El "matonismo" se propaga como incendio populista cuando se convierte en estilo oficial
MANUEL RIVAS 8 SEP 2012
En alguna prensa alemana todavía se habla del “orgullo español” para explicar las reticencias a la hora de pedir un nuevo rescate. Depende. Hay días de orgullo y días de sumisión. Incluso abundan los días en que el servilismo ante el poderoso, como Eurovegas, tiene su reverso en un matonismo de Estado que maltrata y humilla al más débil.
Los mismos dirigentes dispuestos a besar los pies y otras anatomías a mister Adelson son los que decretan un apartheid sanitario en España e incumplen las obligaciones humanitarias y los convenios internacionales, como ha ocurrido en Isla de Tierra. Personas indefensas, en absoluto desamparo, son expulsadas del territorio español, con alevosía y nocturnidad, sin intervención judicial, arrojadas como bultos.
El matonismo se propaga como incendio populista cuando se convierte en estilo oficial. Dada la pública devoción de nuestros gobernantes, esperamos con ansiedad un milagro de la Conferencia Episcopal, al menos un twitter que diga: “Amarás al prójimo casi como a ti mismo.” Algo así.
Yo siempre he creído que no se caerían las vigas del Cielo, pero la destrucción de nuestro modelo de sanidad universal tiene esa equivalencia. Rota esa viga, el tejado empezará a crujir. El matonismo de las elites también se contagia al medio ambiente.
¿De dónde han salido esos talibanes castizos que despellejan a la concejal de Los Yébenes, llamándola en la calle “puta” y “zorra”, siendo ella la víctima, a quien han robado su principal pertenencia, su libertad? Pero en contraste con la “hiel sempiterna”, hay una España con el orgullo, este sí, de ser solidaria, como muestra la red asistencial tejida para los “desechados” por el Estado.
En la película Los compañeros, Marcello Mastroianni, un profesor huido, se apea en una estación de tren y pregunta: ¿Que paese è queste? Y alguien responde: Queste è un paese di merda. No podemos permitirlo. No podemos resignarnos a que hagan de nuestro país un país de mierda.
http://elpais.com/elpais/2012/09/07/opinion/1347023603_399242.html