domingo, 28 de agosto de 2016

"Willy Toledo, Facebook y los gusanos", por Pascual Serrano


Willy Toledo, Facebook y los gusanos
PASCUAL SERRANO

27 agosto 2016

Una vez más el actor Willy Toledo ha desatado la polémica criticando al atleta cubano Orlando Ortega que, tras lograr la medalla de plata en los 110 metros vallas en los Juegos de Río 2016, dijo "me dieron la bandera de Cuba pero estaba buscando la de España como loco". De este modo el cubano repudiaba al país que le alimentó, crió, educó y entrenó para que llegara a ser deportista olímpico. Toledo escribió en su página de Facebook: "es un 'gusano' pero también un pobre hombre, así que no le deseo en absoluto todo el mal que ya se encargará de hacerle esta España miserable y sus miserables 'autoridades' cuando deje de ganar medallas".

El primer debate es hasta qué punto es criticable o censurable que una persona abandone su país para mejorar sus condiciones de vida. Aparentemente parece lícito y digno poder hacerlo, pero es necesario reflexionar sobre algunos detalles. En primer lugar preguntarnos si la dedicación y desarrollo profesional, artístico o deportista de esa persona puede seguir desarrollándola en su país. Un ingeniero que no tenga trabajo en España o en Cuba es razonable que se quiera ir fuera sin que por ello deba ser criticado. En segundo lugar, qué papel ha jugado el país de origen en la formación y cualificación de la persona que lo abandona. Ḿás que el país, nos referimos al Estado, a los recursos públicos procedentes del sacrificio de la ciudadanía destinados al desarrollo de ese profesional, los compatriotas que estaban trabajando y aportando recursos públicos con los que pudiese mejorar su cualificación sin todavía producir nada. Por último, vale la pena observar cuál es el criterio de aceptación de 'emigrantes', 'disidentes' o 'refugiados' del país receptor.

Ahora vayamos al caso del cubano Orlando Ortega. Por supuesto él podía haber continuado dedicándose el deporte en su país, tenía garantizada su subsitencia y la de su familia, pero prefirió abandonar la selección de Cuba aprovechando un mundial en Moscú. No es como el ingeniero o el médico español que no encuentra trabajo en España y debe irse a Alemania para ejercer su profesión. O el maestro que no puede sobrevivir en Senegal y debe subirse a una patera para intentar llegar a Europa.

En cuanto al papel del estado cubano, Ortega se ha formado y entrenado no mediante el dinero y los recursos de su familia que lo matricularan en una escuela de atletismo de élite como sucede en países como en Estados Unidos, sino gracias a la solidaridad del pueblo cubano del que salía la cobertura de todos los gastos y manutención mientras el se entrenaba. Es como ese profesional que dedica años y años a formarse gracias a los impuestos de sus conciudadanos que estaban trabajando mientras el no producía porque estudiaba. Es evidente que está adquiriendo una deuda generacional con todas esas personas y que, en justicia, debería pagar cuando acabe su formación y llegue la hora de trabajar. ¿Acaso no debería colaborar en la pensión y el orgullo nacional de esos ancianos que estuvieron trabajando para que el pudiera estudiar o en el caso de Ortega entrenar? No es un asunto ajeno al mercado y a la libre empresa. Muchas corporaciones prohíben que ejerzas la profesión fuera de ellas durante algunos años si han dedicado ingentes recursos a cualificarte. Como es sabido, los futbolistas no pueden irse a otro club si previamente no se indemniza al equipo que abandona y le ha formado. Sucede con otras muchas profesiones, los pilotos formados en los ejércitos no pueden pasarse cuando lo deseen a la aviación civil hasta que no desarrollan su trabajo algunos años en el campo militar como pago por la formación recibida.

Y llegamos a la última cuestión. ¿Qué decencia tiene el país que acoge con los brazos abiertos a un deportista olímpico de otra nación pero pone vallas alambradas a los que no lo son, cierra sus puertas a los que huyen de la guerra o encierra a menores sin papeles en centros de internamiento porque no quiere darles la residencia? Si Orlando Ortega hubiese querido venir dentro de veinte años, cuando ya no ganase medallas, ¿lo hubieran aceptado las autoridades españolas? Y a los padres de Ortega, quizás jubilados octogenarios, ¿les hubiera dado el gobierno español la residencia?

