INTERVENCIÓN ACTO
#AbogadosDeAtocha #40Años
Centro Social La Trinchera (Vallecas ), 25 de Enero de 2017
En primer lugar quiero agradecer la invitación a participar
en este acto a los compañeros y compañeras del Centro Social La Trinchera y a
la agrupación del PCE de Vallecas Villa, en nombre propio y en nombre de la Federación Estatal de Foros
por la Memoria y del Foro por la Memoria de la Comunidad de Madrid.
Quiero empezar diciendo que es un honor y un placer
compartir mesa hoy con mi compañero @JuanjeMol, con Tino Calabuig, con
Alejandro Ruiz-Huerta y con Guiomar Sarabia. Resulta además para mí un acto muy
especial, porque cuando me incorporé al PCE en 1986 (después del referéndum de
la OTAN), mi primer responsable político en la Agrupación de Usera fue mi
camarada y amigo Miguel Sarabia, el padre de Guiomar y compañero de Alejandro
en el despacho de Atocha 55.
Pensando en el sentido que debía dar a esta intervención, decidí
que debía hablar de la historia y de la memoria hoy, en relación con la Transición,
cuando se cumplen 40 años del asesinato de los abogados laboralistas.
Porque en estos momentos vivimos en una situación de
conflicto entre la memoria oficial y hegemónica de lo que pasó entre 1973 y
1982 (por marcar unas fechas), y la necesidad de construir una memoria
alternativa sustentada en las investigaciones históricas actualizadas sobre el
período. No es un tema baladí: en su discurso más importante del año, el de
Nochebuena, el actual Jefe del Estado concluyó con un alegato a favor de la
impunidad y del silencio, demostrando así que el tema de la memoria social y
colectiva del franquismo y la Transición, es hoy un asunto de Estado.
Creemos que pervive, cada vez más cuarteada, una memoria
oficial del fin del franquismo y de la Transición (podríamos llamarla memoria
“a lo Victoria Prego”, para entendernos), fundamentada en elementos tanto históricos
como míticos. Nos narran la historia de un rey clarividente que desde la más
tierna infancia sabía que tenía la misión histórica de regalar la democracia a
sus súbditos, que se supo rodear de consejeros excepcionales, y que fue auxiliado por unos políticos
generosos, dispuestos a la renuncia de sus intereses particulares en defensa del
bien común.
Esta versión mítica es la que siguen pretendiendo imponer a
día de hoy las fuerzas conservadoras; los mismos que se resisten a quitar las
calles franquistas argumentando que supone una molestia y un gran coste
económico, pero no han tenido ningún problema en renombrar recientemente el
aeropuerto de Barajas como Adolfo Suárez.
En su libro “El final de la dictadura”, Nicolás Sartorius y
Alberto Sabio, demuestran con datos y fechas que existe una correlación entre cada
ola de movilizaciones exigiendo tanto mejoras sociales y económicas como
derechos y libertades (de 1975 a 1978), con cada avance en el proceso de
democratización: cese de Arias Navarro, medidas como indultos o
desmantelamiento de instituciones franquistas, reuniones del gobierno de Suárez
con la oposición democrática… Como
escribe Sartorius: “Si bien Franco murió en la cama, el franquismo murió en la
calle”.
La llegada de la democracia no se la debemos a ninguna
concesión del poder: fueron las
movilizaciones del movimiento obrero, del movimiento vecinal , del movimiento
estudiantil, del movimiento democrático de mujeres… las que hicieron imposible la continuidad del
franquismo. El inmenso sacrifico personal de miles de compañeros, compañeras,
camaradas, el coste personal que acarreó su lucha por la democracia y por la
justicia social, es lo que el relato mítico de la Transición pretende ocultar.
Asimismo, a 40 años de los acontecimientos, nuevas
generaciones de historiadores y de profesionales
de otras disciplinas que por su edad no participaron en el proceso, están
trabajando con una más amplia perspectiva histórica. Y la lectura que hacen del
mismo y del papel de la izquierda política y social en la Transición a la
democracia es, en líneas generales, muy crítica.
Pero el elemento fundamental que 40 años después pone en
cuestión la Transición española, es que, si bien los demócratas tuvieron que
aceptar, por ejemplo, la forma de
gobierno monárquica y la impunidad de los crímenes franquistas a cambio del
establecimiento de libertades y derechos y de un proyecto de estado de
bienestar, hoy la derecha política y económica, aprovechando la crisis
económica iniciada en 2008, ha procedido a desmantelar el estado social y
arremete con fuerza contra todos los derechos civiles y sociales. En 1977 nuestros
compañeros lucharon por el derecho al empleo y el derecho a la vivienda, que
fueron recogidos en la Constitución. En 2017 pervive de aquello el mercado de
trabajo y el mercado de la vivienda, la corona y la impunidad del franquismo.
Si
en 1978 el resultado de la lucha de todas y todos los demócratas contra el
franquismo pudo considerarse como un éxito relativo, hoy tenemos que hacer
frente a una derrota sin paliativos de las clases populares. Reconocer esta
realidad y sus consecuencias por parte de la izquierda política y social, es
condición imprescindible para empezar a modificar la situación y la correlación
de fuerzas.
Represento a una organización de memoria histórica. Como muestra
de la valoración que hacemos como colectivo del proceso de Transición, pongo un
ejemplo. Creo que somos la única entidad memorialista o de víctimas del
franquismo que ha sido recibida en la calle Génova. En 2015 nos reunimos con el
responsable de Derechos y Libertades del PP,
y con el portavoz en la Comisión de Justicia del Congreso. En un
encuentro si no cordial, sí distendido, explicamos nuestra propuesta de una Ley
de Víctimas del franquismo, y ellos defendieron tajantemente la memoria oficial de la Transición y se
opusieron a cualquier cuestionamiento de la misma. Nuestra respuesta fue: “Si la Transición fue tan perfecta, qué
hacemos aquí, 40 años después, hablando de fosas comunes, sentencias firmes y
monumentos franquistas”.
Hoy estamos aquí para homenajear a aquellos compañeros y
compañeras, camaradas, que a pesar de la amenaza permanente de una intervención militar, y de la represión
policial y la violencia fascista, se entregaron con todas sus fuerzas, sacrificaron
su trabajo, su integridad física e incluso la propia vida, en la lucha por un
mundo mejor en unas circunstancias mucho más duras que las actuales, algo que nunca
deberíamos olvidar.
Por tanto, quiero expresar nuestro agradecimiento a los
abogados de Atocha, a todas las víctimas del franquismo y la Transición, en las
personas de Alejandro, y de Guiomar en representación de Miguel y de Mari Cruz.
Ellos sí son nuestra memoria y nuestro referente.