El 11 de
septiembre es una fecha especial, en la que coinciden varias tristes efemérides.
Como todos
saben, el 11 de septiembre de 2001 se produjo el ataque a las Torres Gemelas en
Nueva York.
Muchos
recordamos que el 11 de septiembre de 1973 el imperalismo acababa con la vía
democrática al socialismo en Chile, estableciendo una dictadura responsable de
50.000 asesinatos.
El 11 de
septiembre de 1940 el campesino manchego Santiago Peinado era fusilado junto a
otros cinco compañeros, tras una farsa de consejo de guerra llevada a cabo por
un tribunal militar ilegalmente constituido; en aplicación de leyes promulgadas
por un poder golpista, ilegítimo e ilegal; sin las mínimas garantías
procesales; sin derecho efectivo a la defensa; sin derecho de apelación a una
instancia jurídica superior independiente.
Sus restos,
junto a los de 400 compañeros más, “descansan” repartidos en dos fosas comunes
paralelas: en una arrojaban a los que aceptaban confesarse antes de ser
asesinados, para obtener el derecho de enviar una última carta a su familia. En
la otra, enterraban a los relapsos e irreductibles que renunciaban a la
confesión, y por tanto, a la vida eterna.
Hoy, 72
años después de su asesinato, 37 años después de la muerte (física) del
dictador, la sentencia de Santiago Peinado, y todas y cada una de las
sentencias y resoluciones judiciales producto de la legislación represiva del
franquismo, continúan siendo plenamente legales y firmes.
Jamás
ninguno de los asesinos, ninguno de los torturadores, ninguno de los
beneficiarios políticos y económicos del régimen franquista y de la represión,
ha sido juzgado, condenado, censurado. Nunca un representante del Estado, del
ejército, de la Iglesia Católica, ha pedido disculpas a las víctimas de la
dictadura, a sus familias, a la sociedad española.
No
olvidamos. No perdonamos.