Algunas críticas a Willy Toledo se centraban en sus formas más que en el contenido, en que el uso del término “gusano” no era adecuado al respeto que cualquier persona merece. Desconocen que en Cuba es común referirse como “gusano” a cualquiera que abandona la isla y reniega de los principios de la revolución cubana. No es un piropo, evidentemente, pero tampoco se percibe del mismo modo que en España. Es algo así como cuando en nuestro país se dice “facha” a uno de derechas o “rojo” a uno de izquierdas. Se le denomina así con intención peyorativa pero se tiene relativamente aceptado. No solo eso, pocos saben el origen de este uso del término gusano. Se trata, nada más y nada menos, que de una idea de la central de inteligencia estadounidense, la CIA, quien escogió el término gusano como símbolo de la subversión contrarrevolucionaria y que imprimió miles de pequeños dibujos en forma de cómics y los distribuyó hacia Cuba, al tiempo que la radio La Voz de Cuba Libre lo difundía desde Estados Unidos.

Por último, pensemos un momento sobre la reacción de los administradores de Facebook, cerrando temporalmente la página de Willy Toledo, si bien posteriormente, y debido a presiones de diferentes sectores sociales, según el propio actor afirmó, se reabrió. El predominio que determinadas empresas poseen sobre las principales redes sociales, y su carácter privado sin someterse a ninguna medida de interés público, ha dejado la libertad de expresión en manos de estas grandes firmas sin que nadie se atreva a exigirles respeto a esa libertad. Como son empresas privadas parece que pueden censurar. Una vez más, el mercado por delante de las libertades. Curiosamente los que claman por la libertad de expresión cuando se trata de embestir contra un gobierno aceptan que se atropelle cuando se hace desde el sector empresarial. El neoliberalismo ha aprendido que la mejor forma de aplicar censuras y restricciones es abandonar el sector público que debería garantizar una información plural y libre y dejárselo al sector privado que, según el criterio económico liberal, no está obligado a ningún compromiso con las libertades y puede poner en práctica toda el atropello a estas libertades que no se le permitiría a los gobiernos ni a los Estados.

Muchas de las personas bienintencionadas que se removieron en sus asientos por el uso de la palabra 'gusano' por Willy Toledo -que no deja de ser un individuo concreto- no se plantearon la censura de Facebook que es algo que potencialmente nos afecta a todos y a nuestro sistema de libertades.

En conclusión. Algunos que parece que solo corren pueden ser más desagradecidos de lo que aparentan, algunos que parece que insultan están diciendo verdades y algunos que parece que no hace nada porque solo son una red social están atentando contra la libertad de expresión.

Pascual Serrano es periodista. Su último libro es Medios democráticos. Una revolución pendiente en la comunicación.

http://www.eljueves.es/jarticulos/willy-toledo-facebook-gusanos_262

sábado, 20 de agosto de 2016

"Negociar la memoria, traicionar los principios", por Shlomo Vlasov


Para el autor, el problema con la memoria histórica y el Ayuntamiento de Madrid se produce "cuando una izquierda acobardada da pasos hacia atrás ante la tos de la derecha de toda la vida".

Shlomo Vlasov, historiador.
Diagonal, 18/08/16 


No tenía pensado escribir nada sobre este tema. Sin embargo, una noticia aparecida a inicios del mes de agosto me hizo replantearme la cuestión.

Es bien sabido que el pasado curso fue complicado para la memoria histórica en Madrid. Si en diciembre se abría una puerta para que Madrid tuviese un Plan de Memoria de la ciudad, en apenas unas semanas esa pretensión hizo aguas por todas partes.

Y por razones variadas: manipulaciones periodísticas, intoxicación informativa, gestión municipal nefasta, etc. El resultado de todo el asunto lo explicó muy bien hace pocos días en las páginas de eldiario.es Sergio Gálvez Biesca.

