que nos permite realizarnos personalmente y, al mismo tiempo, estar presentes como entidad cultural, en un mundo cada vez más globalizado. Estoy profundamente convencido que el arte es útil a la sociedad, contribuyendo a la educación de los jóvenes, y a elevar y a fortalecer la dimensión humana y espiritual del ser humano. ¿Cuántos españoles han podido alguna vez en sus vidas, escuchar en vivo las sublimes músicas de Cristóbal de Morales, Francisco Guerrero o Tomás Luis de Victoria? Quizás algunos miles de privilegiados que han podido asistir a algún concierto de los poquísimos festivales que programan este tipo de música. Pero la inmensa mayoría, nunca podrá beneficiarse de la fabulosa energía espiritual que transmiten la divina belleza de estas músicas. ¿Podríamos imaginar un Museo del Prado en el cual todo el patrimonio antiguo no fuera accesible? Pues esto es lo que sucede con la música, ya que la música viva solo existe cuando un cantante la canta o un músico la toca, los músicos son los verdaderos museos vivientes del arte musical. Es gracias a ellos que podemos escuchar las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio, los Villancicos y Motetes de los siglos de Oro, los Tonos Humanos y Divinos del Barroco… Por ello es indispensable dar a los músicos un mínimo de apoyo institucional estable, ya que sin ellos nuestro patrimonio musical continuaría durmiendo el triste sueño del olvido y de la ignorancia.

La ignorancia y la amnesia son el fin de toda civilización, ya que sin educación no hay arte y sin memoria no hay justicia. No podemos permitir que la ignorancia y la falta de conciencia del valor de la cultura de los responsables de las más altas instancias del gobierno de España, erosionen impunemente el arduo trabajo de tantos músicos, actores, bailarines, cineastas, escritores y artistas plásticos que detentan el verdadero estandarte de la Cultura y que no merecen sin duda alguna el trato que padecen, pues son los verdaderos protagonistas de la identidad cultural de este país.

Por todo ello, y con profunda tristeza, le reitero mi renuncia al Premio Nacional de Música 2014, esperando que este sacrificio sea comprendido como un acto revulsivo en defensa de la dignidad de los artistas y pueda, quizás, servir de reflexión para imaginar y construir un futuro más esperanzador para nuestros jóvenes.

Creo, como decía Dostoyevski, que la Belleza salvará al mudo (sic), pero para ello es necesario poder vivir con dignidad y tener acceso a la Educación y a la Cultura.

Cordialmente le saluda,

Jordi Savall

http://www.docenotas.com/118999/carta-de-jordi-savall-al-ministro-wert-donde-comunica-su-renuncia-al-premio-nacional-de-musica-2014/

viernes, 17 de octubre de 2014

A propósito de Caja Madrid: ¿miramos al dedo o la luna?, por Andrés Hidalgo, Javier Cobo, Andrés de Andrés

A propósito de Caja Madrid: ¿miramos al dedo o la luna?


15 de octubre de 2014

Cuando pensábamos que lo más importante que teníamos por delante en relación a Caja Madrid/Bankia era la forma y manera en la que recuperar los 22.424 millones de euros aportados por el estado en ayudas directas (otros 24.167 millones en avales) a dicha entidad para evitar su quiebra y en consecuencia, cómo conseguir dicho objetivo, aparece el escándalo mediático del uso de las tarjetas opacas por parte de los antiguos miembros de su Consejo de Administración.

Pese a dicha circunstancia nosotros pensamos que recuperar las ayudas públicas aportadas, para que las mismas no sean soportadas por toda la ciudadanía, continúa siendo el primer objetivo, y para ello es imprescindible que el Estado mantenga su participación en la propiedad de Bankia.

Incluso más allá de la devolución de las ayudas, Bankia debería -junto con otras instituciones financieras nacionalizadas- conformar un polo de banca pública que venga a cubrir parte del vacío dejado con la desaparición de las Cajas de Ahorros, esto es, asegurar la inclusión financiera para los que tienen menos recursos y no resultan de interés comercial para los bancos, redistribuir los beneficios atendiendo a las necesidades sociales y garantizar la financiación y el crédito a empresas y particulares que hoy carecen del mismo.

