Arturo Peinado Cano, presidente de la Federación Estatal de Foros por
la Memoria. @apces
Conferencia pronunciada en el CAUM (Club de Amigos de la Unesco de Madrid), el 3 de Octubre de 2018
Este artículo fue publicado en Cuarto Poder el 9 de Octubre de 2018
https://www.cuartopoder.es/ideas/2018/10/10/que-hacemos-con-cuelgamuros/
Este artículo fue publicado en Cuarto Poder el 9 de Octubre de 2018
https://www.cuartopoder.es/ideas/2018/10/10/que-hacemos-con-cuelgamuros/
Han pasado casi 43 años desde la muerte de Franco, y sus restos siguen enterrados en la basílica de Cuelgamuros, el mayor símbolo de la impunidad de los crímenes cometidos por el franquismo.
El Valle sólo ha empezado a ser cuestionado a partir de las protestas
de las asociaciones de memoria histórica y de víctimas del franquismo. Cada 20-N desde 2007, diversos colectivos venimos
denunciando, frente a las puertas del Valle, la existencia de este monumento
que rinde homenaje a quien se sublevó matando y murió matando, y cuya dictadura de 40 años significó asesinatos,
prisión, tortura, campos de concentración y exilio.
Cuelgamuros es un mausoleo en
el que algunas víctimas de la dictadura “descansan” conforme a los designios
del máximo responsable de su muerte, en una especie de castigo y humillación post
mortem, sin que sus familias fueran consultadas en su momento, y sin que muchas
ni tan siquiera sepan que sus restos yacen allí. Hace unos días hemos conocido
el descubrimiento de un documento excepcional: la factura de una empresa que
trasladó 924 cadáveres desde Málaga al Valle en 1959; frente a los féretros
individuales de los adeptos al régimen, los desafectos a la dictadura fueron
trasladados e inhumados en cajas, de diez en diez.
El Gobierno ha anunciado la inminente exhumación y salida del Valle de
los restos del dictador Francisco Franco. Independientemente de cuál sea la
opinión de sus familias, los restos deben salir, y el Valle debe convertirse en
un Memorial donde recordar y homenajear a las personas que padecieron la
represión franquista, y no a sus verdugos. Además, el Estado pretende hacer una
excepción con los restos de Primo de Rivera, cuando los miembros de la
organización por él fundada fueron los ejecutores materiales de docenas de
miles de crímenes.
Sin duda, la exhumación del dictador es un gesto importante y de gran impacto mediático que marca
distancias con todos los gobiernos anteriores: recordemos que el anterior
gobierno socialista se limitó a convocar a la Comisión de expertos prevista por
la Ley de Memoria de 2007, y el Informe sobre el Valle se aprobó en 2011 por el
Gobierno en funciones, días después de la victoria electoral del PP.
La oposición explícita a la exhumación de Franco se limita a grupos
marginales, como demuestra la abstención de la derecha parlamentaria en la
aprobación de la misma en el Congreso (sólo dos diputados votaron en contra, y
las malas lenguas dijeron que en vez de utilizar el sistema electrónico, votaron
a mano alzada). Es prueba de que para una amplia mayoría social, la salida de
los restos de Franco es cuestión de justicia y de lógica democrática, y
oponerse resulta prácticamente indefendible.
Se trata también de una medida estratégica e irreversible porque, una vez
ejecutada, ningún gobierno democrático podría devolver los restos de
Franco a su tumba en el Valle. Es también una iniciativa más fácil de tomar
que, por ejemplo, la derogación de la reforma laboral o de la “ley mordaza”.
En resumen: un dictador que ha tenido una sepultura faraónica durante
décadas va a ser ahora exhumado con dignidad, con flores, con rezos... Muchas
de las personas a las que él asesinó ni siquiera han disfrutado de ese derecho.
El tiempo transcurrido hace que apenas queden ya testigos directos y fiables de
los cientos de fosas clandestinas existentes por todo el país, y muchas de
ellas fueron ya borradas por obras, cambios en las delimitaciones de las fincas,
y desaparición de referencias geográficas. 43 años después de su muerte, Franco
seguirá siendo un privilegiado. Sus familiares también, porque podrán tener un
sitio al que llevarle flores.