Viendo que entre diciembre de 2015 y febrero de 2016 la falta de escrúpulo puso en duda la profesionalidad de un equipo de investigadores suficientemente preparados para realizar un proyecto de tal calibre, no sorprende para nada la salida adoptada por el Ayuntamiento de Madrid con el llamado Comisionado de Memoria Histórica.

El pasado 6 de agosto leía una noticia en la que la presidenta del Comisionado, Francisca Sauquillo, se había reunido con representantes de la Hermandad de Legionarios ante la posibilidad de la retirada de la calle a Millán Astray, fundador de la Legión y uno de los militares que el 18 de julio de 1936 apoyó sin remilgos el golpe de Estado contra la legalidad republicana que condujo a la Guerra Civil y a la dictadura franquista. La noticia sorprende por dos cuestiones:

1. Sorprende que tras haber pasado casi 41 años de la muerte de Franco, Madrid no haya sido capaz de regularizar su callejero conforme al respeto de los Derechos Humanos. Un dato que indica el gran déficit de este país.

2. Que el Ayuntamiento de Madrid, y en este caso el Comisionado de Memoria Histórica, se avenga a dialogar con la Hermandad de Legionarios para debatir la retirada o no de la calle de Millán Astray. No hay espacio aquí para recordar quién era Millán Astray y cual fue el papel de la Legión no sólo en la Guerra Civil sino en los territorios del norte de África.

Lo peor es que no es la primera vez que el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Madrid ha convertido en interlocutores a organismos que en otros países no serían legales.

En la polémica por la retirada del monumento del Alférez Provisional (una decisión municipal en la que la Cátedra de Memoria no intervino), la Fundación Francisco Franco (¿conocemos una Fundación Adolf Hitler o una Benito Mussolini?) fue quien más protestó.

Al comprobar el Ayuntamiento que el cumplimiento de la Ley de Memoria lleva unos trámites, el monumento fue repuesto, no sin antes dirigir una carta a la Fundación Francisco Franco dando explicaciones del suceso. De repente, para el ejecutivo de Carmena, dar explicaciones a la fundación dedicada a un dictador y liberticida era necesario, mientras en esos momentos se producía un linchamiento público contra la Cátedra de Memoria (que había sido requerida por el propio Ayuntamiento semanas antes) con la pasividad y silencio de la misma institución. Una comunicación entre Ayuntamiento y Fundación Francisco Franco que sirvió para dar alas a esta última y vanagloriarse de lo conseguido.

Al romperse la vinculación entre la Cátedra y el Ayuntamiento, las cuestiones de memoria pasaron a estar gestionadas directamente por la alcaldía. Fue entonces cuando se aprobó la creación de un Comisionado de Memoria Histórica, presidido por Francisca Sauquillo y compuesto de forma "ecléctica". Ese "eclecticismo" mostrado para afear que la Cátedra había sido "sectaria", siguiendo, una vez más, la intoxicación informativa y ese mantra que tendrá ya la Cátedra (hoy desaparecida) toda su vida. Ese nuevo Comisionado venía para "dialogar" con todas las partes (como si la Cátedra no lo hubiese hecho).

Sin embargo, aquí es donde quizá hay límites. Evidentemente, en una mesa se puede sentar todo el mundo y hablar de todas las cuestiones. Pero algo que no se negocia son los Derechos Humanos. Y el callejero de Madrid incumple la Ley de Memoria, las conclusiones que los observadores de la Naciones Unidas adoptaron y los propios Derechos Humanos, esos que no se negocian.

No se puede negociar la retirada de las calles que honran a quienes perpetraron un golpe de Estado contra la legalidad establecida. No se puede negociar la retirada de las calles a aquellos que violaron sistemáticamente los DDHH durante 40 años. Franco, Yagüe, Sagardía, Millán Astray, etc., participaron de esos crímenes. Sólo el hecho de sentarse a negociar el cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica (muy incompleta, por cierto) es ya un acto de patetismo político incomprendido en cualquier país de nuestro entorno.

