Hay que recordar a Don Antonio Machado que tuvo siempre en sus reflexiones una capacidad de análisis sorprendente. Como sorprendente es que todavía sus palabras sean tan necesarias. Lo he escrito muchas veces y hoy hay que volver a repetirlo ante los ataques, terribles y muchas veces interesados, sobre el sentido político que anima a los sindicatos.
Desde la izquierda y desde la progresía está de moda, como decíamos en el artículo anterior, atacar a los sindicatos. Sale gratis y siempre podemos decir que no representan a nadie y menos a los parados. No tenemos dato alguno que lo avales, pero ahí queda eso. También podemos decir que sus decisiones son políticas, con esa percepción de considerar que lo político es algo que no corresponde a según a qué gente.
Así que las movilizaciones de los jóvenes, si hay que desacreditarlas, son políticas, y las huelgas, lo mismo, y las víctimas del 11-M también. Todo se aprovecha para el convento. Y dejamos la política para uso exclusivo ed los políticos y de los periodistas, parece que los únicos facultados para decidir qué es o no es político y quien puede utilizarlo.
A Machado, pues, que decía en los años 30: “La política, señores (...) es una actividad importantísima… Yo no os aconsejaré nunca el apoliticismo, sino, en último término, el desdeño de la política mala que hacen trepadores y cucañistas, sin otro propósito que el de obtener ganancia y colocar parientes. Vosotros debéis hacer política, aunque otra cosa os digan los que pretenden hacerla sin vosotros, y, naturalmente, contra vosotros”.
Todo es política. Porque la política es parte del hombre. Porque el hombre, en su sentido más digno, es un animal político. Y política viene del griego: ciudadano. Todos somos ciudadanos y todos tenemos derecho a la política. Y a hacer una huelga política.
María Dolores de Cospedal en una larga entrevista y cortas respuestas, decía que los sindicatos no representan a todos los trabajadores. Cierto, aunque representen el interés de todos los trabajadores, como dice, por cierto, la Constitución. Pero es que, visto así, tampoco los partidos políticos representan a todos los ciudadanos. Y a nadie se le ocurre deslegitimar a un Gobierno porque “sólo” haya obtenido una mínima representación si la comparamos con el número total de ciudadanos.
De Cospedal hace una finta peligrosa que puede terminar por darle en su propia cara. Los mecanismos democráticos están ahí para garantizar la gobernabilidad y establecer unas reglas mínimas que permitan, entre otras cosas, legitimar la representación. Si los sindicatos, sometidos a elecciones igual que los partidos, no representan a nadie, habrá que ver a quién representan los partidos políticos con esos mismos baremos.
Otra de las acusaciones es la de que los sindicatos no representan a los parados. Pues, bueno. Pues, muy bien. Supongo que es producto de la ignorancia decir algo así, cuando en todos los acuerdos, la situación de los parados, sus prestaciones, su cobertura sanitaria, ocupa buena parte de la negociación.
Recuerdo que una vez, hace tiempo, Juan Barranco, de orígenes sindicales, respondió en un debate a alguien que, muy ufano, se preguntaba para qué sirven los sindicatos. Mire usted, vino a decir Barranco, para que los niños hayan desaparecido de las fábricas, para que las jornadas de trabajo no sean propias de la esclavitud, para que se tenga un salario digno, para que los parados estén amparados, para que la mujer no sea discriminada...
Que los sindicatos cometen errores. Claro que sí, como cualquier otra organización. Como cualquier ser humano. ¿Y...?
Pero ya digo. Atacar a los sindicatos sale gratis. Lo triste es que muchas veces estos ataques vengan desde la voz de gente que son, nada más y nada menos, que simples trabajadores que han obtenido sus salario y sus derechos gracias a los sindicatos.
En fin. Refugiémonos en la poesía. Hablando de política, ahí va este epigrama de Ventura Rodríguez de Aguilera (siglo XIX), escrito para hoy:
Aceptando una cartera
el político don Luis
jura que hace un sacrificio.
Y es verdad: el del país.