Hemos conocido recientemente la intención de la familia de enterrar a
Franco en la catedral de la Almudena. Sería una gran torpeza por parte del
Gobierno permitir que el centro de Madrid se convierta en lugar de
peregrinación fascista, y por tanto, entendemos que se debería presionar a las
autoridades eclesiásticas para impedirlo. En 2011 el gobierno alemán de Ángela
Merkel, de acuerdo con la Iglesia luterana, demolió la tumba del lugarteniente
de Hitler, Rudolf Hess, incineró sus restos y los arrojó al Báltico, para
impedir que el enterramiento se convirtiera en un lugar de memoria y
peregrinación neonazi.
Uno de los argumentos más
usados por quienes se oponen a cualquier actuación en el Valle de los Caídos, consiste en definir el Valle como
un lugar de reconciliación entre españoles, manifestando que esa fue la intención
del dictador explicitada en la construcción del monumento.
Aparte de la evidente falsificación histórica que entraña ese discurso,
la reconciliación definida como “restablecimiento
de la concordia y la amistad entre dos o más partes enemistadas” es
inaplicable en este caso, porque no hay nada que restablecer o recuperar. Y
menos cuando pervive un desequilibrio entre las partes, puesto que a una de
ellas se le ha negado, desde hace 82 años, el derecho a la Justicia, a la
Verdad y a la Reparación. Es un error igualar a todos los enterrados en el
Valle por haber sido “víctimas de la guerra”, como si la muerte pudiese igualar
a la hora del recuerdo y el reconocimiento por una sociedad democrática, a quienes
defendieron la democracia y a quienes la agredieron.
Concretando, ¿qué hacer con el monumento franquista, los edificios y
el entorno? ¿Se tiene que conservar el monumento íntegro, o sólo parte de él? ¿Qué
tratamiento deben recibir los casi 34.000 cuerpos enterrados allí? ¿Qué hacer
con la comunidad benedictina y lo que hoy es un lugar de culto? ¿Qué debería
explicarse en este lugar y cómo hacerlo?
Opinamos que se debe actuar en Cuelgamuros, de manera inmediata, como
venimos planteando y reclamando públicamente desde los colectivos memorialistas
y de víctimas:
En primer lugar, dejar de honrar y conmemorar al dictador y a la
dictadura. Defendemos:
·
La exhumación de los restos de Franco y Primo de
Rivera, para ser entregados a sus familias.
·
La eliminación de cualquier símbolo franquista en
el Valle, así como de cualquier acto de exaltación fascista.
·
La basílica debe ser desacralizada. La orden
religiosa custodia del Valle debe ser trasladada a otro lugar. La gran cruz
debe ser desmantelada. No es un símbolo del cristianismo sino de la complicidad
de la Iglesia con el franquismo, y una amenaza latente contra el conjunto de la
sociedad (en algún caso hemos dicho que no es una cruz cristiana, sino la cruz
de Espartaco).
En segundo lugar, hay que abordar el tema del Valle como necrópolis. No
compartimos la propuesta de que pueda convertirse en un cementerio civil.
·
Los restos de los republicanos que fueron
trasladados al Valle clandestinamente tienen que ser ineludiblemente devueltos
a sus familias. Ni por un día más pueden seguir sirviendo como trofeo a su
verdugo.
·
También habrá que estudiar el tema de los
soldados muertos en acción de guerra cuyos cuerpos fueron trasladados al Valle,
voluntariamente o a la fuerza. Quizás podríamos hablar de un enterramiento
colectivo digno, preferiblemente fuera del marco de Cuelgamuros, porque la propuesta de una especie de “cementerio de Arlington de la guerra civil”
nos parece inviable e inaceptable.
Como colofón habría que constituir y erigir un Memorial que explique
la dictadura, el modelo español de fascismo y el nacionalcatolicismo.
·
El espacio del Valle debe transformarse
íntegramente en un lugar de memoria democrático, como Auschwitz, la ESMA de
Buenos Aires, o el Museo del Holocausto de Jerusalén; un lugar para homenajear
y recordar a las víctimas, y no a los victimarios.
·
El futuro memorial del Valle debería dar un
tratamiento preferente al recuerdo y homenaje a los presos políticos
republicanos que construyeron el monumento como trabajadores forzados. Las
empresas que se lucraron con la construcción del Valle y el empleo masivo de los
esclavos del franquismo, deben financiar la reconversión del Valle. Nos parece un
modelo a seguir la Fundación “Memoria, Responsabilidad y Futuro”, constituida por
Alemania en 1999 para reconocer e indemnizar a los millones de trabajadores
forzados que fueron deportados para sostener el esfuerzo de guerra nazi,
fundación que contó con participación de las iglesias luteranas y católica, y
de empresas donantes como Volkswagen, DaimlerChrysler, Bayer o Deutsche Bank….