La cultura de la derrota

Caminas por las calles de cualquier población francesa y encuentras calles dedicadas a la Resistencia, a Jean Moulin, a Philippe Leclerc, a la liberación de París, etc. Pero no se quedan ahí. Hay calles dedicadas a Francisco Ferrer (pedagogo libertario fusilado en Barcelona en 1909 por defender un modelo pedagógico distinto y acusado con pruebas falsas de ser el dirigente de la Semana Trágica), a las Brigadas Internacionales, plazas a la 9 (unidad compuesta de españoles que fueron los primeros en entrar en el París liberado a los nazis).

En ningún momento encontraremos un homenaje a personajes como Pierre Laval, Charles Maurras o Philippe Pétain. ¿Esto quiere decir que han desaparecido de la historia? Ni mucho menos. Pétain sigue siendo estudiado en la Historia contemporánea de Francia. Es estudiado como el militar que destacó en la Batalla de Verdún en 1916. Pero también como el militar que colaboró con los nazis en 1940 e instauró un régimen similar al franquista en Vichy y que fue juzgado tras la Segunda Guerra Mundial por ello.

Porque en España existe un mantra. Un falso argumento que ha calado en la sociedad. Si se solicita la retirada de la calle de un fascista que arrasó Badajoz, lo que quieres es hacerle desaparecer la historia. O eres un resentido guerracivilista. La historia y la monumentología tienen espacios distintos. Retirar la calle a un criminal no es borrar la historia, que se seguirá estudiando en las aulas docentes y se seguirá investigando sobre el asunto.

Y es que en España lleva mucho tiempo instalada la cultura de la derrota. De la derrota y de la inferioridad. Aunque se diga que queda lejos, esa guerra civil que se desarrolló entre 1936-1939 (en Historia 80 años es un ciclo cortísimo de tiempo) y los cuarenta años de dictadura en la que desembocó  no son baladíes.

El franquismo realizó a la perfección su trabajo y eso se nota por todos los rincones de España. La cultura de la derrota y la complacencia es lo que hace que sigan existiendo nombres de pueblo como Llanos del Caudillo, calles a criminales y estatuas a los mismos.

La cultura de la derrota hace que consideremos interlocutores válidos a quienes hasta hace unas décadas eran verdugos y no querían hablar con nadie, sólo fusilar, encarcelar y exiliar.

Una cultura de la derrota que hace que unas simples excavaciones arqueológicas para recuperar nuestro pasado sean consideradas un acto de removerlo.

Una cultura de la derrota que provoca que al hablar de comunismo, de anarquismo o de republicanismo, muchos lo vinculen con el caos y con cosas antiguas que traen malos recuerdos a este país.

Una cultura de la derrota que hace que incluso este artículo lo firme con un seudónimo por "no tener problemas".

Una cultura de la derrota que mantiene mausoleos al dictador y cunetas a los derrotados.

Una cultura de la derrota que reparte responsabilidades en lo sucedido en España en el pasado sin siquiera pararse a leer la historia y comprobar que su argumento es falaz.

Una cultura de la derrota que no se atreve a declarar ilegal al franquismo y su sistema jurídico a pesar de la aberración jurídica que significó. En Nüremberg no hubo tantos miramientos con las leyes nazis.

Lo que nos hace distintos no es dar voz a la Fundación Francisco Franco, institución que un país como Alemania sería ilegal. Lo que nos hace distintos es la madurez política y la formación histórica de la que carecemos.

El problema viene cuando una izquierda acobardada da pasos hacia atrás ante la tos de la derecha de toda la vida. Y eso es lo que está sucediendo con la memoria histórica y el Ayuntamiento de Madrid. La política de complacencia, de intentar cambiarlo todo para no cambiar nada como dijo Lampedusa en su El Gatopardo.

La conclusión es que nos queda mucho camino por recorrer. Y Madrid, que fue la referencia del antifascismo internacional en 1936, adonde acudió gente de todos los lugares del mundo para defender la libertad, se merece unas políticas públicas de memoria coherentes.