Pero por desgracia las cosas hoy no están en esta lógica, el pasado mes de febrero arrancó la privatización de Bankia con la venta de un 7,5% del capital de la entidad lo que deja al Estado con una participación en el entorno del 61% y todo apunta en la dirección de completar la privatización el próximo año o en los primeros meses de 2016, con lo que las posibilidades de devolver la totalidad de las ayudas se desvanecen.

En tan poco espacio de tiempo no será posible generar los beneficios suficientes y por otra parte, para que resulte atractiva la privatización, el destino de parte importante de los futuros beneficios tendrá que ir a la retribución del capital, esto es, al pago de dividendos para favorecer el aumento de la cotización de sus acciones. No sería descabellando decir que las pérdidas finales de la privatización podrían estar entre un 35 y un 40% dada la alta morosidad y la poca calidad de sus activos no bancarios.

En nuestra opinión este es el principal conflicto que hoy tiene el conjunto de la sociedad con Bankia, impedir su privatización  con carácter general y en ningún caso sin antes recuperar el dinero aportado por el Estado, se trata de mirar sobre todo al futuro para no tener un nuevo quebranto en los intereses de la mayoría.

Y no es que nos neguemos a mirar al pasado, a la nefasta gestión de la Caja de Madrid por parte de quien tenía la mayoría en el Consejo de Administración, la gobernaba con arreglo a sus criterios e intereses y la gestionaba día a día, esto es, el Partido Popular y sus distintas facciones en muchos casos enfrentadas y quienes pudieron acompañarles en algunas decisiones trascendentales.

Es evidente que fueron decisiones equivocadas primero en Caja Madrid y después en Bankia las que condujeron a la entidad prácticamente a la quiebra y al posterior rescate con dinero público y que entre dichas decisiones resaltan por su trascendencia negativa, el que Caja Madrid -que era en 1996 una entidad saneada- acompañase a partir de entonces la burbuja inmobiliaria creada por la ley del suelo del gobierno de Aznar, cambiase el modelo de negocio bajo la presidencia de Blesa (fue en 1996 cuando el PP se hizo con la mayoría de la Caja) y se dedicó a una muy alta concentración del riesgo promotor en la cartera de crédito, con financiaciones al 100 % e incluso la creación de empresas conjuntas con los promotores, que resultó dramática cuando a partir de agosto de 2007 se cerró la liquidez de los mercados internacionales, se acumularon los impagos y no era posible ya refinanciar la deuda,  la propia aprobación de la fusión (Caja Madrid, Bancaja, La Caja de Canarias, Caja Ávila, Caixa Laietana, Caja Segovia y Caja Rioja), la salida a bolsa, la compra City National Bank of Florida por 867 millones y vendido por 685 millones de euros, la comercialización de las preferentes, los créditos a Martinsa-Fadesa por importe de 1.082 millones y los créditos a DíazFerrán.

Estas son las responsabilidades que habría que exigir a quienes dirigían la Caja y a quienes con su voto en el Consejo de Administración acompañaron dichos acuerdos cuando algunos de ellos se pusieron a votación. Porque estas erróneas decisiones fueron junto con otras referidas a la gestión cotidiana de la actividad financiera las que llevaron a la entidad a la ruina.

Y llegamos al asunto de las tarjetas que ha despertado una gran atención estos días y se ha cobrado la dimisión de un número importante de representantes de partidos, sindicatos y otras instituciones del estado.

Sorprende el gran impacto mediático y la loable voluntad de Hacienda de fiscalizar los 15,5 millones de euros (gastados en diez años), esto es, el 0,069% del dinero aportado para el rescate y quede relegado como algo menor la recuperación del restante 99,93% del problema.

