miércoles, 8 de diciembre de 2010

"Sexo, condones rotos y Wikileaks", por Ignacio Escolar, hoy en Público















Dos evidencias más de hasta qué punto Julian Assange es una amenaza real para el poder económico y militar de la primera potencia mundial.

La primera: un banco suizo ha decidido cancelar la cuenta donde Wikileaks recogía donaciones para su defensa legal porque Assange no vive en Suiza y, como todo el mundo sabe, sólo los ciudadanos de este paraíso fiscal pueden abrir cuentas allí (ja, ja).

Assange, parece ser, no es lo bastante narcotraficante, lo bastante corrupto o lo bastante nazi como para merecer la protección del afamado secreto bancario suizo. La segunda: la policía británica lo ha detenido por un confuso caso de supuesta violación en Suecia que está pendiente desde verano pero que, curiosamente, en los últimos diez días se ha convertido en prioritario para la Interpol.

Violador. Preparen las teas, que tenemos a un hombre que quemar. ¿O no? Según la declaración de las dos supuestas víctimas, Assange tuvo relaciones sexuales consentidas con ambas, con dos días de diferencia y sin protección –al parecer, se rompió el condón–. Ninguna de las dos mujeres denunció violación tras esos encuentros; de hecho, Assange estuvo después en público con una de ellas y la otra le invitó a desayunar. Ambas descubrieron, días más tarde, que Assange había compartido cama con las dos y fue entonces cuando llegó la denuncia por violación; una de ellas declaró que, tras romperse el condón, pidió a Assange que parase y él siguió. El caso primero fue abierto y se pidió su arresto. Después se cerró porque la fiscal consideró que no había “razones para sospechar de una violación”. Más tarde, la fiscalía de Göteborg lo volvió a abrir, y hasta hoy.

Hay pocos calificativos más corrosivos para la imagen de un hombre que la palabra violador. Tal vez pederasta, todo llegará.