Y por mucho que pese al ejecutivo de Carmena y su Comisionado, el camino que han emprendido, sin dudar de las buenas intenciones, sólo conduce a la nada. A seguir fomentado la cultura de la derrota.

https://www.diagonalperiodico.net/global/31162-negociar-la-memoria-traicionar-principios.html

"El juguete roto de la Cátedra Memoria Histórica del Siglo XX", por Sergio Gálvez


El juguete roto de la Cátedra Memoria Histórica del Siglo XX

La cátedra universitaria se convirtió en un simple juguete en manos del Ayuntamiento, la oposición (de izquierda a derecha) y la prensa de derecha
El error fue sencillo: acordar con el Ayuntamiento de Madrid mantener una "política de silencio a nivel comunicativo"

Sergio Gálvez Biesca - Doctor en Historia Contemporánea y ex–Co-Director del "Plan Integral Memoria Madrid". El Diario.es, 30/07/2016


Hasta diciembre de 2015 la Cátedra Complutense Memoria Histórica del siglo XX (CCMHSXX) llegó a acaparar un considerable reconocimiento nacional e internacional dentro de la profesión pero también de puertas para afuera. Ninguno de sus casi 200 integrantes entre historiadores, sociólogos, antropólogos, archiveros… hubiera imaginado que en unas semanas en torno a la Cátedra se iba a construir toda una leyenda negra. La razón: atreverse a asesorar al Gobierno de la Ciudad de Madrid para la elaboración del Plan Integral Memoria Madrid. 

No hubo tregua desde el principio. ¿Cuáles fueron las razones? Probablemente se puede especular en torno a las siguientes hipótesis: primero, el decidido compromiso de llevar hasta el final y con todas sus consecuencias el citado Plan, a partir de las recomendaciones que Naciones Unidas hace desde el Consejo de Derechos Humanos, el Alto Comisionado de Derechos Humanos o sus relatores especiales sobre el derecho a la verdad, el deber de recordar y la lucha contra la impunidad así como en base a lo establecido en la Ley 52/2007. Una segunda razón no se puede escapar: la impecable trayectoria de los integrantes de aquel Equipo Interdisciplinar –con reconocidos expertos en cada una de las materias– habituados a este tipo de "batallas por la memoria" en terrenos tan poco propicios para el cumplimiento de los Derechos Humanos. Y, en tercer lugar, el decidido apoyo a tal Equipo por parte de los movimientos sociales por la memoria.  

Fue el Ayuntamiento de Madrid quien se dirigió a la Cátedra. Y fue también el Ayuntamiento el que planteó la famosa y difundida propuesta del contrato menor de 18.000€. La razón nos pareció obvia: en tanto el Ayuntamiento se había comprometido ante el Pleno a tener en poco más de cuatro meses el citado Plan, no había tiempo para otro tipo de trámites administrativos. Más allá de toda la retahíla de demagogia y populismo que se lanzó contra aquella propuesta, ninguno de los integrantes de aquel Equipo cobró un solo céntimo en el momento preciso en que renunciábamos a mantener la colaboración con el Ayuntamiento. En cualquier caso, nuestro compromiso era y es otro: se colaboraba por convencimiento democrático no por dinero.  

Pronto, demasiado pronto, empezamos a observar como la CCMHSXX se convertía en un simple juguete en manos del Ayuntamiento, la oposición (de izquierda a derecha) y la prensa de derecha, con la colaboración inesperada de El País hasta encabezar dicha campaña. Al respecto, resulta más que ilustrador la diferencia de trato periodístico que recibió la Cátedra y el actual Comisionado de Memoria Histórica de Madrid en sus correspondientes presentaciones públicas. A lo anterior, se sumó al significativo silencio del Rectorado de la UCM quien en aquellas semanas no es que no emitiera un Comunicado mostrando el mínimo apoyo a su directora así como al resto de los miembros del Equipo de Trabajo ante los furibundos ataques lanzados, sino es que no se puso en contacto con los integrantes de la Cátedra hasta prácticamente el final y cuando cualquier tipo de solución se antojaba imposible. 