Es claro que Caja Madrid primero y Bankia después infringieron la ley si no contabilizaron, fiscalizaron e imputaron correctamente los pagos realizados con las tarjetas, lo que ha dado lugar a que el juez Andreu haya imputado a los ex presidentes de Bankia y Caja Madrid y al número dos de Blesa, Ildefonso Sánchez-Barcoj, por la posible existencia de un delito societario y de apropiación indebida.

Podríamos estar también ante una infracción fiscal por parte de los consejeros que no incluyeren en su declaración de la renta los importes de los gastos realizados, los inspectores de Hacienda lo determinaran y establecerán las responsabilidades correspondientes.

Sobre las responsabilidades de carácter ético, ya se ha hablado muchos en estos días y para nosotros no es el objeto de esta reflexión que tiene un carácter político y económico.

Las investigaciones judiciales y fiscales determinaran las responsabilidades de la entidad y los consejeros, los partidos y los sindicatos han tomado decisiones de orden interno que esperemos permitirán aclaran lo sucedido. Pero pocos han hablado de lo verdaderamente importante, en nuestra opinión, el asunto de las tarjetas no puede tapar ni justificar la no devolución del dinero público que se aportó para el rescate.

Parecería que alguien está interesado en encontrar los motivos para no tener de devolver dichos fondos haciendo responsable de tal imposibilidad a los anteriores miembros del consejo y a la pesada herencia recibida.

Quizás por ello sería importante reflexionar sobre todo lo ocurrido no fuera a ser que estuviéramos mirando al dedo y no a la luna.

Andrés Hidalgo
Javier Cobo
Andrés de Andrés
(Sindicalistas y afiliados a Izquierda Unida)


jueves, 9 de octubre de 2014

Podemos y la folletinización de la política: Pablo González o Felipe Iglesias, por Por Ángeles Déez

Por Ángeles Diez.  Dra. en Ciencias Políticas y Sociología, profesora de la Universidad Complutense de Madrid (UCM)