·
El Valle no puede seguir siendo publicitado por
la propaganda turística de la Comunidad de Madrid, que actualmente, lo sitúa
como una parte de la llamada Ruta Imperial, junto con el Monasterio de El Escorial,
declarado Patrimonio de la Humanidad por parte
de la Unesco.
Unas notas finales:
Uno de los argumentos utilizados por la vicepresidenta del Gobierno, Carmen
Calvo, para justificar la no salida del Valle de los restos de José Antonio Primo de Rivera, es su consideración
como “víctima de la guerra”, que entendemos responde al Informe de 2011 de la Comisión
de expertos, que a su vez respeta lo dispuesto en el Decreto fundacional del
Valle. Nos parece inaceptable, no sólo por tratarse del fundador del fascismo
español, y por la ya señalada responsabilidad directa de la organización por él
fundada en la represión y en miles de crímenes cometidos. Primo de Rivera fue
ejecutado en cumplimiento de la legalidad entonces vigente, tras un Consejo de
guerra legalmente constituido, gozando del derecho efectivo a la defensa, cosa
impensable en los consejos de guerra franquistas. No es una “víctima de la
guerra”, sino de la aplicación de la Justicia y de la legalidad republicana.
Estos días hemos visto cómo, a partir del debate sobre la previsible
exhumación de los restos de Franco del Valle de Cuelgamuros, docenas de franquistas
(tertualianos, ”opinadores”, representantes de la bochornosa Fundación Nacional
Francisco Franco), se han paseado por programas de televisiones privadas de
máxima audiencia. Las ofensas e insultos a las víctimas del franquismo han sido
públicas y notorias; las tergiversaciones y manipulaciones históricas han
alcanzado niveles esperpénticos.
El 13 de septiembre el Congreso avaló el decreto
para exhumar a Franco. Pudimos ver que frente a la concentración
de asociaciones memorialistas y de víctimas, se manifestaron grupos que
protestaban con el lema “El valle no se toca”. Fueron desplazados por la
policía, pero los medios se aproximaban para pedirles su “opinión” en
directo. ¿Alguien puede imaginarse que
el día que se votó en el Parlamento la Ley de Víctimas del Terrorismo de
septiembre de 2011, se hubieran manifestado con pancartas frente al Congreso
unos simpatizantes de ETA? ¿O unos maltratadores haciendo declaraciones en
directo a las televisiones mientras se aprobaba la Ley contra la Violencia
de Género de diciembre de 2004? Si consideramos que el franquismo secuestró por
la fuerza la soberanía nacional y popular;
si ejerció una represión durante 40 años contra cientos de miles de
personas porque habían ejercido o pretendían ejercer derechos fundamentales
recogidos en las constituciones de 1931 y de 1978, tales como los de reunión,
asociación, sindicación, huelga, libertad de expresión, etc… ¿Cómo es posible
que siga existiendo una consideración social hacia el franquismo, que permite
un trato benevolente hacia él por parte de la opinión pública y los medios de
comunicación?
Todos conocemos precedentes de retirada de estatuas y otra simbología
franquista realizada de manera casi clandestina, sin anuncio previo y en
horario nocturno. Sería un error exhumar a Franco de igual manera. El traslado
de sus restos debería hacerse a plena la luz
del día, dejando claro que es un sistema democrático quien lo expulsa de Cuelgamuros.
Es fundamental hacer pedagogía pública de
los crímenes franquistas y de la necesidad de actuar de forma contundente y
clara en el Valle de los Caídos. El nuevo Gobierno debería abrir con urgencia
un debate y un intercambio de opiniones con los colectivos defensores de la
memoria histórica y de víctimas del franquismo representativos, para dar una
solución definitiva y satisfactoria al Valle de Cuelgamuros.
Políticas de componendas y de gestos
puntuales, por muy simbólicos que puedan ser, resultarían políticamente
rentables a corto plazo, pero perpetuarían la injusticia y sólo retrasarían la
ineludible solución definitiva del problema.