El primer golpe a la credibilidad del juguete de la CCMHSXX llegó con la elaboración del primer listado de las 30 calles que se presentó en el Pleno Municipal del 22 de diciembre de 2015. Un listado para que el que, en principio, se dio de plazo entre 10 días y/o una semana y que quedó reducido a menos de 72 horas. Cuando ni siquiera se había terminado de constituir el Equipo de Trabajo, se presionó para tener el listado para el citado Pleno. Finalmente se presentó pero también se advirtió por escrito que el Equipo no podía dar por válido tal informe al 100% hasta que se revisara calle por calle con los expedientes depositados en el Archivo de Villa de Madrid. Se solicitaron por activa y por pasiva aquellos expedientes y la contestación fue negativa por falta de tiempo. ¿Se podía aplazar la presentación? La contestación fue que no. Empezamos a estar atrapados en una lógica político-periodística en donde cualquier solución se presentaba complicada. 

Es cierto que aquel listado contuvo un error: el de la Plaza Juan Pujol. Producto de las prisas tan ajenas al trabajo del historiador. Se asumió tal error y se subsanó en menos de 20 minutos en cuanto se detectó. No conozco a un solo historiador que no cometa un solo error en sus investigaciones. Yo el primero. Sobre el resto de los "supuestos" errores atribuidos a la CCMHSXX –desde la calle del Comandante Zorita o la calle Francisco Iglesias– valga decir lo siguiente: las fuentes disponibles hasta entonces –en tanto los expedientes del callejero madrileño custodiados en el Archivo de Villa no estaban disponibles para los investigadores y, por tanto, se había de acudir casi en exclusiva al conocido trabajo de Luis Miguel Aparisi– nos permitían situar a aquellas primeras 30 calles dentro del marco del cumplimiento del artículo 15 de la denominada Ley de Memoria Histórica. 

Este fue el primero de los dos únicos documentos que hizo público la CCMHSXX. El otro fue el Comunicado de Prensa, fechado un 10 de febrero, en el que se renunció a mantener la colaboración con el Ayuntamiento, "dada la incapacidad de la institución para garantizar las condiciones mínimas para el desarrollo de un trabajo profesional y sosegado, como requiere toda investigación científica". No obstante, mucho antes junto con la construcción de la "Leyenda Negra", la Cátedra se había convertido en un juguete en manos de políticos y determinados periodistas (con muy escasas excepciones). Nuestro error fue tan sencillo como el siguiente: acordar con el Ayuntamiento de Madrid mantener una "política de silencio a nivel comunicativo". Nos equivocamos esperando que la tormenta pasara. Nunca pasó. Tuvimos entonces que salir al paso de muchas de las barbaridades que se dijeron aquellas semanas. Barbaridades que comprometieron nuestro prestigio profesional, académico y personal. 

Por ejemplo, a la CCMHSXX se le adjudicaron errores que no sólo fueron no suyos sino que se trataron de evitar. Y citaremos dos casos sin más detalles. El primero, la elaboración, tras la entrega del informe justificativo más el listado de las 30 calles franquistas, de un Power Point, por parte de Ahora Madrid con numerosos errores historiográficos y documentales para ilustrar la presentación de aquel primer listado en el Pleno del mes de diciembre. El segundo, no haber conseguido evitar –a pesar de nuestro consejo de que tales acciones se incluyeran en el Plan que la CCMHSXX debía presentar a finales de abril– la retirada de la placa de los carmelitas entre otros monumentos y símbolos, a principios de febrero. 

El juguete se rompió con la famosa publicación del "listado" atribuido a la Cátedra por parte de El País. Pero no por la publicación en sí misma, sino por las declaraciones de la propia Alcaldesa en donde daba por buena aquella información. De nada valió que a primera hora de aquel 10 de febrero se desmintiera rotundamente por parte de la CCMHSXX la fabricación de tal noticia a los diferentes Gabinetes del Ayuntamiento y de la UCM. Y mientras que dichos gabinetes nos solicitaron mantener silencio, leímos atónitos, horas después, las declaraciones de la Alcaldesa Manuela Carmena. A estas se sumaron otras declaraciones todavía más gruesas e inventivas por parte de otros portavoces municipales achacando a la Cátedra la responsabilidad por la ruptura del aquel acuerdo de colaboración. Una "noticia" que en contra de las numerosas evidencias y desmentidos sigue dando por válida El País esta misma semana. Y no es menor lo expuesto, pues El País ha contribuido, y de qué forma, a mantener uno de los pilares centrales del "modelo español de impunidad" en el enésimo ejemplo de la ausencia del mínimo respecto a la deontología y ética periodística. 