Los últimos acontecimientos políticos -la creciente conflictividad social, el ascenso de una fuerza política inexistente hasta las elecciones europeas, la abdicación del rey Juan Carlos en su hijo y el despliegue del Escudo antimisiles estadounidense en la base militar de Rota-, evocan la máxima marxista de que los hechos y personajes de la historia aparecen primero como tragedia y luego como farsa . Aunque en el Estado español tragedia y farsa parecen entrelazarse sin mediar apenas un suspiro y las farsas, ¡ay las farsas! parecen darse de dos en dos.
El ascenso de Podemos no deja de recordarnos la meteórica ascensión del PSOE, también en una época en la que la conflictividad social iba in crescendo, lo viejo no acababa de morir, lo nuevo no acaba de nacer, la continuidad del régimen estaba en cierta forma amenazada por la deslegitimación del sistema político y los intereses geoestratégicos del imperio estaban poco confortables en un escenario tan inestable.
No soy la primera que, percibiendo las analogías, habla de una Segunda Transición aunque la mayor parte de los discursos que interpretan los acontecimientos actuales en esa clave suelen hacerlo a modo de justificación de la necesidad de renovar, de nuevo, el sistema político para garantizar la paz social, es decir, la estabilidad (económica y política) que nos saque de la crisis y nos lleve, de nuevo, al imaginario paraíso socialdemócrata: más consumo, más clase media, más trabajo, más… Son pocos los que trascienden el discurso exitoso de la renovación del régimen de la primera transición, ni siquiera desde posiciones de izquierdas.
Las analogías, que no identidades, son muchas pero lo que interesa analizar es el grado de locura de una sociedad como la nuestra a la que se le ofrecen las mismas respuestas a idénticos problemas y espera resultados distintos.
Esta nueva entrega de Transición cuenta con personajes renovados, más jóvenes, más guapos y mejor preparados. Un guión fiel a las profecías de las encuestas del CIS (Centro de investigaciones sociológicas) y en sintonía con la cultura preformativa postmoderna de unos jóvenes “sobradamente preparados”. No en vano, cuajada de jóvenes profesionales en precario, la propuesta política de Podemos elabora un producto a la medida de los resultados de las investigaciones sociológicas de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, utiliza las asambleas de los círculos a modo de “grupos de discusión” para su campaña de publicidad y los debates y críticas para ajustar el discurso y la puesta en escena. Del mismo modo, saca partido de mercancías tecnológicas como Appgree que monitorean las redes sociales y que ya mostraron su gran eficacia en crear ilusión participativa en el programa de televisión Gran Hermano.
Desde la eclosión de las movilizaciones que arrancaron en el 2003 con el No a la guerra hasta el estallido del 15 de Mayo del 2011, lo que está en juego en España es la legitimidad del sistema político en su conjunto. No de un partido en concreto, ni de una casta política o económica. La confluencia de una crisis de legitimidad política y la necesidad de un cambio de modelo económico hacia mayores cuotas de explotación dan lugar a que todas las fuerzas conservadoras se dirijan a garantizar la estabilidad. Especialmente en el ámbito político que es donde se juega la legitimidad, es decir, la aceptación o no del modelo de explotación. Sin esa estabilización parece difícil controlar a una población que históricamente se ha decantado bien por la revolución bien por el fascismo. De modo que, en estos momentos, del mismo modo que ocurrió en la primera Transición, todas las fuerzas del mal se ponen a la tarea la estabilización o de la paz social.
Un sistema político, como un barco, puede desarrollar una estabilidad estática (cuando las aguas están tranquilas) o dinámica (cuando hay olas y viento). Cuando esas aguas son turbulentas, como en el momento actual, la mejor opción parece ser cabalgar las olas, o las mareas. Esta opción supone apropiarse del discurso, es decir, contar historias porque, en un mundo civilizado, todos saben que convencer es más eficaz que vencer (reprimir). La dictadura franquista aun sin ser civilizada no renunció a contar historias a través del NoDo, noticiero con el que recreaba un país ficticio; Felipe González no escatimó en recursos narrativos prometiendo sacarnos de la estructura militar de la OTAN (aunque con lengua de serpiente). Ahora RTVE (Radio Televisión Española) toma el testigo del NoDo y el líder de Podemos nos cuenta que sin ser de izquierdas ni de derechas se pueden cambiar las relaciones de poder.
En el mundo de la política los relatos son los principales elementos de estabilización. Incluso si no son verosímiles basta con que se reconozca la sinceridad del que los emite o con apreciar que se trata de una buena actuación. El cinismo se hace consustancial al discurso político, pero también al discurso académico, y especialmente al mediático.
