jueves, 26 de enero de 2017

INTERVENCIÓN ACTO #AbogadosDeAtocha #40Años




INTERVENCIÓN ACTO #AbogadosDeAtocha #40Años
Centro Social La Trinchera (Vallecas ), 25 de Enero de 2017

En primer lugar quiero agradecer la invitación a participar en este acto a los compañeros y compañeras del Centro Social La Trinchera y a la agrupación del PCE de Vallecas Villa, en nombre propio  y en nombre de la Federación Estatal de Foros por la Memoria y del Foro por la Memoria de la Comunidad de Madrid.

Quiero empezar diciendo que es un honor y un placer compartir mesa hoy con mi compañero @JuanjeMol, con Tino Calabuig, con Alejandro Ruiz-Huerta y con Guiomar Sarabia. Resulta además para mí un acto muy especial, porque cuando me incorporé al PCE en 1986 (después del referéndum de la OTAN), mi primer responsable político en la Agrupación de Usera fue mi camarada y amigo Miguel Sarabia, el padre de Guiomar y compañero de Alejandro en el despacho de Atocha 55.

Pensando en el sentido que debía dar a esta intervención, decidí que debía hablar de la historia y de la memoria hoy, en relación con la Transición, cuando se cumplen 40 años del asesinato de los abogados laboralistas.

Porque en estos momentos vivimos en una situación de conflicto entre la memoria oficial y hegemónica de lo que pasó entre 1973 y 1982 (por marcar unas fechas), y la necesidad de construir una memoria alternativa sustentada en las investigaciones históricas actualizadas sobre el período. No es un tema baladí: en su discurso más importante del año, el de Nochebuena, el actual Jefe del Estado concluyó con un alegato a favor de la impunidad y del silencio, demostrando así que el tema de la memoria social y colectiva del franquismo y la Transición, es hoy un asunto de Estado.

Creemos que pervive, cada vez más cuarteada, una memoria oficial del fin del franquismo y de la Transición (podríamos llamarla memoria “a lo Victoria Prego”, para entendernos), fundamentada en elementos tanto históricos como míticos. Nos narran la historia de un rey clarividente que desde la más tierna infancia sabía que tenía la misión histórica de regalar la democracia a sus súbditos, que se supo rodear de consejeros excepcionales,  y que fue auxiliado por unos políticos generosos, dispuestos a la renuncia de sus intereses particulares en defensa del bien común.

Esta versión mítica es la que siguen pretendiendo imponer a día de hoy las fuerzas conservadoras; los mismos que se resisten a quitar las calles franquistas argumentando que supone una molestia y un gran coste económico, pero no han tenido ningún problema en renombrar recientemente el aeropuerto de Barajas como Adolfo Suárez.

Por supuesto, en ese relato mítico de la Transición, modélica y exportable, se silencia la permanente amenaza de involución golpista, y una violencia intensa y recurrente . El periodista Mariano Sánchez Soler, autor de “La Transición Sangrienta”, ha documentado 1.072 casos de violencia política entre 1975 y 1982. Se contabilizan 253 víctimas de la represión policial (incluyendo el gatillo fácil, o los “manifestantes voladores”), el terrorismo de estado, y los atentados de la ultraderecha, que para algunos historiadores suponen diferentes caras de un mismo fenómeno, dirigido a impedir las reformas y amedrentar a quienes  las exigían en la calle.

En su libro “El final de la dictadura”, Nicolás Sartorius y Alberto Sabio, demuestran con datos y fechas que existe una correlación entre cada ola de movilizaciones exigiendo tanto mejoras sociales y económicas como derechos y libertades (de 1975 a 1978), con cada avance en el proceso de democratización: cese de Arias Navarro, medidas como indultos o desmantelamiento de instituciones franquistas, reuniones del gobierno de Suárez con  la oposición democrática… Como escribe Sartorius: “Si bien Franco murió en la cama, el franquismo murió en la calle”.

La llegada de la democracia no se la debemos a ninguna concesión del poder:  fueron las movilizaciones del movimiento obrero, del movimiento vecinal , del movimiento estudiantil, del movimiento democrático de mujeres…  las que hicieron imposible la continuidad del franquismo. El inmenso sacrifico personal de miles de compañeros, compañeras, camaradas, el coste personal que acarreó su lucha por la democracia y por la justicia social, es lo que el relato mítico de la Transición pretende ocultar.

Asimismo, a 40 años de los acontecimientos, nuevas generaciones de historiadores y  de profesionales de otras disciplinas que por su edad no participaron en el proceso, están trabajando con una más amplia perspectiva histórica. Y la lectura que hacen del mismo y del papel de la izquierda política y social en la Transición a la democracia es, en líneas generales,  muy crítica.

Pero el elemento fundamental que 40 años después pone en cuestión la Transición española, es que, si bien los demócratas tuvieron que aceptar, por ejemplo,  la forma de gobierno monárquica y la impunidad de los crímenes franquistas a cambio del establecimiento de libertades y derechos y de un proyecto de estado de bienestar, hoy la derecha política y económica, aprovechando la crisis económica iniciada en 2008, ha procedido a desmantelar el estado social y arremete con fuerza contra todos los derechos civiles y sociales. En 1977 nuestros compañeros lucharon por el derecho al empleo y el derecho a la vivienda, que fueron recogidos en la Constitución. En 2017 pervive de aquello el mercado de trabajo y el mercado de la vivienda, la corona y la impunidad del franquismo.

Si en 1978 el resultado de la lucha de todas y todos los demócratas contra el franquismo pudo considerarse como un éxito relativo, hoy tenemos que hacer frente a una derrota sin paliativos de las clases populares. Reconocer esta realidad y sus consecuencias por parte de la izquierda política y social, es condición imprescindible para empezar a modificar la situación y la correlación de fuerzas.

Represento a una organización de memoria histórica. Como muestra de la valoración que hacemos como colectivo del proceso de Transición, pongo un ejemplo. Creo que somos la única entidad memorialista o de víctimas del franquismo que ha sido recibida en la calle Génova. En 2015 nos reunimos con el responsable de Derechos y Libertades del PP,  y con el portavoz en la Comisión de Justicia del Congreso. En un encuentro si no cordial, sí distendido, explicamos nuestra propuesta de una Ley de Víctimas del franquismo, y ellos defendieron tajantemente  la memoria oficial de la Transición y se opusieron a cualquier cuestionamiento de la misma. Nuestra respuesta fue: “Si la Transición fue tan perfecta, qué hacemos aquí, 40 años después, hablando de fosas comunes, sentencias firmes y monumentos franquistas”.

Hoy estamos aquí para homenajear a aquellos compañeros y compañeras, camaradas, que a pesar de la amenaza permanente de  una  intervención militar, y de la represión policial y la violencia fascista, se entregaron con todas sus fuerzas, sacrificaron su trabajo, su integridad física e incluso la propia vida, en la lucha por un mundo mejor en unas circunstancias mucho más duras que las actuales, algo que nunca deberíamos olvidar.

Por tanto, quiero expresar nuestro agradecimiento a los abogados de Atocha, a todas las víctimas del franquismo y la Transición, en las personas de Alejandro, y de Guiomar en representación de Miguel  y de Mari Cruz.

Ellos sí son nuestra memoria y nuestro referente.