Pero la "guerra sucia" no finalizó ahí. Incluso una vez acabada la relación con el Ayuntamiento de Madrid, el Grupo Municipal del PP no conforme con el escarnio al que se sometió a la Concejal de Cultura, Celia Mayer –quien con sus errores y aciertos siempre apoyó la colaboración con la CCMHSXX– consiguió una copia del Expediente Investigador que personalmente remití al Archivo de Villa, para el acceso a la Agrupación Documental relativa a la concesión de la nomenclatura de calles en la Ciudad de Madrid. Esta información fue utilizada, posteriormente, en una Comisión Municipal de Cultura. Se solicitó que se abriera una investigación para averiguar quien o quienes habían filtrado dicho expediente –un posible delito en base a la LO 15/1999 y RD-L 1/1996–. No se accedió a tal petición. En cualquier caso, ya daba igual el juguete de la CCMHSXX estaba roto pero más que amortizado. 

Nos ofrecieron en aquellos días y semanas todo tipo de entrevistas, artículos… Y no es este el terreno en el que nos movemos los historiadores y demás científicos sociales.  Pero duraba ya demasiado el silencio y en parte la humillación de ver cómo habían tratado a una institución de reconocido prestigio como la CCMHSSX. Un proyecto inédito y único a nivel nacional e internacional que desapareció tras la dimisión de su directora, la profesora Mirta Núñez Díaz-Balart. Y en donde pese a los esfuerzos de sus entidades patronas, la Universidad Complutense de Madrid no hizo ni lo necesario ni lo suficiente para salvar la Cátedra quien había sobrevivido, tras no pocas adversidades, más de 12 años. Esperamos que haya vuelta atrás. 

Queda la amarga sensación de haber perdido una oportunidad histórica. Y esto pese a que el Comisionado de Memoria Histórica del Ayuntamiento de Madrid nos has puesto un "sobresaliente alto" al avalar 27 de las 30 calles que presentamos en diciembre –pues nos han revisado nuestro trabajo como si alumnos de licenciatura fuéramos– en su reciente informe. Todo un consuelo académico. Eso sí, ellos han tenido la oportunidad de acceder a los expedientes así como han disfrutado de todo tipo de facilidades que no tuvimos ni nos posibilitaron. Empezando por la más evidente de todas: el mantenimiento de la presunción de inocencia que a la CCMHSXX no se le concedió y probablemente al Comisionado se le acaba de terminar.  

http://www.eldiario.es/tribunaabierta/Catedra-Memoria-Historica-Siglo-XX_6_541455874.html

martes, 2 de agosto de 2016

"El truco franquista", por Fran Delgado


El truco franquista
22 julio, 2016 por Fran Delgado



Decía Kevin Spacey en Sospechosos habituales que el mejor truco del diablo fue convencer al mundo de que no existía. Algo así parece que sucede en nuestro país con Franco. El pasado 18 de julio se cumplieron 80 años del golpe de Estado que terminó con la ilusión de la realidad Republicana en España, esa que retrató Orwell en los primeros días de su estancia en Barcelona en Homenaje a Cataluña. Resulta curioso la indiferencia con la que se ha pasado por alto este hecho en nuestro país o, en el peor de los casos, lo que más ha llamado la atención ha sido algún enaltecimiento del golpe de militar por parte de algún representante político y debates televisivos a mayor honra del dictador. Era lo que se podría esperar si tenemos en cuenta los monumentos, calles y demás honores que tienen en nuestras ciudades los golpistas, mientras sus víctimas no logran en el descanso en las cunetas de todo el territorio nacional. Este tipo de cuestiones, simplemente, no serían permitidas en cualquier democracia. Pero esto es España.