Hoy la vida política está dominada por los storytelling o la “folletinización” que permite a la clase política (la consolidada y la aspirante) conjurar la amenaza de muerte que los pueblos dictan en su contra desde el mismo momento en que son elegidos. Apropiarse del relato, de la lectura de los acontecimientos, es el principal pilar de la dominación. Pero también, la mejor forma de despejar las calles y llevar de nuevo a las personas al sillón de su casa delante del televisor. Como dijera la delegada del gobierno de Madrid, Cristina Cifuentes –refiriéndose a Podemos-, si ya los antisistema han aceptado el sistema, bajará la conflictividad social y la gente no tiene por qué manifestarse.
Ciertamente la política contemporánea es apenas otra versión del intercambio de mercancías, los políticos se venden como marcas (la imagen) y los electores se asemejan a los consumidores a los que se les venden los productos (partidos políticos) con relatos exitosos en folletos publicitarios (programas electorales). Ganar unas elecciones es pues tan complicado o tan sencillo como acertar en la campaña de marketing y conseguir los recursos necesarios para lanzarla. Esto lo sabía ya Felipe González y lo saben aún mejor los jóvenes expertos de Podemos.
Los estadounidenses son especialistas en esta “folletinización” de la vida política. No en vano las empresas de relaciones públicas -que es el nombre que reciben las empresas de comunicación que diseñan tanto campañas electorales como campañas de guerra-, junto con las empresas de armas son las que mueven más dinero en el mundo. La competencia en el mercado de la política se disputa en el campo de la comunicación y como han demostrado James Carville (director de la campaña de Bill Clinton), Karl Rove (el cerebro de Bush) y David Axelrod (conocido como el Narrador de Obama) la clave está en “conquistar la narración del mundo” En este campo no cabe duda de que las enseñanzas de Hollywood son dignas de tener en cuenta y nos sirven, a título de hipótesis, para entender el éxito electoral (presente y futuro) de Podemos y para comprender por qué, con el objetivo de la “estabilidad necesaria”, todas las fuerzas políticas se aproximan al patrón mediático de éxito que será también el del éxito electoral, y que los publicistas estadounidenses resumen en: 1) Contar una historia, 2) ser breve, 3) ser emocional .
De la misma forma que en la primera Transición el marketig electoral vino de la mano de Julio Feo, directivo de una empresa de publicidad norteamericana, los nuevos tiempos también tienen como referencia las campañas estadounidenses. En este caso, en la campaña de Obama de 2008 donde se consolidaron las claves de lo que ya son las campañas electorales de Europa, tal y como profetizaba el escritor Christian Salmon:dominio de la retórica, poder de escenificación, arte del relato y nuevas tecnologías digitales.
En esta segunda entrega de la Transición el nuevo partido, Podemos, extiende idénticas recetas: inevitabilidad de la aceptación de las reglas del juego político, pragmatismo, desideologización (ni de izquierdas ni de derechas) y oportunidad. Sólo resta por perfilar el difícil equilibrio entre la violencia que supone reconocer el conflicto y apostar por la paz social.
Es probable que la conflictividad social de finales de los setenta llevara el germen de una verdadera revolución socialista –así lo atestigua la inquietud de las instancias de poder, los viajes de Prado Colón de Carvajal (administrador privado del rey durante 20 años) a EEUU, etc. En cualquier caso, en ese momento, como entonces, la contención social implicaba un maquillaje político creíble, una figura joven y un proyecto emocional. Se daba la necesidad de contener el conflicto social tanto por la derecha como por la izquierda. Por la derecha se neutralizaría a los sectores fascistas con la figura del rey Juan Carlos –elegido por Franco y personalmente interesado en la continuidad del modelo-, por la izquierda, el PSOE se presentaría como la opción más realista para conjurar los demonios de una segunda guerra civil. El príncipe Felipe convertido en Rey supone ahora un intento, precipitado, por relegitimar la monarquía, la ampliación del tratado de utilización de las bases de Rota y Morón se saca de todas las agendas mediáticas para no mentar la bicha del “No a la Guerra” o “No a la OTAN” y los tecnoexpertos de Podemos despiertan, de nuevo, la ilusión de la renovación política.
Siguiendo con las analogías, tras la eclosión de las movilizaciones masivas del 15M, las mareas, las marchas, el cuestionamiento de organizaciones sindicales, partidos políticos, etc. hacían vislumbrar la posibilidad de una ruptura de efectos imprevisibles. Sin embargo, las dificultades para que toda esa movilización se convirtiera en organización, la paradoja de una sociedad indignada pero no lo suficiente como para romper la baraja, han creado las condiciones propicias para el triunfo de una tercera vía posibilista.
