Víctimas y
victimarios
La
aplicación de la legislación que protege penalmente las víctimas del terrorismo
está teniendo efectos grotescos
Joan B. Culla i Clarà. El País, 26-01-2016
JOAN
B. CULLA I CLARÀ
26
GEN 2017 -
Esto
no podía acabar bien. Cuando, en 1999, un Gobierno de José María Aznar tomó la
iniciativa de legislar que todas las personas objeto de atentados de ETA en
cualquier fecha o circunstancia eran "víctimas" sin distinción ni
ningún matiz, indiscriminadamente merecedoras de homenaje y dignos de recibir
la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo, en este
momento se cometió un disparate histórico y una aberración moral. Como debían
ser iguales en la consideración legal y social el jefe de la policía política
franquista en Guipúzcoa, antiguo colaborador y émulo de la Gestapo, torturador
de fama siniestra, y los niños del cuartel de Vic?
Como
debían ser equiparables ciertos jerarcas de la dictadura, bajo el mandato de la
que se aplicaban estados de excepción mientras los "disparos al aire"
mataban manifestantes ras de tierra, y los clientes de Hipercor, o los guardias
civiles de la plaza de la República Dominicana, o los policías de la Cruz Alta,
servidores uniformados de la democracia?
Además,
el legítimo celo en la persecución de la barbarie etarra tras el franquismo
llevó a introducir en el Código Penal enunciados como el del artículo 578, que
dice entre otras cosas: "La realización de actos que entrañen descrédito,
menosprecio o humillación de las víctimas del terrorismo o de sus familiares se
castigará con la pena de prisión de uno a dos años ".
La
combinación entre ambos elementos está empezando a dar resultados grotescos. De
un lado, ciertas asociaciones de víctimas y plataformas de extrema derecha
tratan de convertir la figura penal de la "humillación" en una
mordaza a la libertad de expresión de cantantes poco convencionales, de
usuarios de Twitter poco reflexivos, de ayuntamientos de Euskadi y Navarra,
etcétera. Los casos del regidor madrileño Guillermo Zapata, o de la militante
de la izquierda abertzale Jone Artola, la mera designación de la que como
txupinera de las fiestas de Bilbao en 2013 fue considerada atentatoria contra
la "dignidad de las víctimas de ETA ", ilustran hasta dónde puede
llegar una interpretación insensata del artículo 578.
Pero
la insensatez experimenta un alarmante salto cualitativo cuando la fiscalía de
la Audiencia Nacional pide dos años y medio de cárcel y tres de libertad
vigilada para el estudiante Cassandra Vera por haber publicado en Twitter unos
chistes sobre la muerte del almirante Carrero Blanco, chistes que el fiscal
considera "graves mensajes de enaltecimiento del terrorismo".
Ignoro
si el fiscal lo sabe, pero en 1973 Luis Carrero Blanco era, además de
presidente del Gobierno -de un Gobierno ilegítimo- y brazo derecho del
Caudillo, el guardián designado para que la próxima sucesión fuera a una
"monarquía del 18 de Julio "perfectamente antidemocrática. Tal como
escribió por entonces un periodista francés, el esquema del régimen para el día
siguiente de Franco era "un rey de paja y un canciller de hierro".
En
estas condiciones, no creo que en la España de aquel diciembre hubiera millones
de enaltecedores sin encanto del terrorismo, pero es un hecho irrefutable que
millones de demócratas celebraron -celebramos- la desaparición de quien era el
cerrojo del cambio. Y que circularon al respecto un montón de chistes, el más
inocente de los que decía "¿Sabes que en Madrid cambiarán el nombre a la
calle de Claudio Coello? Sí, ahora se llamará calle Buensuceso ... ". Y
que hubo incontables alusiones jocosas al vuelo del almirante.
Comprendo
perfectamente que tales expresiones duelan o repugnen a la nieta de Carrero -su
carta en EL PAÍS, en todo caso, la honra- pero, en términos históricos, son del
todo comprensibles. Verdad que no hay que apelar al padre Mariana ya su
doctrina sobre la legitimidad del tiranicidio para entenderlo?
Dicho
esto, supongo que la vigilante fiscalía de la Audiencia Nacional ya ha
emprendido acciones contra Jaime Alonso García, hasta hace poco vicepresidente
ejecutivo de la Fundación Nacional Francisco Franco. Según ha declarado este
sujeto, Franco, "un católico ejemplar", "fue un hombre
enormemente humano y tenía un nivel de tolerancia muy importante"; su
régimen "sólo fusiló 23.000 personas, y no fue por capricho"; en fin,
"Franco es un referente, siempre será la solución a todos los problemas
que pueda tener España".
Si
estas manifestaciones públicas no constituyen un caso flagrante de
enaltecimiento del terrorismo franquista, de menosprecio y humillación a sus
cientos de miles de víctimas, que baje Dios y lo vea.
Joan
B. Culla i Clarà es historiador.