Hay que referirse a un país en el que los 40 años de terrible represión de dictadura franquista son aceptados de forma más o menos amplia, sin el más mínimo reproche social. Todos podemos conocer en nuestro entorno a alguna persona que legitime de forma velada (y muchas veces explícita) el golpe militar del 36, pero, eso sí, no acepta que se le llame descriptivamente facha. En su defensa siempre hablan de las atrocidades que cometieron ambos bandos en la guerra civil, haciendo un planteamiento falso que omite el levantamiento contra el orden republicano constitucionalmente establecido y la represión posterior a la guerra. Igualmente hemos vivido alguna historia familiar que se tiene oculta, que cuando se habla sobre ella aparece un silencio incómodo, casi vergonzoso, que indica que eso no debe tratarse, que ya pasó y debe olvidarse. Lo observamos a diario. “Yo no soy fascista, soy patriota”, “Es que la República era un caos”, “Con Franco en España se vivía bien”, “Hablar de memoria histórica es reabrir heridas”… y un largo número de frases cuyo único objetivo es dar una imagen suavizada de los que fue una cruel dictadura que asesinó a miles de personas. Pasar página, pelillos a la mar.

Incluso en el ámbito académico al régimen franquista se le define como autoritario no como totalitario, queriendo, de esta manera, atenuar el grado de crudeza de la dictadura española. Fueron 40 años de franquismo que marcaron profundamente la idiosincrasia, la actitud y los comportamientos políticos que calaron en una generación, que se trasladó a las siguientes y que perviven en la actualidad. Es lo que se ha denominado franquismo sociológico, un hecho de tolerancia social por el que se aceptan los comportamientos fascistas como algo no especialmente malo, que, unido a una élite proveniente del régimen que protagonizó el cambio de régimen sin perder el poder económico, político y mediático, lideraron una transición gatopardista que sirviera para asegurar su posición privilegiada, es lo que nos ha conducido hasta la situación de nuestros días.

Cuando el PSOE llegó al poder en el 82 Alfonso Guerra dijo que “A España no la va a conocer ni la madre que la parió”. Pasados cerca de 40 años de democracia en España, a día de hoy, no sólo no ha cambiado sino que las diferencias sociales se han agrandando y se ha profundizado en la división del pueblo. Una España como la de Los Santos Inocentes pero con Smartphones.

Porque la clase dominante, antes apoyando a Franco y ahora demócrata de toda la vida pero siempre manejando los hilos del poder, ha impuesto su discurso ideológico y el relato de su historia. Así, en este paradigma las clases no existen, son un invento de la izquierda trasnochada. Porque, en todo caso, se admite la existencia de una gran clase media con aires de grandeza que repudia su propio origen. Porque ha sido generalizado el convencimiento de que una persona que tiene un bar con dos camareros contratados y trabajando 14 horas diarias es un empresario (un emprendedor) y, por tanto, tiene más en común con la idea de empresario tipo Florentino Pérez que con su vecino reponedor en el Carrefour, con el inmigrante marroquí que se cruza todos los días camino del trabajo y vino a España a buscarse un futuro mejor o con los jóvenes que abarrotan las oficinas de (des)empleo buscando acceder en unas condiciones dignas al mercado laboral. Se cree que sus intereses de clase están más próximos a los empresarios simplemente porque puede financiarse a plazos un viaje de vacaciones con su familia a la Riviera Maya. Y además hemos llegado a esta situación por convencimiento propio. Se dice que no hay nada más estúpido que un obrero de derechas, a lo que yo añado de derechas sí, pero además convencido y contento.

Ese es el error. Negar la existencia y la permanencia de esa élite proveniente del franquismo en el poder, rechazar los lazos comunes que tenemos y que conforman la conciencia e intereses colectivos y de solidaridad de la ciudadanía como base de la estructura social, admitir el franquismo como un mal menor en nuestra historia y convencernos del argumento falaz de que en esta injusta y desigual sociedad todos tenemos las mismas oportunidades. La reparación de la memoria histórica, recordando todo lo acontecido y poniendo en valor el honor de los ajusticiados por el régimen franquista, es la base sobre la que reconstruir construir nuestra democracia, no es un acto de revanchismo guerracivilista, sino de justicia. Negarla es aceptar el truco del diablo.

Fotografía José Montero


http://www.eltercerpuente.com/el-truco-franquista/