El votante-espectador quiere salir del shock pero sin coste, sin el inmenso esfuerzo de ser él el protagonista, el sujeto que es parte y toma partido, el sujeto que no elude el conflicto y asume riesgos. Felipe González o Pablo Iglesias son figuras intercambiables de ese deseo. Como entonces, se establece el par ilusión-desafección. El público elude el conflicto real, prefiere verlo representado, de ahí el éxito de las Tertulias. Pero además la magnitud de la crisis hace urgente que algo cambie.
Para unos, la situación personal es ya crítica, para otros, los jóvenes, presas del mal de la impaciencia y del mito edulcorado del mayo del 68 es la oportunidad que no se puede desaprovechar, es el aquí y ahora. La gente, dicen los promotores de Podemos, quiere “ganar ya”. Vivimos en un mundo virtual e instantáneo. El aquí y ahora se imponen sobre la durabilidad de los cambios, lo que Bauman llama el síndrome de la impaciencia. Igual que ocurre con el consumo de la comida precocinada se compra lo que antes había que hacer. Es decir, se opta por los atajos. La cultura postmoderna es la cultura del espectador, del mínimo esfuerzo y del camino más corto.
Los jóvenes contemporáneos, educados y formados para desplegar las virtudes del consumidor (el consumo aparece como la tabla de salvación de la economía) son caracterizados a la perfección por Bauman :“Hoy, las ansiedades de los jóvenes y sus consecuentes sentimientos de inquietud e impaciencia, así como la urgencia por minimizar los riesgos, emanan por un lado de la aparente abundancia de opciones, y por otro del temor a hacer una mala elección, o al menos a no hacer “la mejor disponible”; en otras palabras, del horror a pasar por alto una oportunidad maravillosa cuando aún hay tiempo (fugaz) para aprovecharla” . Este es el tipo mayoritario de jóvenes que se decantará por la nueva opción electoral.
Por otro lado, en el caso de las generaciones que vivieron la primera Transición emerge el sentimiento de “su última oportunidad”; conocen, porque la sufrieron, la experiencia del PSOE pero su momento vital les lleva a buscar-desear desesperadamente que ahora sea diferente. En este sentido Podemos funciona como un antibiótico de amplio espectro proporciona alivio a varias generaciones.
No creo en las conspiraciones, ni que la realidad sea el resultado prefijado de quienes teniendo en sus manos los hilos del poder nos mueven como marionetas. Tampoco creo que los sujetos que, en determinado momento son convertidos en protagonistas, tengan un plan más allá de perseguir sus propios intereses, o tal vez sus deseos. Pero sí se que, una mirada atenta y desprejuiciada nos permite encontrar un hilo narrativo, una explicación coherente de por qué pasan las cosas, quienes son los más interesados en que pasen de la forma en que pasan, cómo se promocionan y alimentan determinados procesos mientras que otros son bloqueados, silenciados y eliminados.
¿Por qué se vuelve tan relevante para la vida política y los medios de comunicación españoles un fenómeno como Podemos y por qué dejan de ser importantes las movilizaciones de miles de personas en todo el Estado el 22 de Marzo? ¿Por qué es más relevante cualquier actuación mediática del líder de Podemos que el genocidio palestino? Preguntas como estas nos ayudan a encontrar la lógica interna que explica el devenir político-social más allá de los dimes y diretes del show tertulítico.
Como señaló también Marx en el 18 Brumario. Hoy, la sociedad parece haber retrocedido más allá de su punto de partida; “en realidad, lo que ocurre es que tiene que empezar por crearse el punto de partida revolucionario, la situación, las relaciones, las condiciones, sin las cuales no adquiere un carácter serio la revolución moderna” .
Crear un punto de partida no puede hacerse desde la aceptación de las reglas del juego, tampoco desde la emoción etérea, ni siquiera desde la pura retórica, menos aún desde la butaca de nuestro salón que es donde están, en estos momentos, la mayoría de los futuros votantes de Podemos. Esperemos que los cientos de mujeres y hombres comprometidos y bien intencionados que se han prestado a filmar, producir, actuar y participar de diversas formas en esta nueva entrega de la Transición sean capaces de sobreponerse a la frustración y la impotencia, y que en algún momento, ojalá sea pronto, pueda retomarse la construcción de un punto de partida que, si pretende resolver los problemas planteados será dando soluciones distintas, es decir, revolucionarias.
Madrid 28 de septiembre 2014
* Dra. en Ciencias Políticas y Sociología, profesora de la Universidad Complutense de Madrid (UCM)