El derecho a celebrar la muerte de Carrero Blanco
Antonio Maestre: La Marea, 14-01-2016
Ser
demócrata en Europa está unido de forma indisoluble a ser antifascista. Algo
que en España la herencia franquista de la transición impide ver con claridad
Antonio
Maestre. redaccion@lamarea.com
Jan
Kubis y Joseb Gaczik son dos héroes del pueblo checo. Consiguieron ese honor
tras atentar contra Reynhard Heydrich, director de la Oficina Central de
Seguridad del III Reich y acabar con su vida en el marco de la Operación
Antropoide. “El carnicero de Praga” murió el 4 de junio de 1942 por las heridas
causadas después de que Kubis y Gaczik lanzaran una mina antitanque modificada
contra el vehículo en el que viajaba el jerarca nazi.
Los
dos checos que mataron a Heydrich se refugiaron en la iglesia de San Cirilo y
San Metodio, donde finalmente fueron encontrados por las tropas nazis y
asesinados junto a otros miembros de la resistencia de Praga. Una placa les
recuerda en ese templo con las siguientes palabras:
“En
esta Iglesia ortodoxa de los santos Cirilo y Metodio murieron el 18 de junio de
1942, defendiendo nuestra libertad, los combatientes del ejército checoslovaco
en el exterior Adolf Opálka, Jozef Gabcík, Jan Kubiš, Josef Valcík, Josef
Bublík, Jan Hrubý, Jaroslav Švark.
El
obispo Gorazd, el sacerdote Citel, el Dr. Petcek, el presidente de la comunidad
religiosa S. y otros patriotas checos que facilitaron a los soldados un refugio
fueron ejecutados. Jamás los olvidaremos”.
La
muerte de Reynhard Heydrich fue tomada por Adolf Hitler como una cuestión
personal y ordenó unas acciones de represión desconocidas hasta el momento y
que fueron encargadas a Kurt Daluege. La más conocida de todas ellas fue la
destrucción del poblado de Lidice y la aniquilación de sus habitantes. Todos
ellos fueron asesinados, bien en fusilamientos sumarios en el pueblo o en el
campo de exterminio de Chelmno.
El
escritor francés Laurent Binet, autor de un libro sobre el atentado contra
Heydrich, hablaba así de la masacre de Lidice: “Lidice
simbolizó la barbaridad del nazismo, al igual que Gernika simbolizó la barbarie
del franquismo y del fascismo”.
Las
palabras de Binet vienen a demostrar que la esencia genocida de ambos regímenes
era la misma. Colaboraron y participaron activamente para la realización de sus
crímenes, por lo que celebrar y alegrarse de la muerte de un dirigente
franquista debería estar al mismo nivel que hacerlo de cualquier dirigente
nazi. La calificación personal de quien ce
lebra una muerte o hace bromas sobre
ella tendría que quedar circunscrita al ámbito moral, nunca al penal.
Ser
demócrata en Europa está unido de forma indisoluble a ser antifascista. Algo
que en España la herencia franquista de la transición impide ver con claridad. A
Cassandra, una estudiante de 21 años, el fiscal Pedro Martínez Torrijos le pide
dos años y medio de cárcel por celebrar la efeméride del asesinato de Luis
Carrero Blanco, presidente del gobierno franquista, y por hacer chistes del
atentado que le costó la vida. En el auto se afirma que sus tuits contienen
“graves mensajes de enaltecimiento al terrorismo” y la acusa de un “delito de
humillación a las víctimas”, recogido en el artículo 578.1 y 578.2, y 579 bis
del Código Penal.
Sólo
el hecho de que alguien pueda entrar en la cárcel por bromear o celebrar una
muerte ya es grave, pero más lo es que una democracia defienda a los genocidas
y verdugos del Estado de derecho. Una democracia que se preciara de serlo
garantizaría el derecho a que cualquier ciudadano recordara con alborozo la
muerte de un líder de la dictadura franquista.
Conmemorar
la muerte de un jerarca nazi es algo asumido como normal en cualquier sociedad
democrática, nadie sería juzgado por hacer una broma sobre el asesinato de
Reynhard Heydrich, pero la democracia española asume como parte de su corpus
penal que celebrar la de Carrero Blanco pueda llevar a una persona a la cárcel.
El
nazismo y el franquismo son representaciones diferentes de la misma realidad.
Los campos de concentración franquistas contaron con la asesoría de Paul
Winzer, jefe de la Gestapo destacado en España, quien además instruyó a la
Brigada Político-Social en tácticas de represión. España no será una democracia
completa si no incluye el antifascismo como pilar fundamental de sus valores.
No lo será si no acepta el derecho a celebrar la muerte de Carrero.